Las futuras médicas de Huelva se abren camino: De la inseguridad inicial a la confianza plena al final de la residencia
Julia Villero y Cristina Navarro son dos de las residentes del hospital Infanta Elena que, a base de ilusión, motivación y entrega, piden paso en la sanidad onubense
Los tutores son clave para tender la mano a los futuros médicos en su proceso formativo
Las nuevas generaciones de médicos piden paso en Huelva. Jóvenes residentes como Julia Villero o Cristina Navarro, después de completar el Grado de Medicina y el MIR, encuentran en el hospital Infanta Elena una escuela de vida. "Un hogar", tal y como lo describen ellas mismas, que les tiende la mano para ayudarles a cumplir el sueño de sus vidas: el de dar lo mejor de sí en favor del paciente.
Julia y Cristina conversan, junto a este periódico, sobre un período de formación que la primera está a punto de completar y que la segunda acaba de iniciar y, pese a que les separan cinco años de aprendizaje, coinciden en la "montaña de emociones" que supone la residencia, etapa en la que conviven la ilusión, el miedo, las expectativas y la realidad. Afloran unos sentimientos que bien podrían entorpecer el proceso formativo de estas médicas, pero que son equilibrados gracias al trabajo en equipo, al apoyo entre compañeros en el hospital y a los tutores, cuya misión es transformar las dificultades en confianza y responsabilidad.
A Julia Villero le quedan pocos meses de residencia. Tilda su experiencia de "peculiar", dado que llegó desde Sevilla al hospital Infanta Elena en septiembre de 2020, en plena pandemia de coronavirus. Un escenario que, por la incertidumbre y el desconocimiento, "cambió la dinámica hasta el punto de que empezamos cuatro meses más tarde de lo habitual". Aun así, las dudas y los temores propios de entrar por primera vez en un "hospital diferente al de tu ciudad" iban quedando aplacados conforme se sucedían las semanas.
El "logro" de que el paciente y su familia "te ven como médico y no como la que acompaña al médico"
La seguridad la da el paso del tiempo y la experiencia porque, como explica Julia, "no es lo mismo vivirlo que escucharlo de otros", referenciando a las historias que le habían contado en su casa -sus padres y su hermana son médicos-. La facultativa rescata de sus recuerdos "mis primeros casos en las guardias en Urgencias", pero también "los primeros diagnósticos y tratamientos que tuvieron impacto en mis pacientes", momentos que le hicieron ser consciente de la responsabilidad que tenía con la sociedad. Precisamente, "uno de esos logros pequeñitos, aunque increíbles, llegó cuando un paciente y sus familiares me vieron como su médico y no solo como la residente que acompaña al médico".
Los triunfos permanecen en los recuerdos de Julia Villero, al igual que lo hacen los "errores que cometemos en alguna decisión, que forman parte del proceso". Eso es "lo más difícil, darte cuenta de que eres humano y también puedes equivocarte", sostiene, al tiempo que expone que, al principio, "puede ser un poco duro, pero cuando te dejan hacer las cosas por ti mismo, es como si pudiéramos volar solos. Te das cuenta de lo que eres capaz de lograr, y ahí reflexionas sobre lo aprendido y lo gratificante que es".
Todo ese aprendizaje del que habla Julia no sería posible sin la figura de los tutores. Carla Rivas, una de las tutoras en Medicina Interna, enumera las diferentes etapas por las que pasa un residente que, pese a que cada uno es diferente, "siempre se cumplen": "la ilusión de los inicios, las situaciones complejas, la mayor autonomía y el momento en el que, en el quinto año de residencia, ya te consideran un referente". Y en todo ese camino Carla asume el reto de formar a los que son el futuro de la sanidad onubense, tanto desde el punto de vista clínico o asistencial, como desde el personal.
Para ello "me baso mucho en mi propia experiencia, aunque es cierto que cada residencia es única" y, por tanto, les ofrece su plena dedicación. A su vez, destaca lo positivo que resulta enseñar en un hospital comarcal como es el Infanta Elena porque "te permite hacer más cosas y tomar la iniciativa, dado que al ser pequeño, tienes más oportunidades y un más fácil acceso a casos interesantes. Enriquece mucho la experiencia la cercanía que da este hospital, que permite una mayor autonomía y un completo aprendizaje práctico".
