El espíritu de superación de una juventud que piensa, lucha y trabaja, en la figura de Arturo L. Damas
Crónicas de otra Huelva
Decía que algunos de esos jóvenes onubenses “llegaban al heroísmo, por su origen humilde, sujetos a privaciones materiales múltiples, estrechados por las ineludibles necesidades del vivir”
La educación: La concepción errónea de la juventud
Blanqui-Azul encarnó, en este artículo, en el empresario local Arturo López Damas el espíritu de superación de una minoría de jóvenes que pensaba, luchaba y trabajaba. Recalcó el papel de los jóvenes en la sociedad, de quienes se mantenía, a su modo de ver, una concepción errónea, de sus acciones y decisiones. Creía que había posibilidades para que este sector se formara y participara en la vida pública para ennoblecerla y enriquecerla. Lamentaba que el ambiente familiar se encontrara en España saturado de advertencias y consejos que cohibían aspectos de la voluntad del joven. Pero frente a este espectáculo emergía una plausible minoría de jóvenes sí pensaba, luchaba y trabajaba; y este era el motivo que decía llevarle a escribir esas líneas “a vuela pluma”. Pese a reprochar que hablaban poco, consideró que acertaban muchas veces a plasmar sus teorizaciones y presentaban una conducta ejemplar. Y destacó por encima de otras consideraciones el gran esfuerzo de los que llegaban a destacar aún careciendo de recursos económicos y de posibilidades sociales.
Para Ponce este número reducido se vería ampliado cuando acertaran plenamente a amplificar la educación pública quienes la tenían a su cargo, llamando de este modo la atención de la clase política. Igual que pensaba que el deber de las instituciones era atender las necesidades de una población que carecía de medios suficientes para vivir con decencia y que difícilmente se vestía y alimentaba, la acción gubernativa debía hacerse notar en otros órdenes de la vida. En las escuelas y la educación era necesario el progreso, del mismo modo que se modernizaban los establecimientos de ocio, como los cines y los cafés. La educación es, sin duda, la base de una sociedad equilibrada y justa. Pero eso hay que creerlo de verdad. Este texto que reproducimos hoy es, como él lo llamó, un Prolegómeno necesario sobre la juventud antes de contar el final del raid en el que participó Damas con su moderno autobús Plus Ultra -el “ómnibus Bussing más suntuoso y cómodo del mundo”-, que le sirviera para llevar a cabo con gran éxito el viaje Colonia-París-Madrid-Huelva. No es el único en el que alaba la iniciativa de este empresario onubense, de origen portugués, creador de la primera línea de transporte por carretera de la provincia y el primero en poner en marcha la línea Sevilla-Huelva-Lisboa. Se convirtió rápidamente en uno de los empresarios más prósperos e influyentes de Huelva. La empresa perdura hoy con el monopolio del transporte por carretera en Huelva en su conexión con los pueblos y con sus provincias limítrofes.
SE cree generalmente que hablar de juventud es como mencionar algazara, bullicio, desorden, osadía, vicio más o menos acentuado, donjuanismo, etc., etc. Cuanto de inferior, de absurdo y de animalismo cobija aún el ser humano, parece adquirir loa y beneplácito cuando nos hallamos en las primeras etapas de la vida, en la juventud con más o menos años. “Son jóvenes, es justo que disfruten”, oiréis decir a cada paso. Cuando se es joven se debe “disfrutar”, “correrla”, ver “lo que se pueda” y llevar a cabo cuantos mayores desenfrenos mejor. Solo se debe procurar una cosa: guardar con gran maestría una sempiterna simulación e buenos modales y refinada educación.
No es tampoco raro escuchar sermones parecidos a este: “Nada de libros, hijo mío: nada de calentarse la cabeza, procurarse un buen puesto en el mundo y nada más, a no ser divertirse mucho”.
El ambiente familiar en nuestra nación se halla saturado de advertencias y consejos cohibidores, en ciertos aspectos de la voluntad del joven; diríase que forman como una atmósfera sutil, que llena al ámbito del hogar, y no hay más remedio que respirarla. En la calle, en el café, en el teatro, en el casino, no es mejor el ambiente que respira el joven. Se podría decir que a la juventud sigue constantemente una fatalidad al parecer insensible que la enerva y dobla, llegando en ciertos sectores a utilizar todo conato del emergimiento espiritual.
Pero frente a este triste y desolado espectáculo de la juventud española, en su gran mayoría, entregándose a nimias e infructuosas actividades se yergue triunfante una plausible minoría de jóvenes que piensa, que lucha, que trabaja. Este es el motivo que nos impulsa a trazar estas líneas a vuela pluma y lo que queremos reflejar aquí.
Son, penoso es decirlo, una minoría, muy minoría todavía. Estudian, trabajan, meditan, hablan poco, aunque aciertan muchas veces a plasmar bellas teorizaciones. Su conducta es ejemplar. Algunos llegan al heroísmo, ya que son pobres, de humildísimo origen, sujetos a privaciones materiales múltiples, estrechados por las ineludibles necesidades del vivir. Pero no cejan, no se arredran, no huyen del dolor de verse solos o casi solos, pero acompañados siempre de un ritmo interior que les anima en la lucha, en la batalla terrible y silenciosa contra los elementos hostiles: hombres negados, ambientes opresivos, fuerzas coercitivas que parecen confabularse para hacer más cuesta arriba el camino a seguir. Ese ritmo interno lo marca el corazón contento de sufrir por la vida, por una vida nobilísima, que se persigue tenazmente, no importando cuándo se ha de hallar.
Sí, recordemos a esa juventud, que mañana serán los hombres buenos y útiles para la colectividad. No son gran número hoy, pero irán aumentando, cuando acierten plenamente a amplificar la educación pública quienes la tienen a su cargo.
En esa juventud hay toda una posibilidad superativa. En ella, en su alma dilatada, está el germen de una posible vida armónica y alta. A esa juventud pertenece Arturo López Damas. Vendrá para esa juventud una aurora inefable.
Blanqui-Azul. Diario de Huelva, 28-02-1928.
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