La donación de órganos en Huelva, paso a paso
Los hospitales Juan Ramón Jiménez e Infanta Elena animan a los onubenses a que quieran ser donantes porque una donación puede salvar entre una y cinco vidas
Imágenes del área quirúrgica del Hospital Infanta Elena, Huelva
Imágenes de la Unidad de Donación de Órganos del Hospital Infanta Elena, Huelva
El Recreativo de Huelva y la Coordinación de Trasplantes renuevan su colaboración un año más
Huelva/Una cadena altruista que regala vida recorre los hospitales Juan Ramón Jiménez e Infanta Elena. Hasta 21 onubenses dieron el "sí" a dar vida en 2022 y, gracias a su gesto solidario, se pudieron trasplantar un total de 43 órganos. El valor de estas cifras no es otro que el de "cuántas vidas podemos salvar", resume a Huelva Información el coordinador de Trasplantes del hospital Infanta Elena, José Ignacio Ortiz, quien pone de manifiesto que "es tan válido el donante que permite trasplantar seis o siete órganos como el que solo permite un trasplante".
Y Huelva es "muy solidaria", apuntan desde los citados hospitales, si bien reconocen que "nuestro interés es que las cifras cada vez aumenten más. No podemos relajarnos". Así lo subraya la coordinadora de Trasplantes del hospital Juan Ramón Jiménez, Paloma Oliva, que destaca que, "cada vez, salvamos más vidas gracias a los avances científicos y a que contamos con más 'síes' por parte de los onubenses".
Conseguir más respuestas afirmativas de la población pasa por transmitir que "queremos donar", expone Ortiz. "Curiosamente, hacerse donante es tan fácil como decir: quiero serlo", añade. Es por ello que, si en el hogar se trata el tema de la donación de órganos y tejidos tras la muerte, todo es más sencillo porque en el momento la familia tiene que hacer efectivo ese último deseo. Por contra, "si no se toca este tema, la familia tiene que tomar una decisión pensando en aquello que querría el fallecido, una circunstancia que complica el sí, sobre todo, porque se trata de un momento complicado para ellos debido a la pérdida de un ser querido".
También existe la donación de vida, posible cuando se cumplen una serie de condiciones y requisitos establecidos por la Ley. El donante debe ser mayor de edad y tener buena salud física y mental. Dicha Ley incluye una serie de pasos a tener en cuenta, si bien, al ser cada caso diferente, conviene consultar todas las dudas con el equipo médico responsable del enfermo.
Tanto Ortiz como Oliva animan a los onubenses a "ser donantes, dado que nadie esta libre de enfermar o de poder necesitar un órgano para salvar su vida"; así como a hacer llegar este mensaje a la familia, "en tanto que si una persona expresa este deseo, rara vez la familia se opondrá".
El proceso de donar
En este punto, ambos coordinadores quieren trasladar a la población todas las fases que contempla el proceso de donación y trasplante -se puede extender desde las 12 horas, como mínimo, hasta los dos o tres días-. "Cuando nada se puede hacer por el paciente, recibimos la llamada del médico responsable cuando considera que el paciente es un potencial donante", explica Paloma Oliva que, como coordinadora, valora al paciente al objeto de determinar que es apto para donar.
José Ignacio Ortiz destaca que los coordinadores de trasplantes son garantes y valedores de que todo el proceso, desde que el paciente fallece hasta que es donante, está hecho correctamente y acorde a la Ley. Es por ello que uno de sus cometidos es validar que no tienen una enfermedad que se pueda transmitir y que los órganos "estén lo suficientemente bien como para superar el estrés que supone estar en un cuerpo fallecido, ser extraídos, estar un tiempo sin riego sanguíneo y, finalmente, entrar en otro cuerpo".
En caso de que el paciente resulte óptimo para esta donación, el siguiente paso es la entrevista con la familia. "Es el momento más duro de todo el proceso", coinciden Oliva y Ortiz. "Lo pasamos mal porque los familiares reciben una noticia complicada y tratamos de hacer que se abstraigan y que tomen una decisión para la que no están preparados", sostiene Paloma Oliva. "Damos todo el tiempo que necesiten para que decidan e, independientemente de lo que expresen, les acompañamos y estamos con ellos en todo momento", añade.
Es por ello que se antoja más sencillo cuando hay un deseo previo del paciente, por lo que la familia viene a cumplir la voluntad del fallecido. "Es el último derecho de la persona", relata Ortiz, quien también recuerda casos en los que la familia, sin saber del deseo del paciente, dice: "esta persona era buena en vida y, probablemente, querría seguir siendo buena en este momento".
A este respecto, el coordinador en el Infanta Elena recuerda el caso de un hijo que accedió a que su madre, ya fallecida, se convirtiera en donante. Lo hizo a regañadientes, pero tiempo después no podía esconder su agradecimiento porque para él "era un consuelo que parte de mi madre ayudase a vivir a otra persona. No es una pérdida total".