Para Carla Rivas tan importante es el desarrollo de las habilidades clínicas como "el trato humano con los pacientes". Y es la relación humana uno de los aspectos "más enriquecedores de la profesión", asegura Julia Villero, quien destaca "los vínculos tan fuertes que llegas a crear con los pacientes, que los llegas a sentir como parte de tu familia. Es difícil de explicar". Asimismo, la residente destaca "un apoyo entre compañeros que marca la diferencia porque aquí todos compartimos el sentimiento de estar para apoyarnos los unos a los otros". Una enseñanza que quedó grabada en ella después de que "un día que estaba pasando por una situación personal complicada, un compañero residente que no me conocía me vio, entró a la consulta y vino a abrazarme y a ofrecerme su apoyo. Parece un gesto sencillo, pero para mí fue muy significativo porque me hizo ver que no estoy sola". "Me he dado cuenta", prosigue, "de lo importante que es poder tener a esas personas como referentes que, desde su propia experiencia, te guían y te hacen sentir más seguro".
El miedo y la incertidumbre de los comienzos
De ello, aunque apenas acumule unos meses de estancia en el hospital Infanta Elena, ya se ha podido cerciorar Cristina Navarro, residente de primer año de Traumatología, que proviene de Córdoba. "El hecho de estar en un hospital pequeño se traduce en que todos nos conocemos y, a medida que vas conociendo a tus compañeros, la sensación de trabajar en equipo se refuerza", pone de manifiesto, al tiempo que recuerda su primer mes, "en el que te enfrentas a muchos aspectos nuevos, por lo que llegas con ilusión y con muchas ganas de aprender, pero también con algo de miedo e incertidumbre y, aunque siempre hay compañeros dispuestos a ayudarte, esa sensación de no saber lo que te espera puede abrumar", reconoce.
Cristina suscribe la opinión de su compañera Julia acerca de los tutores, quienes "además de enseñar lo técnico, también transmiten una gran humanidad y trato personal, lo cual llega a ser una herramienta terapéutica poderosa". Ambas coinciden en describir a la medicina como una disciplina que "no avanza de forma individualista, sino que exige de trabajo en equipo, y el ser consciente de que el trabajo en comunidad prima por encima del protagonismo individual nos lo transmiten desde el primer día".
La joven residente está tutorizada por Pablo José Grande, de la Unidad de Rodilla del hospital Infanta Elena, quien considera que es "importante estar cerca de ellos, ofrecerles casos para que se sientan útiles y proporcionales herramientas para que puedan afrontar sus miedos, especialmente al principio. También hay que saber gestionar los tiempos, además de brindar nuestro apoyo para que se sientan muy bien aconsejados, acompañados y, sobre todo, muy queridos".
Una de las consignas innegociables para los tutores, como Pablo Grande o Carla Rivas, "es que los residentes no deben sentirse como una carga, al contrario. Son personas que nos están ayudando y, pese a que están aprendiendo, también aportan al hospital". Es clave, añaden, "que el residente entienda que forma parte del equipo y, conforme pase el tiempo, se vaya sintiendo cada vez más útil a medida que también se le da más responsabilidad. Hasta que llega el momento en el que se sienten preparados y tienen la libertad y tranquilidad para tomar decisiones".
A sus residentes Pablo Grande les aconseja el estudio permanente y la renovación continua porque, "en nuestra especialidad no dejan de aparecer nuevas técnicas quirúrgicas, métodos y novedades"; si bien no se le escapa que "el médico también se forma como persona y debe entender el sentido de trabajar por el paciente, a quien tiene que hacer suyo".
De profesionales como Carla o Pablo 'beben' cada día los médicos del futuro como Julia Villero o Cristina Navarro, quienes muestran una pasión incontenida por su trabajo porque "sentimos que estamos aportando algo importante a la sociedad". Una percepción que se forma también por "la conexión tan profunda que tenemos con el hospital, sintiendo que todo el equipo y los pacientes son parte de nuestro día a día. Estamos en casa", finalizan ambas residentes.
Unos 300 residentes cuando se cumplen 40 años de la formación MIR en el hospital
Cristina y Julia son solo dos de los casi 300 médicos que han realizado su residencia en el hospital Infanta Elena desde 1985, cuando la formación MIR comenzó con Medicina de Familia, especialidad a la que se fueron incorporando Medicina Interna, Traumatología, Radiodiagnóstico, Ginecología y Obstetricia y Anestesia, que ha sido la última en hacerlo.
El sistema EIR, con validez en todo el territorio nacional, es un método formativo para posgraduados basado en la participación activa en la asistencia como una línea básica de aprendizaje, cuyo objetivo es que el residente alcance progresivamente los conocimientos necesarios para el ejercicio de su especialidad. El periodo de formación, que oscilará entre los cuatro y los cinco años en función de la especialidad, se desarrolla bajo la supervisión y apoyo de un tutor principal, que acompaña a cada residente a lo largo de todo su proceso formativo, así como con la participación activa y constante del resto de profesionales de los centros sanitarios.
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