“El fandango, próximo a lo flamenco”, según Blas Infante
Blas Infante, reconocido como “padre de la patria andaluza”, fue un gran aficionado al flamenco, sobre el que escribió y teorizó con conocimientos y criterios, aunque no siempre acertados
Blas Infante (1885-1936) escribió entre 1929 y 1933 una obra titulada Orígenes de lo flamenco y secreto del cante jondo, un trabajo en el que aportó su propia visión sobre nuestro arte (1). Él tenía estudios de piano y sabía música, lo que le facilitó adentrarse en la tarea de analizar la musicología del flamenco, además de en su sociología.
Tuvo importantes discrepancias con las tesis de otros autores, como Felipe Pedrell, Manuel de Falla y varios más, a los que contestó contra argumentando. Algunas, como sobre el origen de la palabra flamenco, que él asociaba con la figura del labrador morisco fugitivo –fellah-mengu– de Al Andalus. O la extrañeza de que se asocie a los flamencos de los tercios de Flandes de Carlos I y esa palabra se silencie durante casi tres siglos para volver a aparecer sobre 1850 llamando flamencos a los gitanos.
Estas teorías se separaban notablemente de las de otros investigadores. “El epíteto flamenco se trasladó a los gitanos como expresión de la mala voluntad de los españoles con respecto a los individuos de esta raza: odiados, igualmente que eran los flamencos”, afirma Infante, que se pregunta también cómo es que con el nuevo orden de los Reyes Católicos se expulsaron de España a moriscos y judíos y, en cambio, no se aplicó esa severidad a los gitanos.
Las tesis de Infante están encajadas en el contexto de su ideario político, pero sus aportaciones al estudio del flamenco son enjundiosas; las musicales que le inspiran están basadas en viejos cantos judíos escuchados en las sinagogas y, sobre todo, en la música andalusí que descubrió en la nubas de Marruecos cuando viajó a dicho país (3), antes de escribir este libro.
Los creadores del flamenco
Blas Infante (2) cree que los creadores de lo flamenco debieron ser hombres errantes, que se sintieron coartados en sus movimientos, hombres profundamente tristes, desesperados y en prisiones o próximos a ellas. De ahí la naturaleza de su música, “las protestas líricas que arrebatan las coplas”…
Para él, el hecho flamenco se produce entre 1550 y 1775; luego, se pierde su pista y más tarde reaparece, “afectado por una extraña técnica y en poder de los gitanos”. Pero apela a la literatura para afirmar que “el labrador andaluz, como el valenciano, eran moriscos”, es decir, anterior a la presencia de los gitanos en Andalucía cuyo primer grupo llegó a Jaén en 1462. Con lo cual sitúa al cante flamenco como anterior al cante jondo. Y hasta 1850 hay un largo silencio en el que no se habla de “flamencos” ni de flamenco.
Parte de lo que venimos comentando ha sido ya refutado y reconducido por los investigadores modernos.
Delimita los cantes flamencos
Infante detalla las canciones que el pueblo nombra como “er cante” (“deblas, martinetes o carceleras, tonás, livianas, cañas y policañas, polos, jaberas, serranas y soleares, rondeñas, malagueñas, granaínas y murcianas, trilleras, caracoles… y canciones de música ligera, bailables como las bulerías, alegrías, tientos y juguetillos”).
¿Y el fandango...?
El fandango, que es base y madre musical de algunos de los cantes citados, ¿dónde se incluye? A ver… “otro género que distingue el pueblo andaluz –dice– está compuesto por melodías que pueden ser o no ser flamencas (corridas, peteneras, saetas…, cante nombrado americano como guajiras, vidalitas, mirabrás, etc). Entre estos cantes se incluye el fandango, cuyo carácter tan discutido ha venido siendo hasta lo presente… Los fandangos llegaremos a denominarlos, atendiendo al concepto que el pueblo tiene del mismo con referencia a lo flamenco, como próximo a lo flamenco”.
Es decir, que interpretando lo que considera el pueblo, el fandango no es flamenco.
Pero, ¿es eso verdaderamente lo que consideraba el pueblo comenzando la década de los años treinta del pasado siglo? Recordemos que esta obra la escribió Blas Infante entre 1929 y 1933, cuando el fandango vive en la cima de su década dorada, consolidado como el cante más popular y demandado por los públicos; con intérpretes y estilos tan flamencos como los de Marchena, Vallejo, Cepero, Niño Gloria, Niño de Cabra, Tomás Pavón, Manuel Torre, Mazaco… y los onubenses Rebollo, Isidro y Rengel. Y cuando eran conocidos sobradamente los fandangos alosneros, de los que ya escribía –y alababa su autenticidad– Chaves Nogales en 1920.
Conferenciante de flamenco
Durante la dictadura de Primo de Rivera, Blas Infante tuvo poca oportunidad de defender públicamente su Ideal andaluz; fue entonces cuando se interesó por el flamenco y dio conferencias sobre la materia en la Universidad (4).
(Continuará)
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