El incremento de la tuberculosis. Donde debe atajarse el mal

Crónicas de otra Huelva

El terrible porcentaje de las cifras de muertes debe preocupar, a juicio de Ponce, a quienes tienen medios suficientes para contener el problema y aminorar las consecuencias de este tipo de epidemias

Pruebas de la tuberculosis en Andalucía a comienzos de siglo. / H. I.
José Ponce Bernal / Felicidad Mendoza Ponce

12 de febrero 2024 - 05:00

LA INTRODUCCIÓN

Las idiosas comparaciones | Las enfermedades respiratorias de ayer y de hoy

Si eliminamos el término tuberculosis y ponemos en su lugar el de gripe, gripe A, covid, podría este artículo situarnos en los tiempos actuales. Ponce Bernal atajó el problema que supuso esa enfermedad en aquellos tiempos en los que miles de personas morían a consecuencia de su padecimiento; y de otras enfermedades respiratorias, igual que hoy. Habla de escasez de medios, de falta de centros hospitalarios, de la importancia que tiene anticiparse a un mal para atajarlo en su raíz. Curioso, ¿verdad?

Estamos en la actualidad tan preocupados por las enfermedades respiratorias como hace un siglo. Parece inverosímil que cien años después vivamos una situación similar salvando, evidentemente, las distancias.

Una de las cualidades de la escritura, del estilo de Ponce Bernal es, a mi modo de ver, la utilización inteligente de ciertos términos que por sí mismos definen una situación, un ambiente, un sentimiento. En la entrega de hoy nos encontramos con la descripción del “ambiente mefítico y enviejado” de las cuevas que existían en los cabezos de la ciudad, que servían de viviendas a algunas personas. El sonido de este adjetivo emparejado con ese otro, enviejado, nos ofrece una perfecta representación del lugar que Blanqui-Azul nos quería dibujar. Su significado en el diccionario es “una cosa que, respirada puede causar daño, especialmente cuando es fétida”, nos proporciona la exacta impresión de lo que se debía sentir al entrar en estos lugares.

No, no tenemos nostalgia de esas cuevas, pero sí de los cabezos, sin duda, como parte del paisaje definitorio y la ciudad, característica que la hace singular, hermosa y diferente a otras. Quizá si pudiéramos ver cómo eran esas “viviendas” valoraríamos muy mucho lo que hoy tenemos.

Un periódico profesional, “El siglo médico”, ha publicado recientemente una tristísima estadística demográfica haciendo el balance del pasado año con el número de defunciones ocurridas, que clasifica por grupos de enfermedades.

Solamente en Madrid fallecieron mil quinientos treinta y nueve tuberculosos que, unidos a mil quinientos ochenta y nueve enfermos del pecho y del aparato respiratorio, arrojan un total de tres mil ciento veintiocho defunciones. La inmensa mayoría de ellos corresponden a tuberculosos pulmonares.

El terrible porcentaje de estas cifras, no solo en Madrid, sino en todas las grandes poblaciones donde proporcionalmente alcanza la misma elevación, debe preocupar a quienes tienen en sus manos medios suficientes ya que no para evitar la propagación del terrible mal, al menos para aminorar sus consecuencias.

Diario de Huelva. 19 de enero de 1928. / M. G.

Ciertamente que la acción social y la del Estado para atajar la tuberculosos que supone hoy lo mismo que en la Edad Media la lepra y la peste, no puede olvidarse, pero aún no se llegó a extremar los recursos que pueden ponerse en juego.

En pocos años se han creado Dispensarios y se han establecido Sanatorios en los que se lleva a cabo una obra nobilísima y eficaz. Pero el mal es más grave y necesita todavía más radicales medios profilácticos.

Requiere una acción más intensa en armonía con este triste incremento de la tuberculosis en las grandes poblaciones españolas.

Limitándonos a nuestra ciudad, es de todos conocida la abnegación con que aquí vienen actuando unas cuantas personas que iniciaron la lucha contra la tuberculosis con escasísimos medios, pero llegando a conseguir que a su esfuerzo particular se sumase el de carácter oficial, creándose el Dispensario que funciona en la Cuesta del Carnicero, amparado por la Diputación provincial.

Pero esto no es bastante. La actuación oficial tiene que anticiparse a la que se realiza en el Dispensario. Hay que prevenir, evitando, que alcance aterradoras proporciones el número de afectados el número de atacados por la peste blanca y de esto es de los que no se preocupó nadie en nuestra ciudad.

Hace un par de años se organizó un cursillo de conferencias en el Ateneo Popular, Un joven médico especializado en enfermedades del pecho, que tiene destacando en la lucha contra la tuberculosis -hablo del doctor Buendía- ocupó la tribuna y trató el problema en su integridad.

Y al hacerlo así, lógicamente abordó la parte relacionada con la insalubridad de centenares de viviendas donde se hacinan las clases modestas de Huelva.

He aquí un aspecto de la cuestión tan interesante al que no se dedica la primordial atención que exige.

Si en nuestra ciudad se verificara una inspección de todas las viviendas indudablemente tendrían que considerarse como inhabitables una parte importante de las mismas.

El abandono de este primordial deber se trata de justificar resaltando la escasez de las mismas y poniendo de relieve el peligro de aminorarlas.

Pero ello no puede en modo alguno ofrecerse a la consideración pública, ya que por evitar un mal que puede remediarse con la construcción de edificios higiénicos y modestos, se cae en la grave responsabilidad de dejar a merced de la tuberculosis que es tanto como entregarlas a una muerte a plazo fijo a centenares de personas que pagan de este modo tan horrible tributo, evitable en parte, si se suprimiesen esas famosas cuevas que existen en Huelva y que constituyen un atentado permanente a la higiene y al decoro.

Hemos resaltado cual debe ser la iniciación de una lucha que comienza ahora a nuestro juicio demasiado tarde, tal vez cuando las seguridades de éxito son muy problemáticas.

La labor de los Dispensarios y Sanatorios aunque se multipliquen no es suficiente. Porque no hay que olvidar que la terrible lacra en el ambiente mefítico y enviejado de las viviendas es donde tiene su más firme asiento.

BLANQUI-AZUL. Diario de Huelva, 19-01-1928

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