“He sido un poco notario del siglo XX, de estar donde había que estar”

ENTREVISTA A JOSÉ LUIS MÁRQUEZ | REPORTERO GRÁFICO

Cuarenta años de oficio avalan a este profesional que ha conocido el mundo a través de sus desastres y conflictos

Formó tándem con Pérez-Reverte, que le dedicó ‘Territorio Comanche’

José Luis Márquez, camarógrafo de TVE durante cuarenta años.
José Luis Márquez, camarógrafo de TVE durante cuarenta años. / Rafa Del Barrio
Eva Sánchez Moreno

22 de agosto 2021 - 06:07

Huelva/José Luis Márquez León (Guadalajara, 1950) supo a los 18 años que quería dedicar su vida a contar con su cámara lo que ocurría en zonas de conflicto, estaba en Vietnam. Cumplió ese deseo hasta su prejubilación en 2007, cuando tras cuatro décadas de profesión sintió que todo había cambiado, que “lo que me gustaba veía que se terminaba”.

Márquez disfruta de unos días en Huelva, ha perdido la cuenta de los países a los que le ha llevado su trabajo, pero es su primera vez en la provincia. Su trayectoria está unida al completo a TVE y de la mano de la pública ha cubierto desde la guerra de Vietnam a la de Yugoslavia pasando por la de los Seis Días, la masacre de Tiananmen, el terremoto de Nicaragua... “Ha sido un trabajo de ser notario del siglo XX, he estado en el lugar que había que estar y en el momento que había que estar, cosa que otros no han podido hacer”.

Como muestra pone el particular ejemplo que solía aportar, “por aquella época el tío que estaba en órbita era Mario Conde y yo decía que tendría mucho no sé qué pero donde estoy yo ahora, él no está. ¿Quién podía estar en Tiananmen en ese momento?”. Ese momento era 1989, a Pekín acudió el periodista con motivo de un viaje de Mijail Gorbachov. La cuestión es que era el único cámara para rodar la gran masacre contras las revueltas y como el mismo Márquez explicó con motivo del 25 aniversario de la matanza, “con lo poco que me dio tiempo a ver, hubo mínimo tres mil muertos”.

"Que me relacionen con Arturo me parece normal, me puedo preocupar si lo hacen con otra persona”

El reportero grabó momentos de ella en una plaza aledaña a la tristemente famosa una vez pactada una vía de salida, pero que encontraron rodeada por carros de combate que la emprendieron a tiros indiscriminadamente. De allí salió en una furgoneta debajo de muertos y heridos y con la cinta cuyas imágenes darían la vuelta al mundo dentro del pantalón.

El camarógrafo ha trabajado con ases del reporterismo español como Manu Leguineche, Jesús González Green, Miguel de la Quadra Salcedo... y Arturo Pérez-Reverte, que narró en su honor en Territorio Comanche una voladura del puente de Petrinja que Márquez nunca pudo grabar para poder llegar al Telediario. A él, su amigo, le dedicó el libro y para generaciones de periodistas es conocido como el cámara de Reverte. Confiesa que hubo un tiempo en el que “estaba hasta ahí de que me preguntarán por el puente”, sin embargo “con Arturo tengo buena relación, que me relacionen con él me parece normal y no me importa. Me puedo preocupar si me relacionan con otra persona”... y ahí lo deja.

José Luis Márquez.
José Luis Márquez. / Rafa del Barrio

En 1968 arrancó una trayectoria profesional tras la pregunta de ¿tienes pasaporte? Fue el primero de sus tres viajes a Vietnam y al llegar “me di cuenta de que eso me gustaba, no que hubiera guerra, que se muriera la gente, que maten y haya desgracias, claro, me gustaba esa forma de trabajo, había algo ahí que me tiraba”.

De él y el manejo de su cámara han dicho –en el programa El ojo en la noticia– que era “una estatua”, en el caso del corresponsal de TVE Óscar Mijallo, “ni movía la cámara, era un trípode”, rememoraba Pérez-Reverte. Márquez recuerda que “el Reverte decía joder, muévete un poco” porque la calidad de las imágenes en pleno ataque rozaba lo inverosímil. Pero no, “¿por qué me tengo que mover yo?”.

