Las empresas con Responsabilidad Social no son las buenas, son las que transforman
Responshabilidades
Cuando la RSC es estrategia empresarial, los resultados sociales y ambientales de la empresa provocan una transformación real y su comunicación no genera dudas
Huelva/El contexto social y sobre todo el regulatorio es el que está acelerando la Responsabilidad Social Corporativa y, por tanto, la proliferación de informes de sostenibilidad, que son el resumen del buen gobierno y los resultados del compromiso socioambiental de las empresas. Ese documento anual es un interesante ejercicio siempre, pero aún no es indispensable o preceptivo para todos los tamaños de empresa. Tampoco hay todavía una convención universal que defina cómo hay que hacerlo, pero sí hay una presión legislativa y social creciente que obliga a cada vez más empresarios a retratarse en ellos. Eso es lo más positivo de los informes de sostenibilidad: ser retratos útiles para guiar a los que legislan y a los que consumimos.
Pero claro, hay que estar muy interesado en un sector o en una empresa para leer un informe de sostenibilidad. No son lo que se dice una lectura amena, al menos no todavía. Por eso las empresas responsables que quieren aprovechar todo el valor que les da serlo, deben dedicar recursos y esfuerzo a contarlo de forma mucho más comprensible y cercana en los múltiples canales por los que se comunica con la sociedad.
Miradas desde los mensajes que lanzan al mundo llenos de contenido basado en su Responsabilidad Social, podemos diferenciar fundamentalmente tres tipos de empresas: las que ya tienen la RSC en su ADN empresarial, las que van acercándose a la RSC y lo cuentan, y en último lugar las que buscan en lo que hacen algo que se parezca a la RSC para contarlo.
Nacidas para ser responsables
Las empresas con la RSC en su ADN empresarial se dividen a su vez en dos grupos principales. En primer lugar están las que ya han nacido así, y su actividad ha surgido como respuesta a una necesidad social o ambiental que es además una oportunidad de negocio. En este grupo hay ya muchas empresas de todo tamaño, tanto de servicios como de productos. Traigo hoy aquí el ejemplo de una que he conocido hace muy poquito y que se dedica a fabricar pinturas y revestimientos ecológicos a base de cal y grafeno para convertir los hogares en lugares más sanos y sostenibles. Nació en 2013, tiene la central en la vecina localidad sevillana de El Viso del Alcor y cuenta ya con fábricas y delegaciones por todo el mundo. Se llama Graphenstone, por si les interesa, y su pintura sigue captando CO2 desde nuestras paredes.
Las empresas de este primer grupo siguen afortunadamente multiplicándose porque surgen, la mayoría, como consecuencia del emprendimiento de la gente más joven y comprometida, y de la investigación que pone sus miras en lo que necesita el mundo para un desarrollo sin hipotecas sociales o ambientales.
En este primer tipo de empresas están también las que tienen la RSC en su ADN después de haber evolucionado con sentido y haberse reconvertido con el tiempo hasta tener el gen de la sostenibilidad como un faro del negocio. Otra vez hay que decir que cada vez hay más empresas de este tipo. Me gusta mucho –seguro que ya lo saben- el caso de Alma Natura, otro ejemplo de empresa muy cercana, onubense para más señas, que nació como colectivo en 1997 en Arroyomolinos de León y ha ido evolucionando hasta identificar su ADN más responsable en un propósito claro: fijar población rural desde el mismo pueblo que les vio nacer. Lo hacen a nivel nacional y hoy son una referencia del movimiento de las Benefit Corporation o B-Corp como la primera empresa española certificada.
Y otra vez es muy tranquilizador ver que son muchas más las empresas que se reinventan y se involucran en esta marea teñida de nuevos enfoques económicos que quieren romper los modelos tradicionales de producir, usar y tirar sin mucho sentido en el largo plazo.
La RSC como camino
En el segundo tipo de empresas responsables que identificábamos arriba, el de las que van contándonos cómo se acercan a la RSC, está la gran mayoría. Es una estupendísima noticia ver grandes y medianas empresas cambiando sus formas de gestionar dentro y fuera de su estructura para ir adecuándose a otra forma de hacer negocios.
Hay honrosos ejemplos de grandes marcas que se han propuesto enormes y transformadores retos al calor de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU y con no poco peso de la obligatoriedad legal. Pero da igual el motivo, sea por obligación o por compromiso, lo importante es que se lo han creído, y en cómo lo cuentan esto se nota.
Son tantas empresas en este tipo que decir los nombres que me vienen a la cabeza sería muy sesgado, y usar algún ranking de los que anualmente se publican sería injusto. Hagan ustedes ese ejercicio: ¿qué marca de las más tradicionales han notado ustedes que ha cambiado su discurso? Puede que ya no les cuente tanto lo bueno que es su producto o su servicio, y sí mucho más lo buenos que son como empresa para el mundo.
En los resultados está la clave
El último tipo de empresa sobre el que reflexionamos juntos hoy es el formado por las que ven cómo a otras les funciona contar lo buenas que son y buscan algo que contar de sí mismas. Pero buscar no es provocar, así que no lo hacen desde la estrategia ni con vocación de continuidad, sino que buscan la oportunidad. Por eso casi siempre hablan de acciones sociales aisladas o puntuales, filantrópicas casi seguro, necesarias y de agredecer siempre, pero no provocan transformación a largo plazo.
Eso es lo que diferencia a las empresas responsables que de verdad hacen RSC: son capaces de transformar poco a poco una realidad. Por eso los informes de sostenibilidad, amenos o no, son importantes, especialmente los que están bien orientados y publican de forma accesible y compresible resultados cuantitativos que evidencian esa transformación. Porque en los resultados está la clave. Recuérdenlo la próxima vez que una marca que consumen les genere alguna duda cuando les cuente lo buena que es.
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