La habilidad para responder de la educación es una responsabilidad de todos
Respons(H)abilidades
El papel de los maestros y los profesores debería tener el reconocimiento social e incluso el agradecimiento sincero de todos nosotros, y así quizás empezarían a cambiar muchas cosas
Huelva/La educación es el origen y el final de la mayoría de las disfunciones que no nos gustan de nuestra sociedad, eso lo tenemos claro. De hecho todos opinamos aludiéndola alguna vez: es un problema educacional, se resuelve desde la educación, es necesario educar en valores, la educación es fundamental… Seguro que se recuerdan ustedes mismos diciendo alguna de esas frases referidas a muy diversos temas, porque hablar de educación es mucho más habitual de lo que parece. Lo que no tenemos nada claro es cómo abordarlo como sociedad, si no ¿por qué se iba a mantener un sistema educativo que todos están de acuerdo en concluir que no funciona? Es un tema difícil y complejo, no hay duda. Pero también es algo imprescindible y ambicioso que requiere de la participación y la habilidad para responder de absolutamente todos y cada uno de los ciudadanos.
Esta última idea quizás les haya llevado a pensar en las familias y en esa frase lapidaria que repetimos casi tanto como que la educación no funciona: “la educación empieza en casa”. Y aunque es una verdad rotunda, no me refiero en esta ocasión a eso.
Tampoco me refiero a otra necesidad evidente por la que claman todos los colectivos de profesionales de la educación: las familias deben implicarse estrechamente en el proceso educativo y en las normas de convivencia que se dan en los centros. Es muy importante, sí, pero no quiero referirme tampoco a eso.
La respuesta empieza en las creencias
La reflexión que quiero expresar hoy aquí es que la educación nos necesita a todos, seamos o no padres, madres o educadores. Requiere que todas las personas sean hábiles para responder al problema social de enorme calado que genera la pobreza educativa. Y para eso tenemos que trabajar juntos en algo que es el cemento social de cualquier organización humana: las creencias compartidas.
Posiblemente algunas personas dejen de leer en este punto. Piensan: ¿qué tendrán que ver las creencias con el sistema educativo, la calidad de la enseñanza o los resultados en los alumnos? Y la verdad es que las creencias lo son casi todo, desde múltiples perspectivas, pero en esta ocasión creo que nos bastará con centrarnos en una: la creencia colectiva que tenemos sobre la docencia y los docentes.
Si no, piensen en la trascendencia pública y social del maestro o el profesor de antes y el de ahora. Piensen en el respeto que a grandes y pequeños les generaba antes su figura, y el que se les profesa en general ahora. Fíjense en lo diferente que resultaba llegar antes a casa con una nota negativa del profe y lo que supone ahora. Y fíjense también que me he cuidado de no hacer juicios de valor sobre qué me parece mejor o peor. Sólo quería llamar la atención sobre que, sin lugar a dudas, las creencias colectivas han cambiado para todos. Se ha perdido el miedo, y eso está bien, pero también nos hemos dejado por el camino la autoridad. Así que a mí, que soy mucho de preguntas, me surge una: ¿realmente valoramos y respetamos a los docentes? Me refiero a todos, insisto, seamos o no padres o madres de sus alumnos.
Desde este enfoque, creo que sería importante empezar por trabajar nuestra creencia sobre los docentes, reconociéndoles su autoridad y otorgándoles de verdad el valor, la trascendencia y la importancia que en realidad tienen, y ya de paso brindándoles el apoyo y los recursos necesarios para hacer con eficacia su labor.
Hablar de educación está de moda
Esta reflexión en la que me he metido hoy no es del todo mía. Se inspira en otra que comparto al cien por cien y que encontré consumiendo vídeos en Youtube, una costumbre que he copiado de mis hijos y que en ocasiones me trae estos regalos. Así que les propongo lo mismo. Pongan en su buscador de referencia “hablar de educación está de moda por Leo Farache”.
Leo Farache es director de "Gestionando hijos" y promotor de la iniciativa "Pacto por la educación". La reflexión de su vídeo, esa que comparto, arranca con una pregunta: ¿Queremos las madres y padres que nuestros hijos sean profesores? Desde ahí nos invita a pensar sobre el concepto que tenemos en general del trabajo del docente, y sobre si realmente valoramos el rol que el maestro y el profesor desempeñan en nuestra sociedad. Porque lo que parece más habitual es animar a los jóvenes, sobre todo a los alumnos más brillantes o mejor preparados, a que aspiren a mejores remuneraciones, mayores responsabilidades o a otros trabajos más importantes. ¿Mayores responsabilidades? ¿Más importantes? Sí que tenemos equivocada la creencia.
Farache se apoya en una conclusión de Andreas Schleicher, coordinador del Informe PISA (Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos de la OCDE), quien en una de sus conferencias opina que la eficacia de la educación mejorará cuando las personas competentes del mundo quieran dedicarse a la docencia. Por eso termina Leo Farache el vídeo invitándonos a animar y no desmotivar a los jóvenes que deciden dedicar sus conocimientos a enseñar a otros, pero sobre todo –y aquí arrancó mi reflexión- nos invita a agradecérselo.
Dar las gracias es la expresión más pura de valorar. Valorar es respetar. Y si respetamos a los que quieren ser educadores y a los que ya lo son cambiaremos la creencia y nos convenceremos de que hay pocas tareas que impliquen mayor responsabilidad y sean más importantes que la educación. Puede que así, el resto de urgentes y necesarias reformas fluyan mejor.
No hay comentarios