Las escasez de subsistencias y los altos precios destapaba la falta de una buena política de abastos en Huelva
Crónicas de otra Huelva
Ponce: “Es preciso meter en caja precios y tarifas, ordenándolos más de acuerdo con las justas leyes del tráfico y con una buena política de mercado, condición fundamental para que existan una sólida paz social
El anónimo es la más incomprensible de las traiciones, con la que solo se gana satisfacer una pequeña pasión
Pesimismo Social
El reclamo de la clase trabajadora
Hemos hecho alusión en esta sección, siempre basándonos en los artículos de Ponce Bernal, a que la crisis económica mundial que alcanzó España el 1930, un año después de que estallara en Estados Unidos la conocida como la gran depresión del 29, tuvo en Huelva consecuencias desastrosas: caída de las exportaciones y del tráfico del puerto, decadencia de la actividad minera, crisis agrícola, el declive del sector de la construcción… El pesimismo social alcanzó proporciones colosales y nuestro autor publicaba líneas y líneas que describían esa situación, que sumía a los onubenses en la más absoluta desolación.
Este artículo que reproducimos hoy habla de las subsistencias y de cómo, a su modo de ver, había que organizar la política de abastos para que los alimentos llegaran a toda la población con precios justos y razonables. Atendió el reclamo de unos trabajadores que pidieron al periódico una campaña para llamar la atención de las autoridades sobre el abaratamiento de las subsistencias y la reconducción de la política de abastos. Los precios de los alimentos más básicos quedaban fuera del alcance de la mayoría de la población que, al carecer de ingresos, no podía gastar. Aunque así lo hizo, porque dijo “sentir al unísono de los elementos populares”, consideró que dicha campaña debía ser emprendida por las delegaciones de abastos. Pidió a quienes podían tomar decisiones que no se quedaran, “como era costumbre”, en el relato de las buenas intenciones.
Ponce Bernal era, como le dirían sus colegas y así quedó escrito en Diario de Huelva (ya hablaremos de ello), “el más político de los periodistas y el más romántico de todos los políticos”. Sintió la necesidad de actuar, de pasar a la acción. En sus artículos relataba el estado de la cuestión, abordaba dramas humanos individuales y colectivos que le hacían cuestionarse su posición en la sociedad. Su solidaridad con los que más padecían los efectos adversos de la situación social y política se hacía patente: “En nuestras columnas, atentas –explicaba- del sentir ciudadano, han de repercutir, pues, esos dolorosos ecos de centenares de familias”.
Por eso tomó la determinación de actuar desde dentro, porque hubo un momento en que consideró que no podía seguir criticando la actitud de la clase política sin implicarse completamente. No es ocasión ahora de detenernos en esa cuestión, pero es cierto que a partir de 1930, sus textos llevan consigo mensajes políticos, acción política, ideas políticas, convencido como estaba de que solo a través de esta herramienta se podía cambiar el estado de las cosas, el rumbo de la sociedad.
La lectura del artículo de Ponce Bernal nos lleva de manera irremediable a relacionar en cierto sentido esa situación con la que vivimos hoy. Salvando las distancias, para una gran mayoría de la población actual, los precios de los alimentos y de los artículos de primera necesidad están en gran desproporción con los salarios. Mientras que estos no se incrementan, el gasto de las familias ha aumentado considerablemente en los últimos tiempos.
Anoche nos ha visitado en nuestra Redacción una nutrida representación de las clases trabajadoras de Huelva rogándonos que emprendamos una campaña para conseguir el abaratamiento de los artículos de primera necesidad.
La intención es buena y justa y el ruego no ha necesitado en nosotros de más excitaciones, ya que sobre el particular pensamos al unísono de los elementos populares.
Eso sí, discrepamos únicamente en una cuestión de procedimientos: y es que nosotros estimamos que esa campaña, activa, para lograr el abaratamiento de las subsistencias, a quien corresponde emprenderla principalmente, es a las delegaciones de Abastos. Y como el grave problema de las subsistencias sangra por todos sus lados, bien estará que la energía, al servicio de una eficaz orientación, ponga remedio cuanto antes a un asunto de tan vital interés.
La situación presenta las más inquietantes perspectivas. Haciendo triste y doloroso “pendant” con la actual crisis que tanto perturba hoy a la clase obrera onubense -¿hemos de recordar la penosa huelga de la fábrica Matías López?-, la carestía de las subsistencias viene a poner abrumador colofón al incruento calvario de muchos hogares, atenidos a las eventualidades de un modesto jornal.
En nuestras columnas, atentas del sentir ciudadano, han de repercutir, pues, esos dolorosos ecos de centenares de familias, que no solamente experimentan la falta del cotidiano estipendio, sino que, por añadidura, ven con espanto, más que otros días, el precio creciente de la mayor parte de los artículos de primera necesidad.
Siempre sería de alta y ejemplar justicia social una sabia y ponderosa política de abastos; pero con más motivo se echa de menos cuando en circunstancias como las de ahora, por muy indiferentes que seamos con nuestros semejantes, caemos en la cuenta de que la vida resulta imposible por la carestía de las subsistencias para una gran parte de ellos.
Y no solo para el factor del trabajo, en el estadio manual, sino también, casi en iguales proporciones, en el artesanado, en el amplio círculo de las clases medias, no menos oprimidas y a veces más por formidable pesadumbre del costoso vivir, cuyas exigencias crean un sufrido proletariado de corbata, digno de salvadores apóstoles de redención.
Los desposeídos, los que crean riquezas y son el verdadero nervio de la sociedad, resultan ser los más gravados contribuyentes por esta tributación difusa, indirecta y fatal que, hora por hora, se exacciona en los artículos alimenticios, haciendo de la imprescindible necesidad agente de explotación y lucro.
Cada vez que se plantea esta cuestión y la crisis aprieta sus dardos, no faltan las buenas palabras que acarician y embaucan las esperanzas de hogares pobres y modestos; pero generalmente no pasa de ahí, y los optimistas propósitos no llegan a realidades.
Hay que abaratar las subsistencias. Es preciso meter en caja precios y tarifas, ordenándolos más de acuerdo con las justas leyes del tráfico y con una buena política de mercado, condición fundamental para que existan una sólida paz social y un orden verdadero en el fondo de los espíritus.
Ponce Bernal / Diario de Huelva, 26 de junio de 1930
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