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El Dolmen de Soto, uno de los descubrimientos arqueológicos más importantes de la provincia de Huelva durante el siglo XX abrió sus puertas el pasado 25 de julio tras ser objeto de intervenciones continuas desde 2004 por parte de la Consejería de Cultura, lo que ha posibilitado una debida documentación, investigación, consolidación y revalorización de este monumento megalítico que constituye un atractivo turístico de primer nivel. Ubicado en el cabezo del Zancarrón, en la finca La Lobita (término municipal de Trigueros) la protección del bien es compartida entre la Administración autonómica y el Consistorio de la localidad.
Todo un complejo turístico acondiciona el monumento megalítico para recibir a los turistas e introducirlos en la riqueza y exclusividad que rodea al conjunto dolménico prehistórico, comenzando por sus más genéricas explicaciones referidas a su significado y construcción hasta los numerosos símbolos, ornamentos y dibujos que contiene en su interior.
Todo ello puede ser contemplado por parte de los visitantes a través de un video explicativo antes de pasar a la galería dolménica y observarla en primera persona.
Durante una visita al monumento, Manuel, Ana y Fran comentan sus observaciones. El primero de ellos, un joven canario, asegura que acude por segunda vez, siendo la primera una visita guiada muy ilustrativa. No obstante, decidió repetir la experiencia junto a sus dos amigos, oriundos de Sevilla y Galicia, respectivamente.
Tras las explicaciones de todo aquello que Manuel recuerda de su anterior visita, sus amigos aseguran que recomendarán visitar el Dolmen de Soto a todos aquellos interesados por la historia y la cultura tanto a nivel genérico como de Huelva en particular. "El video nos ha resultado muy ilustrativo y nos ha revelado una gran cantidad de información interesante que a simple vista no podríamos descubrir", explican.
Esta construcción "de galería o largo corredor", de algo más de 20 metros de longitud y orientada hacia el Este, está datada en el Neolítico, concretamente en el quinto o cuarto milenio a.C. Cubierta por un gran túmulo de morfología circular cuyo diámetro ronda los 60 metros, conforma una colina artificial hecha con capas de arcilla y rematada con un nivel de cuarzos y cuarcitas que la hacían resaltar visualmente en un radio de varios kilómetros sobre la zona llana que lo circunda.
La singularidad del dolmen estriba también en la abundancia de grabados y pinturas en los ortostatos, formando asociaciones complejas de elementos geométricos, antropomorfos, bandas, cazoletas, círculos, hachas, cuchillos, entre otros.
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