Porque este particular notario asume también que “esto es ser cazador, salir de casa un fin de semana y vuelves con diez perdices o con nada. Pero si no te pones en el puesto y a esperar, seguro que las diez perdices no las pillas”. De modo que “una vez que tengo esa imagen que yo considero que es la que hace falta, yo aguantaba lo que me cayera, me da igual”.

"Una vez que tengo esa imagen que yo considero que es la que hace falta, aguantaba lo que me cayera”

En el intento de explicar un oficio tan alejado del común de los mortales, resume que “la historia es la siguiente: lo primero es que me gusta, es lo que quiero hacer; lo segundo es que estoy en el sitio, es lo que tengo que hacer y tercero, hay que pillar una imagen”. Sin excusas, porque “no vale decir que he ido a Iraq, no, si se habla de que ha caído una bomba o que hay un francotirador, por lo menos tengo que verlo”. Momentos límite que provocan otras reacciones, por eso cuenta que “he discutido mucho con gente que decía ‘vamos al refugio y luego salimos’ y yo les decía ‘vámonos a casa y no estamos aquí haciendo el tonto’. ¿A qué salimos luego a contar qué ha pasado?”.

Pese a todo, jura y perjura que no sintió miedo en ninguno de los momentos de violencia y peligro que grabó con su cámara sin moverse un milímetro. Le ha funcionado una lógica bastante personal por la que concluye que “vamos a ver, llevo toda mi vida jugando a la lotería, ¿me ha tocado alguna vez algo? Ni el reintegro, así que no iba a ir a un sitio y me iba a tocar. ¿Me va a tocar el gordo aquí? No, no puede ser, esa es mi teoría. Yo era un espectador, no me podía tocar ahí. ¡Si es que no me ha tocado nunca ni el reintegro!”.

José Luis Márquez
José Luis Márquez / Rafa del Barrio

La realidad es que alguno sí, por ejemplo cuando con De la Quadra estuvieron tres meses y medio desaparecidos por Eritrea. Insiste, “las pasé muy putas, pero miedo no. Anduvimos tres mil no sé cuántos kilómetros, me caí de veinte metros y me reventé. Lógicamente ese momento no fue muy agradable, tenía un brazo roto, estábamos en mitad de la nada y eso no se podía arreglar, tuve un derrame en el ojo, se me rompieron todas las costillas”. Con todo y con eso, si les dejan se hubieran quedado en Beirut a narrar la guerra, que acababa de empezar. “Mira la que tenemos liada, que nos quedamos”, dijeron al llamar a Madrid, adonde tuvieron que regresar tras recibir las órdenes de coger el primer vuelo.

Tras darle muchas vueltas, no deja de admitir que “eres consciente de que te puede tocar. Es el riesgo del trabajo éste, pero si lo piensas, no vas”. Como compañero, ha tenido alguno que decía “no salgo a la calle, me vuelvo a España. Con nadie me he mosqueado, pero tenías que saber adónde veníamos, no vamos a hacer un reportaje de la pesca submarina”.

"Que no me cuenten que hay virus, hay que ver cómo están las UCI y esos muertos que decían que había”

Márquez sabía dónde se metía, lugares que de algún modo siempre llevará consigo. Le sucede, por ejemplo, con un hombre malherido tras el terremoto de Nicaragua (1972). Una víctima junto a los restos de un edificio que cedió, “ahí estuvo tres días hasta que se murió y nadie le hacía ni caso. Era un sitio por el que pasaba continuamente para ir al hotel. Pues siempre lo tengo ahí como presente”, también “en Yugoslavia hay muchas imágenes que se te quedan grabadas”. Sin embargo, del mismo modo que creó su particular teoría lotera para proteger su mente, sabe que “tampoco hay que vivir con ese recuerdo, lo que haga hoy me tapa lo que hice ayer”.

Sin embargo, en plena entrevista, junto a una playa onubense, de repente unas dunas al fondo le traen al recuerdo un episodio que vivió cuando fue a cubrir la Guerra de los Seis Días. “Los malos se supone que estaban en frente y efectivamente estaban”, unos individuos que resultaron ser observadores que avanzan, situados unos metros frente a él, alzaban la cabeza de repente sobre los promontorios, cuando la asomaba él con su cámara la agachaban, y viceversa. “Era una sensación de que tenía que pillar eso porque parecía de película de Jaimito. Los tíos estaban ahí”, dice el cazador de imágenes.

