Diego Ruiz Mata: “El pasado tartésico de Huelva es un lujo que no tiene ninguna otra ciudad”
Entrevista
El historiador acaba de publicar ‘Tartesos y tartesios’, un libro en el que recoge sus investigaciones sobre el enigmático pueblo que impulsó la civilización de Europa y que tuvo su epicentro en Huelva.
Hubo un tiempo en el que se decía que para conocer a alguien era preciso visitar su biblioteca. Puede que las cosas hayan cambiado, y que ahora valga tanto o más un tuit o un vídeo en Youtube, pero en todo caso, y si sirve para que el lector se haga una idea, la de Diego Ruiz Mata es imponente. Hay libros nuevos y libros viejos, viejísimos, que se mezclan con antiguos manuales académicos, grandes archivadores, seguramente llenos de papers y artículos científicos, y gruesas carpetas en las que guarda notas y recuerdos. Hay mapas, y objetos sorprendentes, y fotos que rematan los estantes de una biblioteca que es pura metáfora porque es extensa como su conocimiento; vasta, como su trabajo. Y es que lo que sí se sabe de Ruiz Mata sin pisar su biblioteca es que es uno de los más reconocidos arqueólogos de Andalucía, eminente catedrático de Prehistoria (en la Universidad de Cádiz) y un trabajador incansable que lleva desde los años setenta excavando e investigando algunos de los yacimientos fenicios, turdetanos y tartesios más importantes de España. Ahora publica un libro, Tartesos y Tartesios (Ed. Almuzara), que presentó ayer en Huelva en un acto organizado por la asociación Arqueohuelva, y que en el fondo no es sino una exposición final de toda esa labor investigadora, una recopilación de su enciclopédico conocimiento sobre Tartesos, un nombre, un concepto del que, a pesar de su halo enigmático y misterioso, se sabe mucho más de lo que se cree. Por ejemplo, que su núcleo central fue Huelva, y que fue desde aquí desde donde se desarrolló, fruto del encuentro de fenicios y nativos, un pueblo que terminó convirtiéndose en la primera civilización de Occidente. Sin leyendas ni eslóganes: la capital de Tartesos fue Huelva, y no hay nada ya que demostrar al respecto, aunque, eso sí, es necesario, asegura Ruiz Mata, enseñarlo. O, cómo mínimo, no ocultarlo, porque “quien oculta”, dice, “es un ignorante”.
-Hay decenas de libros y centenares de trabajos sobre Tartesos y los tartesios, pero da la impresión de que aún sabemos muy poco sobre ellos…
-Hay, en efecto una bibliografía copiosa, basada en una parte importante en las fuentes escritas, con escasos datos arqueológicos. Era una época en la que Tartesos era un topónimo al que había que localizarle un punto geográfico. Ahora, desde hace poco más de 30 años, la arqueología ha entrado en acción y vamos conociendo muchos más datos empíricos de esta realidad histórica. En cuanto si se sabe mucho o poco, debo decir que al menos sabemos lo suficiente como para encauzar el problema de la localización, cronologías y elementos arqueológicos en muchos aspectos. No sabemos lo que quisiéramos, pero sí dónde nos hallamos. Y eso es un paso importantísimo. Creo que el libro lo muestra. El hecho de que señalemos a Huelva como su centro nuclear, hablemos de fases históricas, conozcamos algo de su urbanismo y enterramientos, de sus creencias religiosas y con quiénes comerciaban es una excelente manifestación de que sabemos dónde nos hallamos. Y eso es mucho.
-En el libro, usted asegura que el corazón de Tartesos estuvo en Huelva y que, contra lo que algunos afirman, no fue una civilización anterior a los fenicios, sino posterior…
-Existen muchos datos, expuestos en el libro, que permiten situar en Huelva el núcleo tartésico más importante. Lo dicen los materiales fenicios de Méndez Núñez y Plaza de las Monjas, los más antiguos conocidos en todo Occidente, que denotan el interés semita por alcanzar las fuentes del metal desde la zona que lo debía controlar. Nadie se sitúa en un lugar si no hay intereses de beneficios. Y a partir de aquí, los datos de la propia Huelva y los de las zonas mineras que debía controlar lo único que hacen es acentuar esta hipótesis. No es descabellada, sino muy coherente con lo que las fuentes indican y la arqueología va confirmando. No invento nada. Los datos están ahí a la vista de quien quiera verlos. Y creo que aún tengo muy buena vista. En segundo lugar, no veo por ningún lado una Tartesos preexistente. Lo que veo es una sociedad autóctona existente bastante numerosa, como mostré en mi tesis y demuestran los datos más recientes, que hay una finalidad colonizadora y que existió un proceso de interacción e integración. No veo la necesidad que muchos tienen de llevar todo a tiempos que no se corresponden con la realidad. Tartesos es una consecuencia muy positiva para Occidente, el mediodía peninsular y Huelva.
