La lucha por la representación teatral del papel de Judas sobre el de Jesús en la Pasión de Oberammergau

Crónicas de otra Huelva

El de Iscariote, afirma Ponce, “es uno de los primeros y más lúcidos papeles en la vida corriente: los redentores, los buenos, son sacrificados sin apelación, pero los Judas todos llegan”

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Jesús de Nazaret.
Jesús de Nazaret. / H.I.
José Ponce Bernal / Felicidad Mendoza Ponce

24 de marzo 2025 - 06:02

La Introducción

PENSAMIENTO MORALISTA

Las ambiciones y motivaciones humanas

El pensamiento moralista de Ponce Bernal se destacaba al inicio de la década de los 30 como en ninguna otra. Resalta, apelando a la representación teatral de La Pasión de Cristo, a la primacía de las malas personas sobre las buenas, que eran sacrificadas sin apelación. Critica la vanidad humana. La Humanidad tiende a buscar papeles importantes, aunque estos no sean los más adecuados. La atracción que los actores y el público sienten por el personaje de Judas sobre el de Jesucristo es determinante. Resalta el hecho de que en un pueblo que se conoce por representar la Pasión de Jesucristo (cada diez años), resulta que los actores pelean por el papel de Judas en lugar de aspirar a representar al personaje principal.

Con un tono irónico, muy propio de Blanqui-Azul, usa el humor negro para abordar temas profundos. Invita a la reflexión sobre las ambiciones y motivaciones humanas. Se cuestiona lo que realmente define el valor o la importancia de un papel: no siempre lo "bueno" o "justo" es lo más deseado, sino que la ambición humana también puede abrazar lo negativo o lo cuestionable.

Critica las aspiraciones humanas, el valor que damos a ciertos roles sociales y cómo, incluso los personajes más despreciables (como Judas), pueden ser vistos bajo una luz diferente, dependiendo del contexto o de los intereses individuales. La figura de Judas se presenta como una oportunidad más "lúcida" en la vida cotidiana, lo que desafía nuestras ideas sobre el heroísmo y la maldad.

A pesar de que Judas es históricamente visto como un traidor y un personaje negativo, Ponce nos hace reflexionar sobre cómo en la vida cotidiana "los Judas" también tienen su lugar. Nos lleva a cuestionar nuestras ideas sobre el bien y el mal y si a veces, las acciones de los "Judas" pueden ser vistas de una manera más compleja. El caso de Hans Zwinck se presenta como ejemplo de que las aspiraciones no siempre coinciden con las capacidades o los valores morales, y los defectos humanos (en este caso, la adicción) pueden obstaculizar el acceso a lo que se desea, incluso si ese deseo tiene un fondo oscuro o negativo.

La Humanidad, en todos los tiempos, se perece por representar los papeles más bonitos: los niños que juegan a justicia y ladrones; los socialistas más puros sueñan con ser diputados y ministros; ningún cadete se contenta con llegar a ser coronel; general es lo menos que acepta su fantasía; la doméstica se viste de señorita; en la escena la persecución de un papel importante es causa de guerras intestinas; el periodista no se conforma con escribir, sino en la primera plana; el político hace declaraciones solo para aparentar que es hombre importante.

No es extraño que en el pueblo bávaro de Oberammergau, donde se representa la Pasión y se ensaya muy anticipadamente, y cuyo espectáculo atrae millares de turistas, haya una verdadera lucha por un papel hermoso: el de Jesús ¿verdad?; pues no señor, el de Judas Iscariote.

El más ardiente de los candidatos era un tal Hans Zwinck: desgraciadamente para él y a pesar de su aspecto, de sus ojos bitroques, su barba rojiza y su boca desdentada, como corresponde a un Judas que se estime, tiene una reputación de borracho tan sólida y extendida que la dirección de obra le ha negado el papel: sería capaz de coger uno de sus acostumbrados “tablones” y olvidarse de vender a Jesús; los directores, con profundo sentimiento, se han visto obligados a elegir a otro muchísimo menos caracterizado naturalmente que el pobre Hans, pese al juramento de este de no volver a poner los pies en la taberna y de entregar como fianza cinco mil francos.

Habrá quien se extrañe de esta preferencia por representar un papel como el de Iscariote; sin embargo, el traidor de la Pasión –que tan mal acaba- es uno de los primeros y más lúcidos papeles en la vida corriente: los redentores, los buenos, son sacrificados sin apelación, pero los Judas todos llegan; no está tan descamisado el infeliz beodo al querer ser Judas.

BLANQUI-AZUL

Diario de Huelva, 13 de septiembre de 1930

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