Diálogos cofrades
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Desastres naturales
Los nuevos planes que se elaboren ahora deberán también calcular los daños que deje un posible tsunami en Huelva pero por el momento hay números encima de la mesa que llevan a la preocupación. La Fundación Mapfre publicó en 2005 un estudio centrado en la costa occidental onubense elaborado por dos científicos de primer nivel: Emilio Carreño, director entonces de la Red Sísmica Nacional, del Instituto Geográfico Nacional, y Alberto Sellers, miembro de Ingeniería de Sistemas para la Defensa de España, del Ministerio de Defensa.
Los datos en ese documento son reveladores, aun tomando un escenario fijado en 2000 y ubicado en la franja entre Ayamonte y la capital: 112.733 víctimas, sin distinguir entre fallecidos y heridos ni personas que pierdan su hogar.
La simulación realizada con modelos matemáticos contemplaba los efectos de una gran ola de 10 metros de altura, que alcanzaría un área de 23.038,29 hectáreas, a lo largo de nueve municipios: Huelva, Ayamonte, Aljaraque, Cartaya, Isla Cristina, Punta Umbría, Lepe, Palos de la Frontera y Moguer, estos dos últimos incluidos por el entorno industrial de la capital en sus daños.
Los daños económicos por la afección de industrias y comercios en Huelva y Palos se cifran en más de 2.000 millones de euros, y para la zona comercial de Isla Cristina se calculan posibles pérdidas superiores a 87 millones de euros. No se recogen estimaciones para el Puerto de Huelva y tampoco para la agricultura y la ganadería en la provincia, aunque sí se prevén daños en 2.225 hectáreas agrícolas y 7.893 cabezas de ganado. Además, como daños sociales sin valoración se apunta la afectación de 34.674 viviendas y 34.562 vehículos, que sólo para la capital, estos últimos supondrían pérdidas de 5,3 millones de euros.
Ahora, 21 años después, la fisonomía de la costa ha cambiado, hay más población y es necesaria una nueva evaluación de posibles daños, que pueden ser mayores.
El cineasta valverdeño Fernando Arroyo es responsable en buena medida de todo lo que ahora se está consiguiendo. Su documental La gran ola, estrenado en marzo de 2017 y todo un éxito entonces en los cines y en televisión, logró llevar al público la preocupación por la ausencia de planes de respuesta ante el riesgo de un posible tsunami. Ese trabajo fue el altavoz que muchos científicos echaban en falta también, por el empeño de Arroyo, alineado con ellos y convertido en uno de los principales impulsores de nuevas campañas de divulgación y concienciación.
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