Happycracia. La obligación de ser feliz
Psicología y salud: Todo está en ti
La vida, junto con la felicidad, no es estable. Hay momentos en nuestra vida en los que hagas lo que hagas serán grises, pero también habrán cielos azules
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![Un grupo de personas felices.](https://static.grupojoly.com/clip/d2afdfd6-d013-487a-9b05-3fd25b8c72a0_source-aspect-ratio_1600w_0.jpg)
Huelva/Hoy en día, cada vez se exige más ser feliz. Es decir, la felicidad ya ni se desea ni se busca, sino que debe ser impuesta. Desde la obligación: "Todos debemos ser felices y, por supuesto, demostrarlo en todas las redes sociales o contarlo a los cuatro vientos". Según esta corriente, quien no es feliz ha fracasado.
Aquí podríamos estar hablando de una mezcla muy explosiva, cuyos ingredientes serían: una obsesión por la felicidad + la necesidad de reconocimiento social + el consumo material constante + una personalidad débil.
Es cierto que cada vez encontramos más charlas motivacionales, coaching para alcanzar objetivos, luchas por el crecimiento personal y muchos libros de autoayuda. En consulta, suelo recomendar alguna lectura optimista, pero que contenga aprendizajes y enseñanzas sobre cómo afrontar los altibajos de la vida. Sin embargo, con esta tendencia, estamos exagerando la idea de que quien no es feliz, no puede vivir.
La vida, al igual que la felicidad, no es estable. Habrá momentos en los que, hagamos lo que hagamos, el día será gris; pero también habrá cielos azules. El problema surge cuando queremos que el cielo esté siempre despejado, y eso es imposible. Lo preocupante es que cada vez se vende más la idea de que podemos ser felices sí o sí, y que, si no lo somos, es porque no queremos.
Es verdad que cambiar la perspectiva y adoptar una actitud más optimista puede hacer que la vida sea menos dura y con menos sufrimiento. Aunque yo siempre digo: "El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional". Sin embargo, pretender que nuestra vida sea una balsa de aceite donde nunca pasa nada malo solo alimenta la idea errónea de que todos debemos ser felices todos los días del año.
Lo que está claro es que la salud mental está empeorando gravemente. El número de suicidios es alarmante y los psicólogos y psiquiatras tenemos las consultas abarrotadas. Estos datos dejan en evidencia esta "happycracia".
Los autores del libro Happycracia, la socióloga israelí Eva Illouz y el psicólogo español Edgar Cabanas, comentan en su obra que la industria de la felicidad mueve millones de euros al año y moldea a los individuos, convirtiéndolos en criaturas que buscan reprimir cualquier sentimiento negativo.
Según Edgar Cabanas, "el hombre feliz, desde la obligación de serlo, es un individuo totalmente centrado en sí mismo, obsesionado con su vida emocional y retraído hacia su interior, lo que conlleva muchas consecuencias".
Con este concepto de felicidad, parece que la receta para encontrarla es universal, es decir, que todos podemos alcanzarla de la misma manera y que su búsqueda se basa únicamente en la satisfacción personal.
El origen de la psicología positiva, también llamada la ciencia de la felicidad, surgió a finales de los años 90 con el psicólogo Martin Seligman. La diferencia entre esta y la psicología tradicional es que la primera se enfoca únicamente en los puntos fuertes de la persona, dejando de lado los débiles. Durante mucho tiempo, la psicología ha trabajado en las partes más vulnerables, como los traumas, las obsesiones y los sufrimientos.
Otra psicóloga, Barbara S. Held, también critica esta corriente y la denomina "la tiranía de la actitud positiva". Según ella, la obligación de estar siempre felices, sonreír y mirar solo el lado positivo de la vida puede afectar negativamente a nuestra salud emocional. Esto se debe a que no nos permitimos estar mal, lo que nos hace sentirnos culpables. Si tengo un mal día y no consigo ser feliz ante la adversidad, no solo me siento mal por lo que me ocurre, sino que también siento que he fracasado y que no soy capaz de gestionar mis emociones. Según esta vertiente, debería ser feliz en todo momento y encontrar siempre el lado bueno de las cosas.
Hoy en día, ya no basta con no estar mal o simplemente estar bien. Se nos exige estar inmensamente bien o lo mejor posible. Esta obsesión con la felicidad plena nos lleva a una vigilancia constante de nuestras emociones, lo que aumenta nuestros niveles de ansiedad y depresión.
Esta corriente también minimiza el impacto de las circunstancias externas, afirmando que lo único que debemos cambiar es a nosotros mismos. Sin embargo, esto no es del todo cierto: las circunstancias externas sí influyen, y cambiarlas es costoso, pero a veces necesario.
Otro concepto erróneo es la clasificación de las emociones en buenas o malas, cuando en realidad todas son necesarias. Por ejemplo, la ira, aunque mal vista, es fundamental para establecer límites y darnos cuenta de cuando una situación es inaceptable.
Parece que no ser feliz hoy en día equivale a estar perdiendo el tiempo o haciendo algo mal. Se nos insta a estar en una lucha constante por mejorar, trabajar en nuestro crecimiento personal y ser felices a toda costa. Sin embargo, la realidad nos demuestra que estas ideas no funcionan, pues el número de suicidios ha aumentado notablemente.
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