Jazmines en el pelo y rosas en la cara ...

FERIA DE COLOMBINAS 2024 / QUINTO FESTEJO

Puerta Grande para Roca Rey con cuatro orejas; Juan Ortega y Alejandro Talavante lograron un trofeo

Roca Rey
Roca Rey / Alberto Domínguez
Paco Guerrero

04 de agosto 2024 - 06:00

FICHA TÉCNICA

Plaza de toros de Huelva.

GANADERÍA: Se lidiaron seis toros de Juan Pedro Domecq. Lucieron aceptable presentación y juego desrazado en líneas generales.

ACTUANTE: Alejandro Talavante: silencio y oreja tras dos avisos. Juan Ortega: ovación tras aviso y oreja. Roca Rey: dos orejas y dos orejas tras aviso.

INCIDENCIAS: Muy buena entrada rozando practicamente el lleno. en tarde de agradable temperatura. Javier Ambel y Manuel Izquierdo se desmonteraron tras parear al primero. Roca Rey a hombros. 

LA CRÓNICA

"Airosa caminaba, la flor de la canela..." 

Derramaba lisura ese comienzo que Ortega le regaló a la plaza rodilla en tierra frente a su primero.

La tarde sonaba a vals peruano pero Sevilla le ponía sinfonía y maneras.

Poca enjundia de toro; exceptuando la belleza de su estampa sobre el ruedo ese domecq que abrió plaza. Le costó a Talavante centrar una embestida que no aportaba emoción y a la que mediatizó mucho la falta de fuerzas de un animal que jamás fue más allá del medio muletazo. 

Se quedaba espesa la labor del torero; llena de un manojo de enganchones y sin apresto. Poco que ofrecer el astado y si acaso el compromiso con el que Talavante quiso enderezar faena y nada más con un toro quedándose en mitad del embroque porque ya no daba pa otra cosa.

Resolvieron con los palos Ambel y Manuel Izquierdo y acabaron montera en mano a indicación del matador. 

No tuvo verdad el toro en ninguna de sus arrancadas y la faena terminó en ese limbo del querer y no poder. Los pitonazos al trapo se juntaron con la sosería del toro. Aquí paz y después gloria. ¿Estamos?

Talavante no estuvo elegante con la espada. Lo dicho, en el limbo. 

El público calló en esa espera cariñosa del ‘va a ser en el cuarto’. 

Pues tampoco. Lo más alegre del cuarto acto de la tarde lo puso la banda. Faena triste en mucho. No es negarle el pan y la sal a Talavante, un torero que siempre cuadró mis penas y alegrías de aficionado pero hasta expresión de torero me falto ayer en su figura. Y se necesita. Más cuando enfrente tienes un toro que ni pizca de emoción derramó en su embestida. 

Nada comprometido en su casta el Juampedro. Tampoco el extremeño encontró esa pizca de argumento donde poner de verdad el tema en plan de entusiasmo. Fácil, menos con los aceros y por ende se llevó la penitencia de dos avisos. 

La oreja será de estadística más vale poco. No la entiendo como tampoco había entendido la segunda de Roca en el primero. A quien Dios se la dé el palco se la bendiga.

Aromas

Más suave que un lavado con Mimosín. Ortega quiso con el segundo de la tarde. Lo quiso de verdad. Los muletazos llevaban vocación de enseñar; de llevar a la escuela al manso de Juampedro pero el bicho no quería aprender del primor con el que el sevillano le puso por delante los engaños. Ortega creyó en la posibilidad de que el toro podía romper para adelante y le echó suavecito, suavecito los engaños; queriendo convencer. El inicio rodilla en tierra sobre el platillo de la plaza tuvo sabor y aliñó el interés de esa plaza que siempre espera. 

En realidad anduvo el sevillano con la verdad de tirar para adelante buscando la mínima opción de abrochar por fin en Huelva ese toreo que hasta ahora han disfrutado otros públicos. Más allá de ese compromiso la faena nunca remontó porque el de Juampedro decidió dejar la convocatoria para septiembre aunque Ortega no se aburriera de ponerle una y otra vez la muleta en la cara. 

