De fenicios, vikingos y reyes andalusíes: al rescate de la legendaria urbe de la isla Saltés en Huelva (I)
Tribuna de opinión
El autor recorre históricamente Saltés, sus vínculos legendarios con el templo de Melkart y su desarrollo como gran capital de su propio reino taifa de la que queda huella arqueológica
Cuentan las leyendas de la Historia que los fenicios, en su diáspora comercial hacia el lejano occidente, allá por alrededor del año 1000 antes de nuestra Era, traspasaron las columnas de Hércules y llegaron a las costas onubenses, donde fundaron en una isla inmediata a lo que hoy es la península de Huelva, frente a la desembocadura de dos ríos, un templo dedicado a su dios Melkart.
Dicha isla no ha de ser otra que la de Saltés, y dicho templo protohistórico, de existir, sólo podría ser localizado por la investigación en un área específica de dicha isla, concretamente en su sector continentalizado más antiguo, el lugar conocido como el Paraje de El Almendral, el más septentrional de los espacios emergentes que en la actualidad conforman la isla de Saltés.
En dicho paraje florecería también, siglos más tarde, durante la Alta Edad Media, toda una ciudad dedicada a la industria de la metalurgia del hierro y al desarrollo progresivo de una actividad comercial orientada a todo tipo de mercancías, dada su privilegiada situación como puerta hacia el océano ubicada a resguardo en el estuario del Odiel.
A mediados del siglo IX, dicha ciudad ya tuvo que adquirir cierto rango o importancia pues en las fuentes andalusíes se la menciona como eso, una verdadera ciudad, cuando recibiría en el año 844 el asalto de los vikingos. A pesar de la efímera visita de los nórdicos y sus consecuencias inmediatas, la ciudad siguió su curso y desarrollo hasta tal punto que a finales del Califato Omeya sería elegida por Abd al-’Azîz al-Bakrî como la capital de su nuevo reino (1012-1052), el reino taifa de Huelva y Saltés.
De existir el templo de Melkart sólo podría ser localizado en un área de la isla de Saltés
La independencia de Medina Shaltîsh en 1012 del poder cordobés fue uno de los primeros episodios secesionistas que surgieron en el Califato y, de hecho, la taifa de Saltés y Huelva sería la primera declarada en el occidente andalusí, anterior incluso a la propia Niebla (1023).
Sin duda, el desarrollo y auge de las actividades comerciales sería una de las claves en este proceso, al hilo del desarrollo de las ciudades costeras-comerciales que surgirían en el conjunto de al Ándalus en este periodo. Y así nos lo dejan entrever las fuentes cuando nos trasmiten aquello de que “(…) los días de su reinado fueron una continua fiesta por la baratura de los precios y por la seguridad de los caminos (…)”.
Poco duraría esta independencia política, pues el reino de Saltés acabaría formando parte de los dominios de la taifa de Sevilla, si bien su ciudad, la antigua capital, continuaría su desarrollo y existencia, conformando una urbe donde “las casas se suceden y además hay un mercado”, y “se ha construido considerablemente”, conformándose “una densa aglomeración sin espacio vacío entre sus construcciones”, que “posee amplios arrabales” y “dispone de zoco y en ella se trabaja el hierro”, una ciudad que fue “un lugar de escala para los barcos y navegantes”, donde “su puerto está bien abrigado a los vientos”, un puerto que “está muy frecuentado y provisto de un astillero donde se construyen naves”, etc.
Fuentes históricas y arqueología
No lo digo yo, lo del entrecomillado lo dicen las fuentes históricas y, hasta la fecha, la arqueología va corroborando con cada paso que se da en la investigación, escasos pasos aún, dichas afirmaciones manifiestas en las fuentes.
Las actuaciones arqueológicas del pasado siglo confirmaron la presencia en la isla de evidencias protohistóricas y la importancia de la ciudad andalusí, estableciendo para la misma un primer acercamiento general a su conocimiento científico.
Las excavaciones confirmaron evidencias protohistóricas y la importancia de la ciudad andalusí en la isla de Huelva
En 2004 pudimos comprobar científicamente que la ciudad ocupa, como decían las fuentes, todo el paraje de El Almendral, superando su extensión más de 20 hectáreas superficiales, de las que conocemos por excavación mucho menos del 2%. Y en 2014, empezamos a conocer arqueológicamente la Alcazaba, la cual no sólo no está arruinada, como se pensaba hasta entonces, sino que ofrece espacios arquitectónicos monumentales con enormes posibilidades para la investigación y puesta en valor.
Todo el sitio arqueológico está por intervenir. La ciudad medieval sería abandonada a lo largo del siglo XIII, como consecuencia del avance cristiano en ese proceso histórico que algunos erróneamente aún llaman “Reconquista”.
La urbe andalusí murió ciertamente en el siglo XIII, surgiendo con ello, desde entonces, el yacimiento arqueológico. Pero lo que sí podemos conquistar hoy es el reconocimiento de la importancia y singularidad de nuestro patrimonio arqueológico, su conservación, investigación y puesta en valor.
Porque Medina Shaltîsh es hoy un yacimiento abandonado a su suerte a pesar de su importancia y singularidad. Y sus evidencias materiales, soterradas y emergentes, están amenazadas gravemente.
La vegetación espontánea y formaciones leñosas se han adueñado del lugar. Los escasos espacios exhumados hoy de los sectores urbanos de la medina, aunque invadidos de dicha vegetación, se concentran en un área inferior a la media hectárea de las más de veinte que sabemos que existen.
Su localización espacial en una misma área habría de facilitar la ejecución de actuaciones para, por ejemplo, su puesta en valor en un espacio definido dentro de la isla. Y esta materialidad emergente requiere que se realicen actuaciones de conservación preventiva, que no tapados preventivos, para asegurar su perdurabilidad y su disfrute por la ciudadanía.
Junto a dichos espacios de la ciudad aún emergente al norte de la isla se localiza además la Alcazaba, esa que empezamos a descubrir y conocer hace diez años y sobre la que también todo queda por hacer.
Continuará en la edición de mañana.
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