Un onubense miembro de la UME pelea contra el volcán de La Palma
El Teniente David Mora Castilla está colaborando con las tareas de vigilancia de las coladas de lava, en la medición de los gases y ayudando a los vecinos en las evacuaciones
Huelva/Esta semana se ha cumplido un mes desde que comenzó la erupción del volcán de Cumbre Vieja en la isla de La Palma. En apenas 30 días la lava ha destruido casi 2.000 edificaciones y cubre más de 700 hectáreas. La población ha tenido que convivir con las explosiones, con el ruido constante, con el avance de un río incandescente de piedras que se ha llevado por delante barrios enteros. Casi 7.000 personas han tenido que ser evacuadas y más de 750 trabajadores de la isla se han tenido que acogerse a un ERTE. Junto a ellos lleva desde el pasado día 30 de septiembre el valverdeño David Mora Castilla, teniente de la Unidad Militar de Emergencias.
Siempre siguiendo las directrices que marca la Dirección General de Seguridad y Emergencias del Gobierno de Canarias, el teniente Mora y sus casi 200 compañeros están colaborando allí dónde más se les necesita. Así, explica el militar, se les han asignados cometidos como la vigilancia y monitorización permanente de las coladas, apoyo a la retirada de enseres de los civiles que han sido evacuados, colaboración con otros cuerpos y seguridad del Estado en el desalojo de poblaciones, medición de los niveles de gases de la isla para el control de la calidad del aire, “y las últimas semanas ya hemos empezado también a realizar tareas de retirada de cenizas, porque muchas cubiertas empiezan a colmatarse al soportar varios kilos de ceniza cada día y pueden llegar colapsar”.
Además del peligro que supone trabajar junto a un volcán en erupción, el valverdeño está viendo casi cada día como cientos de familias de La Palma están viviendo una auténtica tragedia y para eso no hay entrenamiento militar que te prepare.
Semana a semana se decretan nuevas evacuaciones y ellos están junto a los vecinos apoyándoles en esa difícil tarea, “es ahí donde ves realmente las dimensiones de este drama”, comenta el teniente. Una vez notificado el desalojo tienen aproximadamente un par de horas para sacar de su casa todo lo que puedan, “quieren cargar con lo máximo posible pero en muchas ocasiones no tienen la capacidad para hacerlo y no saben qué elegir”, prosigue.
“No hay que olvidar que estás dejando toda una vida atrás,-recuerda Mora-, y en ese momento te miran con la desesperación en los ojos y algunos hasta te preguntan ¿qué te llevarías tú? Y realmente no sabes que aconsejarles porque eres incapaz de imaginar qué están sintiendo en ese momento, aunque nosotros solemos decirles que cojan la documentación, las fotografías más especiales, pero realmente no sé como lo haría si me tocara”.
Para el militar onubense, lo más terrible de todo esto es que es una tragedia no sólo para alguna familia si no que están desapareciendo pueblos enteros como es el caso de Todoque o La Laguna, “la lava se ha tragado el colegio al que llevaban a sus hijos cada día, el campo de fútbol en el que animaban a su equipo los domingos, la iglesia en la que se casaron, y eso crea una sensación de desarraigo brutal”.
Según ha podido ver el teniente de la UME, el incremento de las evacuaciones ha desembocado en otro problema, “ya que se ha dado el caso de que hay personas que fueron desalojadas y se fueron a casa de sus familiares, familiares que más adelante también han tenido que ser evacuados así que hay muchas familias al completo que se han quedado en la calle y ya no tienen ninguna casa a la que ir”.
Tal y como explican los expertos del Plan de Emergencias Volcánicas de Canarias, el Pevolca, la previsión es fundamental a la hora de poder programar los desalojos, de ahí importancia de vigilar la trayectoria y la velocidad con la que discurren las coladas. “Mantenemos la vigilancia sobre la lava durante las 24 horas, noche y día, para controlar por dónde discurre y a qué velocidad lo hace, que capacidad de carga lleva, si van muy activas o no, -prosigue-, así que los pelotones hacemos relevos en turnos de unas 12 horas aproximadamente”, pero cuando están inmersos en la tarea no se mira el reloj y alargan el turno lo que ha falta para poder seguir ayudando.
Cuentan con una protección multicapa para acercarse a la colada y poder medir la temperatura y los gases que está expulsando el volcán y tener así permanente controlada la calidad del aire. Se hacen siempre desde unos puntos fijos que normalmente están ubicados en las poblaciones y en las zonas donde están los intervinientes “para dar una alerta temprana si los niveles de gases suben y es recomendables el uso de una determinada mascarilla, otros sistemas de protección o incluso la evacuación”.
A pesar de que tan solo lleva un año en la UME, el teniente Mora ya ha sido movilizado para varias operaciones de rescate como cuando el pasado enero la borrasca Filomena colapsó varias ciudades españolas, “pero como esto no es nada. Si bien, aunque nunca nos hemos enfrentado a una catástrofe como esta, la preparación de los miembros de esta unidad militar es altamente cualificada para enfrentarse a todo tipo de emergencias y a pesar de que no hayas visto en tu vida un volcán sí que tienes preparación en vigilar un sector, en hacer el control de gases, en hacer labores de coordinación con los otros cuerpos para ayudar a los civiles, como por ejemplo hacemos en inundaciones o incendios”, afirma.
Aún así, “No somos vulcanólogos ni lo pretendemos pero acabas aprendiendo mucho vocabulario de los científicos que nos acompañan, de las coladas, cómo son las bocas eruptivas que hawaianas o estrombolianas, y nuestra misión es clara: vigilar el progresar de las coladas para que no nos sorprendan, que se puede parecer a vigilar los frentes de un fuego, algo en lo que sí tenemos experiencia”.
Sin embargo, las evacuaciones no tienen nada que ver con las que se hacen con en caso de incendio, “son con más previsión y gracias a eso y a la vigilancia constante del avance de la lava da tiempo a evacuar con sosiego y en la mayoría de los casos hay tiempo para volver al día siguiente a recoger enseres”. En este sentido el teniente cree que sí que es cierto que es una evacuación más tranquila que el caso de un fuego, “pero igual de traumática o incluso más porque la gente abandona su casa y al día siguiente ya no está. Pueblos enteros desaparecen en horas y la lava está enterrando las calles en las que jugaban ellos de pequeños y ahora lo hacían sus hijos, está cambiando la geografía entera de la isla”.
Los dramas humanos los primeros días mantienen a todos alerta y con interés, pero después de un tiempo la atención informativa decae. Otro acontecimiento ocupará entonces las primeras planas pero no hay que olvidar que esto está pasado a apenas 1.500 kilómetros de Huelva y si hay algo que está claro es que la recuperación va a ser lenta. Todavía ni siquiera saben cuando van a poder recuperar sus vidas y para hacerlo van a necesitar toda la ayuda posible.
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