El arte en la devoción cintera, el mecenazgo de Nicolás Gómez
FIESTAS DE LA VIRGEN DE LA CINTA En 1880 se hace necesaria una atención especial al santuario
Hace 130 años sufragó las obras en el santuario de mejora y decoración del interior que estuvo a cargo de Antonio Matarredona, uno de los grandes artistas andaluces
Muchos se sorprendieron este mes de agosto por el cambio obligado del traslado de la Virgen de la Cinta de la mañana a la tarde. Lo cierto es que en el tiempo, en estos más de seis siglo de devoción a Nuestra Señora de la Cinta, hubo muchos cambios que sin duda fueron adaptándose a cada época. Eso ocurría entorno a 1881, hace 130 años, cuando el santuario era remodelado y se le daban toques de belleza, pero igualmente se aventuraban ciertos cambios en la forma de la celebración, que iba dejando la romería arriba entorno a la ermita por un mayor apogeo de la Feria en la Vega Larga, que eran las fiestas de Huelva desde 1863, lejos estaban aún Las Colombinas.
Aquel toque de atención hacia el santuario como emblema de devoción y sello artístico lo va a poner Nicolás Gómez González, que a sus expensas se realizan las obras de decoración del interior del santuario, a cargo de Antonio Matarredona. Aún se encuentra en el santuario la placa en mármol que recuerda esta obra que realiza junto a su hijo Francisco Gómez Rull. En septiembre de 1880 se manifiesta este compromiso para las obras, necesitando la reconstrucción de las naves laterales, aprobadas al mes siguiente al no poder hacer frente a las mismas la hermandad. Lo destacado es también el hecho de la figura de Nicolás Gómez González, un ayamontino afincado en la calle Puerto de Huelva, que haría fortuna con la instalación de sus bodegas en La Palma del Condado, que alcanzan fama en el mercado nacional. De ello habla en la revista 'Corumbel' Manuel Jesús López Robledo, quien presenta a una figura amante de la cultura, que ocupó importantes puestos, primero como depositario del jefe político de Huelva, en 1847, y más tarde diputado por Motril, en 1864, diputado por Huelva en los periodos 1867-1868 y 1876 y 1877; posteriormente, senador del reino por Huelva de 1877 a 1880. Una persona que destacó por presentar en 1880 una moción en el Congreso para prohibir las calcinaciones al aire libre en la zona minera de Huelva. Dejó la política en esta época con la desestruturación del Partido Conservador al que pertenecía. Consiguió una gran fortuna, siendo consejero del Banco de Sevilla en 1874. Con su despedida de la política le vemos en la vida social de Huelva, reflejada en esta obra en el santuario de la Cinta y en su presencia como hermano mayor de la Hermandad del Rocío de Huelva en los años fundacionales de la misma, lo que continuó su hijo Francisco Gómez Rull. En la actualidad sólo se conserva las pinturas del coro, aunque hace algún tiempo aparecieron restos de los paños de estrellas que decoraban la iglesia.
Hay que destacar que Antonio Matarredona decorará también en Huelva el Hotel Colón, Teatro Colón y la Diputación Provincial. Realizó otros interesantes trabajos decorativos en Andalucía, estando considerado hoy como una de los artistas más destacados del decorativismo andaluz de esa época.
Aun cuando esta obra va a suponer una atención especial en cuanto al santuario, hay que decir igualmente que viene a plantear un antes y un después en la celebración de la fiestas de la Patrona. Mientras aumentaba la participación a la función del día 8, disminuía la animación en cuanto a carruajes y hay menos carretas y descienden los grupos de jóvenes que con panderetas y palillos llegaban cantando al santuario. Se decía entonces que las fiestas perdía su animación y su carácter se iba afinando perdiendo en lo popular. En el mismo día 8 comenzaba la feria en la Vega Larga y la Plaza de la Merced, estando la Virgen en su santuario y es que bajaba después de su fiestas para su novena solemne. Mientras la procesión de los marineros se mantenía en el santuario y vísperas con fuegos artificiales. La aportación de Nicolás Gómez González es importante para el futuro de la devoción que, a partir de finales del XIX, busca un nuevo despertar. En la misma lápida se recuerdan las obras de Francisco Jiménez Jiménez, tío de Juan Ramón Jiménez, que acomete las urgentes reparaciones de la techumbre y otras obras en 1898.
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