Aquel milagro de la Virgen que no llegó en el árbol de la estación de El Repilado
40 años de Huelva Información
Una niña de 11 años movilizó a más de 10.000 personas en la aldea de Jabugo tras anunciar que la Virgen que se le aparecía haría un milagro el 13 de mayo, día de Fátima
Galería gráfica: así se vivió el supuesto milagro de la Virgen en El Repilado en 1987
Hacía quince días que le había contado a su madre que la Virgen se le había aparecido allí mismo, en El Repilado, en un árbol. Durante ese tiempo no dejó de acudir cada tarde a su lado, en la estación de tren, y lo que empezó en una confesión familiar rápidamente se extendió por toda la aldea, por el municipio de Jabugo y toda la Sierra. En Huelva empezaba a hablarse de la niña de El Repilado y las apariciones de la Virgen. Y la prueba de que el rumor se convirtió en un fenómeno de masas llegó cuando la pequeña anunció que la Virgen haría un milagro el día 13 de mayo. Más de 10.000 personas, según la Guardia Civil, se congregaron en torno al árbol de la estación, muchos de ellos esperanzados en una cura a sus males. Era el año 1987 y este sábado se han cumplido 36 años del episodio.
Alba era una niña de 11 años que vivía con sus padres, dos hermanos y una abuela en El Repilado. Una tarde entró en casa y le contó a su madre que se había caído y hecho daño en la rodilla derecha. Y, dijo, fue cuando se le apareció la Virgen, “una mujer muy guapa, con una corona en la cabeza, un vestido blanco, una capa azul, las manos juntas y un rosario en ellas”, contaba entonces la pequeña a Huelva Información. “No sé qué le pasa a mi niña. Ella dice que se le aparece la Virgen y yo no se qué pensar”, replicaba la madre al periódico.
Las apariciones que relataba Alba sucedían cada tarde, a las seis y media, en una morera de gran porte que había en la estación de trenes de la línea Huelva-Zafra, la estación Jabugo-Galaroza, en El Repilado. Ella se arrodillaba y hablaba con la Virgen, aunque no se podía oír la conversación, que duraba en torno a diez minutos. Sólo los sábados y los domingos no había visita al árbol. “Ella me dice que tengo que descansar”.
Lo único excepcional en ese tiempo fue la entrega que hizo la niña de dos hojas de morera a una mujer con dos hijos con parálisis cerebral. “Se las di porque así me lo dijo la Virgen”. Hasta que un día anunció que el 13 de mayo haría un milagro. Precisamente el día de la Virgen de Fátima. Justo a los 70 años de su aparición a los tres pastorcillos en Portugal.
La madre de Alba decía de su hija que era una niña juguetona pero “no nerviosa ni mucho menos mentirosa”. “Aquí nadie le ha aconsejado semejante cosa. Tenga usted en cuenta”, contaba entonces a un compañero de Huelva Información, “que lleva quince días viéndola, según ella, y en esos días pudiera haber cambiado de actitud si fuera un juego o una mentira, y es todo lo contrario. Nosotros la hemos querido llevar fuera del pueblo por unas horas en la tarde y ella siempre nos dice lo mismo: ‘No, mamá, tengo que ir al árbol”.
"¡Yo he visto a la Virgen!"
Cuando a la propia Alba se le advertía de las consecuencias si eran falsas las apariciones, ella respondía rotunda: “¡Pero oiga usted! ¡Yo he visto a la Virgen!”.
Ese miércoles la expectación se desbordó. El anuncio de una niña de 11 años de una pequeña aldea de Huelva se propagó casi por toda España. También Portugal, hablando, como hacía, de que podía tratarse de la Virgen de Fátima.
Renfe había puesto servicios especiales de trenes para llegar a la estación de El Repilado, y la carretera de la Sierra registró caravana en varios tramos en la cercanía de Jabugo. Los periodistas contaban que tuvieron que aparcar su coche a las afueras dos horas antes y caminar más de un kilómetro entre otros vehículos de matrículas sevillana, extremeñas y portuguesa, entre una mayoría de Huelva y algunas contadas de otros puntos mas lejanos. La Guardia Civil tuvo que desplegar a un centenar de agentes para contener a la masa que se agolpaba alrededor del árbol de la estación y que esperaba impaciente la salida de la niña desde su casa.
Vestida de blanco
Apareció al filo de las seis y media, como cada día, ahora escoltada por varios agentes, vestida de blanco, con un traje de primera comunión, y con un caramelo en la boca. La muchedumbre le abrió paso y la observó casi sin pestañear cuando tiró el caramelo, se santiguó, hincó las rodillas en el suelo, cruzó sus manos y empezó a mover los labios.
Empezó a reír en un momento dado para después callar, con sonrisa puesta pero sin emitir sonido alguno pese a prolongar su supuesta conversación con la Virgen. Seis minutos después, un gesto de despedida, nueva persignación y en pie, para que varios guardias civiles se abalanzaran sobre ella para protegerla y llevarla en volandas hasta la cantina de la estación, refugiada hasta que el público se calmara antes de volver a casa. Aun paró antes, en el balcón de una casa vecina, para saludar a la multitud antes de recuperar a su familia.
En la calle, el gentío aun no perdía la esperanza de rozar a la niña con la fotografía de un familiar enfermo, o que Alba tocara o sólo mirara a cualquiera de las personas en silla de ruedas, con algún tipo de disfunción o enfermedad para curarlos en el desahucio.
“¿Has hablado con la Virgen?”, le preguntaba Pepe Romax a la niña después, en su casa. “Sí”, le respondía. “Me lo ha dicho todo. El milagro lo ha hecho pero me ha pedido que yo no diga nada. Me gusta mucho pero no puedo decirlo”. ¿Y las risas delante del árbol? “Porque ella se reía también”, contaba. “La Virgen está muy contenta y me lo ha dicho. Hoy ha estado mi Virgen muy graciosa y me ha hecho reír. He sido muy feliz hablando con ella”.
En esa calurosa tarde de mayo acabaron, en principio, las visitas a la Virgen. “Ella me lo ha pedido. No quiere que yo vaya más al árbol de la estación”. Pero el tronco se llenó de fotografías y estampas muchos años más, y ha estado acompañado durante años de la esperanza de cientos de personas pese a que aquel 13 de mayo, al menos aparentemente, no hubo milagro.
“Un milagro es ver a tanta gente en torno a un asunto de espiritualidad, ¿no cree?”, decía una mujer con un niño parapléjico en brazos. “Aunque mi hijo no se cure, yo creeré que la niña ve a la Virgen”.
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