María, Silvia y María Luisa, la historia de tres grandes mujeres en el Ejército en Huelva: "Somos figuras de paz y no de guerra"
Ponen en valor la "conciliación familiar que existe en las Fuerzas Armadas y el sentimiento de arraigo"
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Huelva/La soldado Silvia Hernández Donoso, natural de Punta Umbría, tiene 26 años y está destinada en la base militar de El Picacho, donde trabaja junto a 25 hombres cada día con los que se siente "en igualdad absoluta". La joven confiesa que sus compañeros "cuentan conmigo para todo" y se siente feliz y "realizada" de dedicarse a lo que realmente le apasiona. Le gustaba tanto el Ejército que nada más cumplír la mayoría de edad, con apenas de 20 años, consiguió entrar tras superar las pruebas.
Actualmente lleva seis años en las Fuerzas Armadas y aunque está "feliz", asegura que al principio no fue fácil pasar de la vida civil a la vida militar. "Me costó mucho cuando salí de mi casa por primera vez. Ahora lo veo como algo normal, pero entrar en un centro de formación siendo tan joven te lleva a adoptar una responsabilidad tan grande que al principio causa respeto. Su primer destino fue en Canarias, lo que complicaba aún más la situación, "por la distancia de la familia". Pero cuando terminó su estancia en las islas, después de tres años y medio, dice, "no quería volver. El sentimiento de pertenencia y el cariño hacia los compañeros se vuelve tan grande que se convierten en tu familia".
Ahora disfruta del Ejército cerca de su casa, desde donde realiza labores en Infantería. "Actualmente estoy en el equipo contra incendios y actuamos dando apoyo con el camión de bomberos que tenemos. Si hay algún conato de incendio en el que tengamos que intervenir, somos los primeros en refrescar a la zona".
Silvia celebra haber contado siempre con el respaldo de sus seres queridos, los cuales se sienten "muy orgullosos de que yo sea feliz en un trabajo que tanto me gusta" y anima a otros muchos jóvenes como ella a que "luchen y que sean lo que ellos quieran realmente, porque el trabajo en las Fuerzas Armadas es muy gratificante, aprendes muchísimo en el día a día y te hace ser mejor persona, porque te inculcan unos valores que van más allá que los que se pueden conocer en la vida civil".
"El sentimiento de pertenencia y el cariño hacia los compañeros se vuelve tan grande que se convierten en tu familia"
María Rodríguez García es teniente reservista destinada en Huelva en comisión de servicio. Natural de Valladolid, actualmente reside en La Palma del Condado, lugar en el que, dice, "la han hecho sentir como en casa". La figura de reservista es aún poco conocida entre la ciudadanía, a pesar de ser una "interesante vía de salida laboral". "Ser reservista voluntaria es una oportunidad, bajo mi punto de vista, que te da el Ejército de poder poner al servicio de tu país tus conocimientos una vez adquiridos. La forma de acceso es homologando los estudios y la competencia profesional que tú tienes. A partir de ahí entras en un proceso selectivo, igual que un oficial, un suboficial o tropa", explica.
Sin embargo, el papel que ocupa el reservista es "mucho más laxo, porque no tenemos la condición de militar durante todo el año, solamente durante el período en el que nos activan". María es diplomada en Biblioteconomía y Documentación. El Centro de Historia y Cultura Militar fue su primer destino, en una unidad de archivos, "como archivera". "Es una oportunidad súper bonita para una vez al año, coincidiendo con tu disponibilidad y a través de un acuerdo entre tu unidad, poner al servicio de tu país tus conocimientos".
Ser reservista te da la oportunidad de conocer otros puntos de vista dentro del mundo laboral. Además, te llevas el orgullo de vestir el uniforme y de servir a tu país
Este 2024 estará hasta el 31 de diciembre en Huelva (tres meses de servicio) como encargada del área de reservistas voluntarios, donde se encarga de gestionar todas las tramitaciones de los reservistas voluntarios que están adscritos a la Subdelegación de Defensa de Huelva. Para ella, su labor es "apasionante". "La figura de reservista te aporta un punto de vista y una experiencia que de otra manera no adquirirías". Esta vallisoletana, que nunca se ha sentido discriminada por ser mujer en una profesión tradicionalmente de hombres, asegura que el Ejército aporta muchas cosas importantes, como la disciplina, el orden y "una forma de trabajar organizada", con patrones claros, lo que facilita el desarrollo de tareas como las administrativas. Celebra haberse sentido siempre "respaldada y acompañada" por su equipo y se lleva "el orgullo propio de ponerme el uniforme y estar al servicio de mi país".
María compagina con orgullo y "cierta comodidad" su tarea en El Ejército con su vida familiar. "Gracias a Dios el horario de la Subdelegación de Defensa es compatible con tener hijos. Yo tengo dos mayores, de 17 y 15 años y nunca me ha supuesto un problema". Por ello, anima tanto a las mujeres como a los hombres a que den un paso al frente y se aventuren a ejercer sus profesiones bajo la figura de reservista en el Ejército.
María Luisa Gómez Ponce, natural de Moguer, es cabo primero destinada en la Ayudantía Naval de Ayamonte. Lleva casi 30 años en las Fuerzas Armadas y aún recuerda con una sonrisa sus comienzos en la Base Naval de Rota, donde ha trabajado la mayor parte de su vida laboral a excepción de los últimos cinco años, ya con destino onubense. "Siempre he trabajado en barcos. Al principio me costó, porque no estaba acostumbrada a salir fuera, pero me habitué rápidamente, ya que ha sido lo que he querido hacer desde niña".
Sobre el Ejército, confiesa que existe un concepto algo distinto para la sociedad de lo que en realidad es. "La gente escucha la palabra militar y lo relaciona con la guerra. Y en realidad es todo lo contrario. Somos figuras de paz y de protección", explica. "El poder ayudar a los demás con una vocación como la nuestra va más allá de un oficio. Es una forma de vida".
"El poder ayudar a los demás con una vocación como la nuestra va más allá de un oficio. Es una forma de vida"
Aunque en estos momentos María Luisa ejerce una función administrativa, sus funciones antes se desarrollaban en las propias embarcaciones. "Por mi especialidad, la de maniobras de navegación, siempre he estado en los barcos. Cuando sales a navegar y demás ves todo muy diferente". Recuerda con especial emoción su misión en Haití en el 2010, tras el terremoto. "Fuimos a ofrecer ayuda humanitaria y ver la situación que vivían en el país fue muy duro. Todo estaba destruido".
A pesar de que no ha tenido hijos y para ella "ha sido más fácil compaginar la profesión con su vida privada", reconoce el mérito de compañeras que han sido y son madres, y pone en valor los grandes pasos que se han dado a lo largo de los años hasta conseguir hoy en día "la conciliación familiar y la igualdad entre hombres y mujeres en las Fuerzas Armadas".
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