Ludopatía en Huelva: "Tenía tantas deudas y había mentido tanto que pensé en quitarme de en medio"
Sociedad
Mentira y opacidad, aliado de la adicción al juego: "llegué a decirle a mi mujer que estaba metido en el tabaco de contrabando para que no me descubriera"
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Huelva/Casi sin pensarlo, agitó la hucha de cerdito para las vacaciones en familia, que con esmero habían conseguido entre su mujer y él llenar, la vació entera y salió a la calle. De ahí a cualquiera de los bares de la ciudad -o salones de juego-, todos ellos con máquinas 'tragaperras', de las que no se movía hasta que se había gastado hasta el último euro que llevaba encima. "Sabía que tarde o temprano llegaría el día en que se acabarían los recursos. Para aquel entonces, ya había mentido demasiado a mi mujer y a mi hija y había perdido mucho dinero. Y todavía pago mis deudas".
El arrepentimiento llegaba cuando estaba ya en casa. "No duermes, tienes un pellizco dentro que nunca desaparece. Pensé hasta en acabar con mi vida, en quitarme del medio", cuenta J.C (38), adicto al juego en rehabilitación, a esta Redacción. "Sin embargo, aunque por la noche me prometía no volver al día siguiente, caía de nuevo. Cuando me ponía delante de la máquina no pensaba en nada más. Solo en ganar un último premio para volverlo a jugar".
Después de casi seis años "llega el día en que te quedas sin nada, pero tu mujer y tu hija aún no lo saben", reflexiona desde la sala de la Asociación de Adictos al Juego de Azar en Huelva. "Cuando no hay dinero y la cosa se pone difícil hay que buscarlo por todos lados. Y mientes sin parar hasta que lo consigues".
Como el resto de adicciones, la ludopatía también destruye hogares, familias y vidas. Aunque J.C. llegó a tiempo. "A mi mujer le he mentido mucho. Le decía que teníamos dinero en la cuenta de ahorro y no había nada; metía pilas en la hucha para que pesara y no se diera cuenta de que me había llevado todo lo que tenía y, si me pillaban, le echaba la culpa a mi hija. Llegué a decirle incluso que estaba metido en el tabaco de contrabando y que le debía dinero a mucha gente", afirma. "Con el alcohol tienes un coma y con las drogas una sobredosis, pero con las adicciones sin sustancia -nuevas y antiguas- no hay límite, no te ven, puedes esconderte".
Al principio, cuando era más joven, con veinte o treinta euros era suficiente. "Fue desde hace cinco o seis años cuando, sin saber el porqué, se me fué de las manos. De hecho, hay gente se quita la vida porque no puede pagar todas las deudas que tiene".
Cuando te quieres dar cuenta se ha convertido en un problema, has pedido favores, y no puedes salir de ahí. "Detrás de la adicción está el intento de que nunca nadie te descubra. También el miedo, porque con mi mujer y mi niña casi pierdo todo lo que he creado". Un día, su mujer lo estaba esperando en la puerta. "Ella se enteró y me quitó las tarjetas. Medía y aún medimos cada cosa en la que me gasto el dinero, porque hay gente que recae y pierde en una noche miles de euros".
La magnitud del problema y la escasez de recursos les llevó a la conclusión de que "solos no podían". "Decidimos buscar soluciones y actuar. Algunos amigos me hablaron de APREJA, donde llevo ya ocho meses. Aquí he aprendido que la tentación siempre está ahí, pero hay que cuidarse y adquirir herramientas que consigues gracias al testimonio de otras personas y a abrirte con tu familia". Desde entonces, sigue adelante poco a poco, "pero siempre evitando la mentira".
Aunque ha avanzado, aún hay días en los que no concilia el sueño. "No podía ni dormir porque pensaba que lo había hecho mal, pero al día siguiente volvía a ir. Yo solía ir a los bares más que a los salones de juegos, en los bares hay muchas máquinas y ahí es donde yo echaba gran parte del tiempo".
Aunque lleva más de medio año en rehabilitación, sabe que acaba de empezar. "Voy sin prisa y el camino es largo. Aquí hay que venir a escuchar a los demás para analizar a fondo tu problema. Esto no se cura sin más, hay que escuchar a los monitores, pacientes y hacerlo de forma activa. Consiste en poner de tu parte y esforzarte, pero la voluntad tiene que ser lo primero. He aprendido a ir siempre con la verdad por delante. He tenido miedo, y con él he mentido mucho".
Desde que hace ocho meses se le desmoronara el que era su mundo, algo ha cambiado. "Cuando se lo conté a mis padres no se lo creían, porque siempre he sido muy reservado y me costaba expresarme. He vuelto a disfrutar de todo lo que tengo a mi alrededor".
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