Un estudio de 2005 calcula 112.700 víctimas por un tsunami en la costa occidental de Huelva
Desastres naturales
Las pérdidas en la industria de Huelva y Palos se estimaban en 2.000 millones para el año 2000
Los nuevos planes que se elaboren ahora deberán también calcular los daños que deje un posible tsunami en Huelva pero por el momento hay números encima de la mesa que llevan a la preocupación. La Fundación Mapfre publicó en 2005 un estudio centrado en la costa occidental onubense elaborado por dos científicos de primer nivel: Emilio Carreño, director entonces de la Red Sísmica Nacional, del Instituto Geográfico Nacional, y Alberto Sellers, miembro de Ingeniería de Sistemas para la Defensa de España, del Ministerio de Defensa.
Los datos en ese documento son reveladores, aun tomando un escenario fijado en 2000 y ubicado en la franja entre Ayamonte y la capital: 112.733 víctimas, sin distinguir entre fallecidos y heridos ni personas que pierdan su hogar.
A tener en cuenta
- El valioso testimonio de María Belón tras Tailandia. El tsunami de Tailandia de 2004 es el referente más cercano de la devastación que deja un tsunami. La española María Belón sobrevivió a esa enorme ola de destrucción que le sorprendió mientras estaba de vacaciones con su familia, y su experiencia fue llevada al cine en la película Lo imposible. Ahora es una de las principales activistas para lograr planes de prevención, también en Huelva, donde ha dado charlas en ese sentido. “Tuvimos la inmensa suerte de vivir entonces en Japón y mis hijos y nosotros sabíamos cómo actuar”. Allí había simulacros una vez al mes en los colegios: “Eso hace que la población esté preparada cuando realmente llega la catástrofe. Es muy difícil ver situaciones de histeria y eso ayuda mucho a mantener la calma y a tomar buenas decisiones”.
- La importancia de 5 segundos de anticipación. “Los tiempos de aviso son muy pequeños pero se pueden hacer muchas cosas”. Lo afirmaba en Huelva la catedrática Elisa Buforn, del proyecto Alertes-Rim sobre terremotos presentado en marzo de 2017. Buforn lo describía bien: “Sólo con 5 segundos ya hay medidas de autoprotección que se pueden tomar rápidamente, como refugiarse debajo de mesas para evitar ser golpeados o aplastados. Con 10 segundos puede dar tiempo a cortar el suministro de gas para evitar explosiones, parar determinados procesos industriales o detener una intervención quirúrgica. Y con 15 segundos, los trenes pueden aminorar su velocidad y se puede evitar que aterricen aviones. De 20 a 40 segundos, muchas más cosas en plantas petroquímicas y nucleares”.
La simulación realizada con modelos matemáticos contemplaba los efectos de una gran ola de 10 metros de altura, que alcanzaría un área de 23.038,29 hectáreas, a lo largo de nueve municipios: Huelva, Ayamonte, Aljaraque, Cartaya, Isla Cristina, Punta Umbría, Lepe, Palos de la Frontera y Moguer, estos dos últimos incluidos por el entorno industrial de la capital en sus daños.
Los daños económicos por la afección de industrias y comercios en Huelva y Palos se cifran en más de 2.000 millones de euros, y para la zona comercial de Isla Cristina se calculan posibles pérdidas superiores a 87 millones de euros. No se recogen estimaciones para el Puerto de Huelva y tampoco para la agricultura y la ganadería en la provincia, aunque sí se prevén daños en 2.225 hectáreas agrícolas y 7.893 cabezas de ganado. Además, como daños sociales sin valoración se apunta la afectación de 34.674 viviendas y 34.562 vehículos, que sólo para la capital, estos últimos supondrían pérdidas de 5,3 millones de euros.
Ahora, 21 años después, la fisonomía de la costa ha cambiado, hay más población y es necesaria una nueva evaluación de posibles daños, que pueden ser mayores.
La ola de concienciación del trabajo de Fernando Arroyo
El cineasta valverdeño Fernando Arroyo es responsable en buena medida de todo lo que ahora se está consiguiendo. Su documental La gran ola, estrenado en marzo de 2017 y todo un éxito entonces en los cines y en televisión, logró llevar al público la preocupación por la ausencia de planes de respuesta ante el riesgo de un posible tsunami. Ese trabajo fue el altavoz que muchos científicos echaban en falta también, por el empeño de Arroyo, alineado con ellos y convertido en uno de los principales impulsores de nuevas campañas de divulgación y concienciación.
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