La leyenda de 'La Casa del Diablo' de Huelva
Dos teorías tratan de dar una explicación a uno de los lugares más enigmáticos de la ciudad
Huelva/El Colegio Oficial de Farmacéuticos de Huelva se asienta, desde 1969, sobre los restos de un antiguo caserón al que llamaban La Casa del Diablo. El mismo, que data del siglo XVIII, se sitúa en la calle Palos de la capital, cerca de la Plaza Quintero Báez, uno de los lugares más transitados de la ciudad.
El profesor Diego Díaz Herrero, historiador y escritor onubense, relata que es un modelo de edificación "típica de la Huelva antigua, que hubo de pertenecer, desde la más remota antigüedad a familias distinguidas, quizá más por su trabajo, virtud y honradez que por otra cosa. Su trascorral finalizaba con el barranco del 'Cabezo de la horca, que más tarde habría de ser huerto de Guillermo Sundheim".
Sobre este enigmático emplazamiento figuran dos teorías que tratan de dar una explicación a este terrorífico nombre. La tradición popular marca que, desde que se restauró tras el terremoto de 1755, se le pusieron, como adornos barrocos a ambos lados de la fachada y enfrentadas entre sí, unas deformes y siniestras caras que bien podrían recordar al mismísimo demonio.
Tal era el convencimiento en aquella época de que ambas caras respondían al rostro del diablo, que los onubenses, al pasar por delante de la casa, se santiguaban para evitar la mala suerte y la mirada de estos dos personajes.
No hay ningún estudio que responda al motivo de la colocación de estas caras, pues, mientras unos consideran que son simples adornos de la casa de un rico comerciante, otros sostienen que el caserón era en realidad un hospital en épocas de pandemia. De este modo, las figuras podrían ser una especie de señal de advertencia del peligro de contagio en su interior.
La teoría que maneja la fantasía popular va más allá. La leyenda dice que esta casa estaba habitada por un sastre que hizo un pacto con el diablo comprometiéndose a confeccionarle una capa. El sastre fallecería sin cumplir la promesa y, una vez muerto, fue obligado a coser la capa para el demonio. Fue su pena y los sonidos que emitía la máquina de coser traspasaban los muros de su vivienda.
Actualmente solo se conservan las referidas caras y el brocal del pozo en el patio interior del Colegio. Aun así, en la Casa del Diablo "cualquier cosa puede pasar".
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