El monumento a la Virgen del Rosario

Historia menuda

Inicialmente la plaza era de chinos y destartalada y se la conocía como plaza de Tartessos l En los años ochenta se instaló en ella la Hermandad de la Sagrada Cena, que la transformó por completo

28 de diciembre 2009 - 01:00

SUPERADA la Avenida de Alcalde Federico Molina, tomamos la callejuela Niebla y casi sin darnos cuentas nos damos de bruces con una plazoleta rotulada con el nombre de Virgen del Rosario. En sus primeros latidos, la plaza era de chinos y destartalada, baldía. En ella y en aquellos tiempos antañones los niños jugaban sin cesar a la pelota con tal apasionamiento que, en ocasiones, los transeúntes sufrían las consecuencias de su falta de puntería. Se la conocía como Plaza de Tartessos y en ella se instalaban puestos dominicales de Filatelia que atendían a los aficionados que por allí se acercaban. Pero, en los años ochenta, asentó sus reales en ella la Hermandad de la Sagrada Cena que transformaría todo su derredor. Lo primero que lograron fue que la Plaza tomase el nombre de Virgen del Rosario. Pero, faltaba algo que se convirtiese en honrosísimo orgullo para la plaza y las arterias que la circundan y José Vargas Tallón, mariano entusiasta y positivo, tuvo la felicísima idea de que en el centro de la plaza se levantase un monumento con artísticas barandas en honor de la Virgen de sus anhelos.

Concedida la licencia municipal, la idea artística de la figura corrió a cargo del excelente arquitecto Carlos Hermoso. Y cuando el trabajo en hierro se convertía en una empresa casi imposible de llevar a cabo, el alma de Huelva encontró el secreto de los viejos artesanos de la calle de los Herreros y Francisco López Silvera forjó el bronce, llevó a cabo la fundición con la dulzura e intensidad increíble de los antepasados. Fue un trabajo artesanal que ofreció muchas dificultades por las dimensiones de la efigie, ya que el horno no tenía las medidas necesarias para llevar a cabo la labra de esta figura. La ejecución del molde de Nuestra Señora del Rosario fue llevada a cabo por Francisco Márquez Domínguez. En ambos casos, molde y fundición, los domadores del metal fueron ayudados por el Sr. Vargas Tallón.

El espléndido monumento en bronce dedicado a la Virgen del Rosario fue bendecido en diciembre de 1984 por el venerable sacerdote Luis Pardo Gil.

El basamento lo realizó de ladrillos visto un albañil cuya capacidad técnica es notabilísima. Esta peana o pedestal está rematado por un cenefa que contiene figuras geométricas de rombos y grecas con tonalidades de color en tal medida que el ceramista con gran inteligencia, asistida de fina intuición, consiguió darle al apoyo de las figuras los valores decorativos tradicionales de la raza.

El monumento está cercado por una artística reja que sirve para contener el ardor de los niños de la zona. Precisamente, en sus inicios esta estatuaria divina tenía instalada cuatro artísticas farolas que no eran respetadas por los niños y siempre estaban averiadas, por lo que se optó en sustituirlas por perillas y, en la parte inferior, por un foco que la ilumina en la noche con gran gusto artístico. En el interior de la reja y en las cuatro esquinas del monumento, unas bonitas macetas con bonitas plantas añaden un ápice más de belleza al conjunto.

Los ojos que se posan sobre esta figura sienten vivir la esencia misma de la naturaleza sobrenatural, se empapa de su misterio divino. Es, en verdad, la Virgen del Rosario, tan lejos de su templo celestial y tan cerca de sus hijos de la Hermandad de la Santa Cena. Nuestra Señora les sonríe ofreciéndoles su cariño, ya que conoce su sentido benéfico, altruista y de humanidad merecedor, por todos conceptos, de los mayores encomios.

Los brazos, que forman casi ángulos rectos en relación con el cuerpo, y las manos le dan a la figura un ademán que irradia paz, que invita al rezo del Santo Rosario. En la vestimenta logró el artista un impecable logro, ya que da la impresión de que son, en verdad, ricos bordados.

En la cabeza de la Virgen, cubierta con un manto, nos sorprende su dulce rostro y advertimos que está coronada con un celestial y circular cetro en cuyo interior se proclama la victoria de la Cruz, extendida por todo el orbe.

El artista que concibió la figura fue impulsado y dirigido por una voluntad superior al arte, su fe mariana, logrando que sea toda delicadeza.

Si bien algunos vecinos hubieran deseado que la estatua hubiese tenido mayores dimensiones, nuestra opinión es que guarda la proporción de su entorno.

Desde la perspectiva de la escalera de acceso a la plaza, el fondo del monumento de la Virgen está constituido por casas austeras y bienaventuradas, ya que en el centro de las mismas está fijada una imagen de la Madre de Dios. Podemos decir que nosotros mismos hemos quedado contagiados del alma de la plaza y suspiramos por el momento en que se lleve a cabo la Coronación canónica de Nuestra Señora del Rosario.

La figura de la Celestial Señora, los hierros de forja de la reja, la iluminación, las flores, los azulejos, la claridad sempiterna de nuestra ciudad, en definitiva el alma de Huelva queda plasmada en este monumento.

El influjo de la plaza hace que de mi torpe lira salgan los siguientes versos emocionados:

Una bella plazuela silenciosa,/ y al fondo, un alto caserón austero/ con secular escudo de la Virgen,/ rozado por la paz y por el viento,/ paisaje turbado, en ocasiones,/ por alguien natural o forastero/ que enruida el espacio o le arroja/ lavazas que le estorban, restos;/ cuadro con el andar de un anciano/ que se dirige hasta el templo:/ por Sagrado Corazón se le conoce,/ Corazón Sagrado es para el pueblo.

Y en el eje central de la plazuela,/ el fervor levanta un monumento,/ a la Virgen del Rosario coronada/ por el amor de sus hijos, claro y pleno.

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