Una vez que se tiene el sí del donante o de su familia, los coordinadores hablan con la Organización Nacional de Trasplantes, el organismo público encargado de buscar un receptor óptimo para los órganos que se han validado. Encuentran al receptor y comienza la organización para que pueda ser trasplantado.
José Ignacio Ortiz explica que dos son los criterios que están detrás de la distribución del órgano en cuestión. Por un lado, el relativo a la necesidad o, lo que es lo mismo, tiene prioridad la persona que más lo necesite; y, por otro, la cercanía, pues "el envío del mismo a un viaje largo puede suponerle un perjuicio". Por tanto, "coordinamos todo para que el órgano llegue a quien más lo necesite y con la menor distancia posible", subraya, al tiempo que destaca que "tienen prioridad los niños o personas con alguna peculiaridad especial", mientras que si hay un código cero (necesitan un trasplante urgente para no fallecer) deja de haber lista de espera porque estos pacientes son la prioridad".
El equipo quirúrgico del hospital de España en el que se hará el trasplante llega a uno de los hospitales onubenses para extraer el órgano y/o tejidos y, seguidamente, viajan con él al punto de destino.
La comunicación es constante con la familia a lo largo de todo el proceso con ánimo de proporcionales "toda la información que necesiten", así como para que se sientan acompañados. "Nuestro trabajo no termina aquí", explican ambos coordinadores, "sino que nos quedamos con el donante porque se merece todo nuestro agradecimiento y respeto, por lo que nos aseguramos de que el cadáver se restituye correctamente para que pueda ser enterrado dignamente".
Desde ambos hospitales se pide un 'feedback' al objeto de conocer si el órgano o tejido ha funcionado. "Para nosotros es un subidón cuando nos dicen que sí y así se lo transmitimos a esa enfermera que ha estado trabajando hasta la noche o a ese cirujano que también se ha desvivido durante varias horas porque todo saliera correctamente", explican. "Cuando les dices que un riñón, un hígado o un corazón funciona les das una alegría inmensa porque es la recompensa a un sobreesfuerzo mayúsculo", ponen en valor Oliva y Ortiz.
Para los médicos es "muy frustrante" no poder salvar la vida de un paciente, pero es un consuelo este tipo de actos, pues "el esfuerzo no es en vano, podemos ayudar a otra persona a posteriori". Tanto para Paloma Oliva como para José Ignacio Ortiz trabajar en este ámbito de la medicina es "brutal" porque realizamos un acto médico con el que, a través de un donante, "salvamos una, dos o, incluso, cinco vidas". Es "mágico", resumen.
Historias que deja la profesión
Uno de los aspectos que también destacan son las historias con las que se topan. "Son personas y te marcan", explica la coordinadora en el Juan Ramón Jiménez, quien señala que "la historia se queda y recordamos cada una de ellas".
Toca hacer memoria y, aunque, se presume complicado escoger alguna entre tantas, narran dos historias que aún tienen muy presentes. Una de ellas la protagoniza un paciente con ELA que quería donar. Ingresó sabiendo que iba a fallecer y "me sorprendió la entereza con la que afrontaba el final de la vida", recuerda Ortiz. "Sus órganos nos ayudaron a salvar a tres personas", explica, toda vez que reconoce que "aún se me ponen los pelos de punta", mientras muestra su brazo con la piel erizada.
Otra de las historias que se les viene a la cabeza es la de una joven con cáncer de hueso. "A esta chica se le dijo inicialmente que, o moría o le amputaban la pierna" y, sin embargo, gracias a un trasplante de fémur vive. Y no solo eso. Tiene una vida muy activa y practica deportes como el montañismo o el piragüismo. De ahí la importancia, no solo de los órganos, sino también de los tejidos. "Una sola persona que done tejidos puede ayudar a una treintena de personas", resumen ambos coordinadores. De hecho, "en los hospitales de Huelva todos los días hay trasplante de tejidos", mientras que los de órganos se llevan a cabo en Sevilla.
De otro lado, insisten en derribar una de las creencias que la población tiene sobre la donación, la referida a que la edad imposibilita este gesto. "A lo mejor no tiene la calidad óptima el órgano de alguien muy mayor, pero, sorprendentemente, sirven más de lo que se piensa", subrayan. En este sentido, el perfil del donante ha ido cambiando, en tanto que, al comenzar las donaciones, la mayoría de las personas que donaban eran jóvenes que fallecían en accidentes de tráfico y ahora este porcentaje ronda solo el 5%. Y los mayores con hemorragias cerebrales son entre el 70% u 80% de los donantes.
El gesto solidario de 21 donantes genera 43 órganos
Huelva registró durante el año 2022 21 donantes, 14 de ellos en muerte encefálica y siete en asistolia. Todos ellos generaron 43 órganos (22 riñones, 13 hígados, tres corazones y cinco pulmones), así como tejido osteotendinoso, valvular y 36 córneas. De todas esas donaciones, una veintena se produjeron en el hospital Juan Ramón Jiménez, mientras que la restante fue en el hospital Infanta Elena.
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