Los intereses de Huelva, los presentes y los que afectan a su porvenir, seriamente comprometidos
Crónicas de otra Huelva
Ponce advertía de que los problemas no habían encontrado en los elementos encargados de resolverlos la energía y la actividad precisas para llegar al fin que las imperiosas necesidades de la ciudad reclamaban
Una elegante estilográfica 'Montblanc' de trazo fino o una pluma altiva e indómita de águila de la Sierra de Huelva
La Introducción
Displicencia onubense | El cómodo papel del censor de la obra ajena
Eran muy frecuentes las alusiones que Ponce hacía al carácter descuidado y displicente del onubense, extrapolable en muchas ocasiones al de todos los andaluces y al del conjunto de los españoles. Esta circunstancia generalizada no aminoraba ni disculpaba la gravedad que él le otorgaba. Tenía la convicción de que los onubenses estaban abandonados a su suerte y asistían al devenir de la ciudad sin el más mínimo interés. Ya vimos este sentido crítico en el artículo sobre la Lotería y en el referido al proyecto de puerto pesquero para el sur de Europa.
Esta idea fue ampliamente desarrollada el su artículo del 1º de enero de 1928. Temía que la pereza y la timidez coparan todos los órdenes de la vida y criticó la inhibición de los ciudadanos en el propio ejercicio de la ciudadanía. Pensaba que el desinteresado debiera estar privado de desempeñar lo que llamó el “cómodo papel de censor de la obra ajena”, porque lo habitual en este estereotipo era rehuir toda ocasión de asumir responsabilidades. Lamentablemente, ese artículo, titulado Un año más de inercia colectiva, no lo podemos reproducir por su estado de conservación, que hace imposible la lectura completa. Pero, dada su enorme preocupación por lo que él llamaba “abulia colectiva”, tenemos muchos más, como el que reproducimos hoy, en el que aborda la lentitud con que se actuaba en proyectos trascendentales para Huelva.
Ponce Bernal sabía que le iban a llover críticas por su pesimismo y su honestidad. Le acusarían de agudizar los males por escribir sobre ello. Y se disculpaba de antemano porque escondía exclusivamente el deseo de estimular e imprimir mayor actividad en ciertos procedimientos cuando estaba en juego –para entonces y para el futuro- el interés general, con proyectos tales como el abastecimiento de agua, el nuevo instituto, la construcción o habilitación de edificios destinados a escuelas, los muelles definitivos “definitivamente sin terminar”. Se trataba de problemas que habían sido objeto de solución previamente trazada, pero los encargados de resolverlos no habían tendido, en su opinión, la energía precisa. Agregaba la circunstancia de que en la conciencia de todos estaba la convicción de que resultaba indispensable reconducir las cosas.
Podrá el lector actual comprobar que más de un siglo después, podemos leer ese artículo y pensar que es de ayer mismo. Esperemos que no sirva para mañana.
Lentitud. No es puramente local esta norma nuestra de la lentitud: es un vicio o un defecto propio de toda Andalucía, de muchas regiones y hasta, en algunas ocasiones, de toda la nación.
Pero lo que sea o haya sido mal provincial o nacional, no aminora o disculpa la gravedad y la importancia que ahora nosotros le otorgamos, al circunscribirlo a un ambiente puramente local; a nuestra Huelva.
Con la lentitud de siempre, sin que ninguna circunstancia adversa o favorable haya servido de estímulo para modificar nuestra manera de proceder, vamos haciendo frente –o mejor dicho, lo aparentamos- a nuestros problemas, cada día más complicados, de solución más perentoria y aplazada su solución cada día para el siguiente o para cuando nos sea facilitada por obra y gracia de la casualidad.
Podrá decírsenos que nuestra impaciencia, reflejada aquí en un eterno deseo de superación, habrá tal vez de contribuir a agudizar los males, a crear estados de opinión francamente hostiles a esa ecuanimidad, a esa serenidad de ánimo, a esa clarividencia de juicio que deben presidir las soluciones que afectan al interés público. Mas, aún siendo así, perdónesenos en gracia al buen deseo que nos guía de estimular un poco más, de imprimir alguna mayor actividad en los procedimientos, cuando de éstos hay pendientes intereses de tal naturaleza que justifican cumplidamente la necesidad de trabajar sin desmayos y sin vacilaciones.
Y es una realidad fuera de toda duda que los intereses de Huelva, no solo los presentes, sino los que afectan a su porvenir, están seriamente comprometidos en problemas de tan trascendental importancia como el del abastecimiento de agua, el Instituto, la construcción o habilitación de edificios destinados a Escuelas, los Muelles definitivos “definitivamente sin terminar”, y otros que, aunque de menor urgencia, no dejan de tener para Huelva extraordinaria significación.
Todos estos problemas, cuya solución ha sido previamente trazada, dándose hasta el caso de que para alguno de ellos haya varias soluciones más o menos factibles, no han encontrado en los elementos encargados de resolverlos la energía y la actividad precisas para llegar al fin que las imperiosas necesidades de la ciudad reclaman.
Y sin embargo, en la conciencia de todos nosotros está la convicción de que es indispensable salirse de la ruta acostumbrada, abandonar esa marcha lenta, perezosa, y obrar con decisión y rapidez, si no queremos que el correr del tiempo agrave los males, creándonos constantemente nuevas y más pavorosas complicaciones.
Por esta razón, razón suprema que debe preocupar a todos cuantos son y representan aquí algo, bien merece la ciudad que se contrasten los criterios y opiniones que sobre estos problemas se sustentan, para que en firme, como ideal de todos, broten las soluciones que radicalmente pongan fin a este lamentable estado de las cosas, y se lleven a cabo con los medios que la convicción y el patriotismo pueden y deben utilizar.
BLANQUI-AZUL
Diario de Huelva, 25-09-1931
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