Cuando fue, la estética primó sobre la profundidad. No era para levantar pasiones pero el torero dejó sensación de que ayer sí venía a Huelva a algo más que a anunciarse en uno de los carteles grandes de la feria. La espada mandó al carajo lo que había sido voluntad de triunfo y Ortega, ceremonioso agradeció el trato desde las rayas del tercio.

Talavante sin ser Talavante, Ortega sin poder ser Ortega. Roca, eso sí, a lo suyo. Mi amargura. No la que sonó con esa sutil belleza en la tarde del uno en Huelva. Mi amargura de aficionado viendo como a Ortega le negaba ese quinto la posibilidad de regar ese toreo que sueña y sueña bien el sevillano cuando le embiste de veras un toro. Se diluyó este quinto acto de la tarde como azucarillo ante la nula condición de un toro que amagaba pero no daba. 

Sin opciones ante un animal que no andaba convencido de tirar para a delante. Medias tintas en todo. Estocada y sorpresa por esa oreja que Ortega enseñaba en la vuelta al ruedo. 

La tómbola del obispo. Vamos señora cómprele usted una papeleta al niño que tenemos chochonas y macarios. Vamos al lío. Se va a rifar una oreja. Quien se la lleva?...¡Ortega!…bien.

Alegría, aunque nos hubiese hurtado la poca entrega del toro de Juampedro la posibilidad de ese toreo de pitiminí de Ortega. La tarde no tenía aroma de jazmines y azucenas y aun así…todo el mundo olía a flores.

"Déjame que te cuente, limeño

Ahora que aún perfuma el recuerdo

Ahora que aún se mese en un sueño..."

Compromiso y vergüenza de figura. Roca se inventó una faena que luciera por convicción torera que no por la brillantez que le dejara aportar a la misma el de Juan Pedro. Se la inventó de pitón a rabo pisando con genio ese sitio donde tienen que estar los que son figuras. No los que dicen serlo, no, los que son. 

El peruano buscó tener en su esportón ese triunfo que le arrancó a un juanpedro que nunca quiso entregar la cuchara de embestidas con raza yéndose literalmente a por él. A robarle los muletazos que el toro no entregaba de buena gana. Pundonor en su toreo y agrado con el que esta plaza le guarda a su figura torera. Querer y poder estar en la tarde de Huelva porque mandan sus pirindolos. Cuando la faena rozó ese límite donde el toro ya no iba a ir más para adelante Roca dio otro paso adelante y se puso en el sitio de la emoción donde los pitones rozan la seda de las taleguillas de los valientes. No hubo guerra porque el toro no quería pero si un vencedor: Roca Rey.

Y así, con esa determinación miraba la tarde hacia el sexto con Roca ya como Rey de la tarde. 

Lo dicho: que San Pedro se las bendiga porque creo que ni Dios la hubiese dado. Alegría, que estamos en feria. Vámonos que nos vamos. 

Cuando sonaron clarines y timbales para el sexto los murciélagos andaban ya cansaos de volar y volar esperando a que rompiera de verdad la tarde. Que se hicieran trizas ese buenismo del tendido que había acompañado el festejo. Que tuviera el albero candela con un toro embistiendo de verdad porque toreros había.

A punto de un repique estuvo que ese sexto lo hiciera. 

Medio empujó para adelante el toro y Roca volvió a estar ahí. Con oficio de figura y compromiso de torero dándole aire a un toro que tenía media verdad. La que duraba el muletazo del peruano poniendo la muleta con sincera verdad. También los muslos cuando la faena se vino definitivamente abajo antes de irse a por la espada. Dos orejas, éstas con más peso sobre la verdad de la tarde.

"Déjame que te cuente, limeño

Déjame que te diga la gloria

Del ensueño que evoca la memoria"

Fue lo más rotundo que ayer se firmó en esta quinta de feria que definitivamente abre esta tarde su puerta al rejoneo. 

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