Las inocentadas de cada 28 de diciembre, una costumbre de fuerte arraigo en la sociedad

Crónicas de otra Huelva

Ponce: “El ser inocente es cosa que el mundo ve con risa y algazaras. Se censura la buena disposición del hombre cándido, propicio a creer en todo y dispuesto a dejarse engañar”

Como a Ponce, la Lotería nos deja, a la mayoría, recitando a Calderón de la Barca: “Y los sueños, sueños son"

Recorte de la inocentada.
Recorte de la inocentada.
José Ponce Bernal / Felicidad Mendoza

30 de diciembre 2024 - 06:00

Un periodista molesto

El 28 de diciembre se prohíbe el enfado

Contaba Ponce Bernal en este artículo haber recibido el aviso de una llamada telefónica –al periódico- mientras estaba en su peña de la Cervecería Viena. Sin haber podido constatar la naturaleza de esta peña, sí podemos afirmar que se trataba de una costumbre, de algo habitual, de un hábito que podía, incluso, ser de diario cumplimiento, de gusto cotidiano. Reunirse a la hora del aperitivo o del café es costumbre en todas las épocas y en todas las profesiones, pero el periodista encontraba en estas tertulias, además, motivos para escribir. Ese ritual le servía para descubrir noticias, para enterarse de lo que pasaba. Participaba en discusiones, se iba al periódico y luego volcaba sus impresiones en las páginas el diario.

Se ve que el 27 de diciembre lo inspiró la fecha del día siguiente, el 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes, que encierra la tradición de gastar bromas más o menos pesadas, más o menos ingeniosas, sobre todo en España y Latinoamérica. Los periódicos incluyen una noticia falsa ese día para “quedarse” con los lectores, como solemos decir en Huelva. La falsa información de Diario de Huelva del 28 de diciembre de 1928 ocupó la práctica totalidad de la primera plana: Visita obligada. Esta madrugada llegó a nuestro puerto la fragata argentina Presidente Sarmiento. El hermoso buque-escuela ha fondeado en las proximidades del Muelle del Río Tinto. Y, claro, pasó lo que él y su periódico perseguían, que los onubenses fueran a ver el portentoso buque.

Aunque valoraba la ingenuidad como algo positivo en el ser humano, aseguraba que la vida era para el hombre astuto y sutil.

En el artículo se confiesa autor de la inocentada, cómo debió de ser su alcance. A la vez se revela víctima de esas otras a las que aduce, dirigidas personalmente a él, motivadas por venganza, despecho, coraje o incluso desprecio. Más tarde (en agosto de 1939. Ya lo hemos publicado aquí) volvería a abordar el tema de los anónimos que recibía de vez en cuando en la redacción -no solo en 28 de diciembre- de personas que “nos detestan –decía- y no se atreven a decírnoslo”.

Hace unos días me decía un buen amigo –ferviente admirador de Blanqui-Azul- que, leyendo los artículos, pensaba que debía ser un periodista molesto. Así era. Desde sus columnas decía verdades que molestaban, despertaba a una sociedad en estado de somnolencia y ya sabemos que en ese estadio fastidian los sobresaltos que provocan las certezas.

Por la mañana me despierta el correo con una carta anónima en la que me ponen verde. Al llegar a la Redacción, a la hora de comenzar la tarea, otra carta –también anónima- de un buen amigo que conoce interioridades de mi vida. Sin gracia, y con cariño, me habla de cosas ya muertas y en estado de putrefacción.

Cuando estoy en mi peña de la Cervecería de Viena, un botones me avisa que me llaman al Teléfono del DIARIO. Una mujer, que se finge una dama amiga mía –para quien tengo mis más respetuosos y sinceros afectos- me invita a cenar en su casa.

Estas tres cosas me han pasado ayer, día 28.

¿Que ninguna de las tres tiene gracia, y que hay que ser bobo para creer en ellas? Ya lo sé. Pero es bien triste el estar tan avisado y ser tan escamón. La inocentada tuvo su furor en otros tiempos en que los hombres tenían el espíritu más aniñado y no veían la vida con esa seriedad de ogro de cuento de hadas.

Yo he querido engañarme y ponerme furioso al leer el primer anónimo que me despertó de un sueño tranquilo y reparador. He pretendido conocer un episodio de aquella pasada vida, olvidada ya, al leer el segundo anónimo, y hasta me he puesto el abrigo, decidido a ir a la casa de mi amiga a cenar en su agradable compañía…

Diario de Huelva, 29 de diciembre de 1928.
Diario de Huelva, 29 de diciembre de 1928.

No, amigos anónimos. No, respetable damita. Si habéis obrado así en venganza de mi inocentada de ayer en el DIARIO, lo estimo disculpable. Pero sabed, que lo del DIARIO de ayer responde solo a la costumbre tradicional ya en nosotros de gastar ese día una broma “inocente” a nuestros lectores, aunque este año haya resultado “una lección” a los marinos de la fragata “Sarmiento”…

El ser inocente es cosa que el mundo ve con risa y algazaras. Se censura la buena disposición del hombre cándido, propicio a creer en todo y dispuesto a dejarse engañar. La conquista de la vida será para el hombre perspicaz: vencerá el receloso, el que con prevenciones y temores amanece en todo día como si fuera el 28 de Diciembre.

Los inocentes de este año, como los de tantos otros, solo habrán sido aquellos que, con un envidiable buen humor y un optimismo digno de las almas puras, pretendieron dar una inocentada. ¡Que así marcha el mundo por caminos de escepticismo y de sagacidad!...

BLANQUI-AZUL

Diario de Huelva, 29 de diciembre de 1928

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