En definitiva, afirma sin la más mínima duda que “si a mí me dicen: te vas a Vietnam o te vas a Huelva a hacer un reportaje de turistas, pues yo me voy a Vietnam”. Pero cuarenta años dan para mucho y no sólo de conflictos y guerras ha vivido Márquez. “Viajes con el Rey cuando era príncipe me hice telita ¿eh? De los que hizo por Latinoamérica me los comí al 90%, he hecho de todo”. Eso incluye, entre otros asuntos, partidos de fútbol, la muerte de El Yiyo –el torero que formaba parte de la terna de Pozoblanco el día de la cogida mortal de Paquirri y al que mató otro toro un año después de aquel drama nacional– y guardias a las puertas de la Audiencia Nacional.

José Luis Márquez.
José Luis Márquez. / Rafa del Barrio

Hace catorce años que dejó la tele y asegura que ya sólo la echa de menos en momentos puntuales y el actual podría ser uno de ellos. A la pregunta de si se iría a Kabul “diría que sí, pero también cómo y con quién, pero sí me iría”. Asegura que la morriña por el oficio va a menos porque dijo adiós al ver que “la forma de trabajo iba a ser otra, sabía que no me iba a gustar y dije pues mira, este es el momento”.

Desde sus inicios a la actualidad “el mundo ha cambiado un huevo, ahora todo el mundo va con un teléfono y todo dios es un periodista y hace un vídeo y lleva una cámara de fotos en el bolsillo. ¿Qué ocurre? Que todo vale”. A él le tocó una etapa más exigente, cuando “decían ‘esta imagen no vale porque el voltio pico a pico no llega a no sé qué’ y ahora llega un chaval, graba un vídeo y lo ponen, ¡pero qué estoy viendo, si no veo nada! Una cosa que se mueve...”, dice el hombre estatua.

Eso en cuanto al continente, respecto al contenido, considera que, por ejemplo, “el tema de la pandemia se ha escondido”. De haber tenido una cámara, para mostrarla se hubiera ido sin duda “a los hospitales. Se habla de muchos muertos y ¿qué hemos podido ver? Pues alguna imagen por ahí con dos ataúdes que te hacen pensar ¿es verdad que se ha muerto la gente o me están engañando?”.

Imágenes cada vez más excepcionales de fallecidos en un país en el que hasta hace unos años el terrorismo atragantaba las comidas al ver los telediarios. Es un ejemplo más del cambio de los tiempos al que alude este profesional de la información, que también recuerda que, por ejemplo, en un bombardeo en Iraq, “decían que había habido no sé cuántos muertos y querían verlos” y por contra, “aquí nos están hablando de que hay cientos de miles de muertos y resulta que no hemos visto una imagen que te impresione y que te haga decir esto es cierto. Que no me cuenten que hay virus, hay que ver cómo están las UCI en todos lados y ver esos muertos que decían que había”. Pocos ojos habrá más curtidos que los suyos y asegura que “para mí no lo he visto”.

José Luis Márquez.
José Luis Márquez. / Rafa del Barrio

Lo que sí vio al plantearse su marcha es que, de un tiempo a esta parte, “todo son imágenes de agencia, noticias para todo el mundo hechas por otras personas, los telediarios parecen iguales y no hay viajes, salidas a hacer reportajes, poca historia”. Cuando empezó, y así fue durante unos cuantos años, “querías ver algo en la tele y tenías que pasar sí o sí por TVE, ahora hay 200 canales, un juego de cadenas en el que basta que una dé algo para que todas entren al trapo”.

En definitiva “todo es pasta”, en ella se halla el origen porque, explica, “ahora todo tiene que ser barato y parece como si vendiéramos zapatos, hay que ganar, pues aquí no se viene a ganar, hacer la guerra de Yugoslavia vale mucha pasta para la gente que esté allí y para la que esté en Madrid más horas para montar imágenes para el Telediario”.

Márquez supo pronto que le gustaba estar allá donde hubiera historias que debían contarse y en ese oficio “me he sabido defender y mover bien”. Cuarenta años después, su balance es que “es un privilegio de vida, hay que reconocerlo”.

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