-¿A qué debemos, entonces, llamar Tartesos?
-He tenido muy claro desde hace tiempo que el núcleo clave de Tartesos y sus reyes se hallan en la ciudad de Huelva. Es lo que nos describe Heródoto en relación a los viajes samios y foceos y que la arqueología comprueba. También es evidente el control y comercio de la plata, base fundamental de su economía y esplendor. Los restos por ahora excavados son una manifestación de la ciudad tartésica, y sus enterramientos (La Joya) denotan un carácter local orientalizado y de alto prestigio, reflejo de su rey Argantonio, por ejemplo. No hay otra zona conocida ni excavada que merezca ser llamada el centro neurálgico de Tartesos, que comienza a gestarse en los inicios de estos contactos con los fenicios a fines del siglo IX a.C. y tiene su gran desarrollo entre los siglos VIII y finales del VI a.C., cuando se advierte cierta decadencia y el comienzo de otro mundo distinto.
-¿Es Huelva la primera ciudad de Occidente, como algunos sostienen?
-Los que promovieron los cambios sustanciales culturales en los ámbitos materiales, sociales e ideológicos con las variables correspondientes fueron los fenicios, que gozaban de mayores instrumentos culturales y más complejos. Ellos, junto al proceso de interacción-aculturación o integración crearon lo que conocemos como Tartesos, que constituyeron las bases de una estructura histórica moderna, al modo oriental, que se expandió por Occidente, incluyendo Portugal, la costa africana hasta Mauritania y Extremadura, por poner unos ejemplos. En este sentido, y sólo en este sentido, Tartesos y Gadir fueron los que impulsaron esos cambios.
-¿Diría que en Huelva hemos sabido dar a conocer esa historia, cuidar ese patrimonio?
-Me referiré al núcleo de la ciudad de Huelva, porque las zonas mineras están francamente devastadas. Para comenzar, he de decir que el paisaje también es importante porque es histórico y es el lugar donde se desarrolla: la Historia no se desarrolla en la mente, sino en el paisaje, y si no lo conocemos bien, no nos acercamos como es debido a los tiempos tartésicos. En ese sentido, los planos antiguos del XVIII o XIX onubenses, que deberían mostrar el panorama tartésico, hoy día difieren por la destrucción causada en algunos. En segundo lugar hay que explicar que se ha ido excavando donde los planes de ordenación urbana lo demandaban a medida que se iban construyendo recursos necesarios. Es el problema de las ciudades en activo y que yo no tengo en la ciudad fenicia del Castillo de Doña Blanca. Con lo poco excavado se ha ido conociendo la posible extensión de la ciudad y sus características urbanas en los tiempos tartésicos, pero no es suficiente. Mucho de lo excavado no lo podemos ver, no podemos disfrutarlo, ni entremezclarlo con lo moderno, que es lo que hay que hacer. Y en este sentido ha habido una deficiencia notable, considerando que lo que se destruye no se puede recuperar, porque el patrimonio es único e irrepetible, y si se destruye, desaparece para siempre. Hay que evitarlo porque hay interés histórico y existe la tecnología suficiente para su conservación y disfrute.
-¿Cómo valora que se vayan a construir pisos en el cabezo de La Joya?
-Francamente, no conozco el proyecto, pero sí la necrópolis, y lo que yo hubiera hecho es un jardín de reproducción funeraria tartésica. Es evidente que las excavaciones de tumbas suponen sus destrucciones, pero queda documentación necesaria como para hacer del lugar un jardín funerario, reproduciendo tumbas y ajuares. Una especie de centro de estudio de la necrópolis tartésica. ¿Enclava eso en Huelva? Creo que perfectamente, en conjunción con otros puntos donde se ha excavado. Tendríamos un recorrido muy singular de la ciudad tartésica. Y esto es un lujo que no tiene ninguna otra ciudad, que nadie puede inventar ni reproducir. Constituye un valor muy singular de Huelva.
-¿Qué supone la aparición del puerto tartésico en el centro de la ciudad?
-Me parece sencillamente un regalo de la historia, y desde luego no es un problema. Hablamos de Tartesos y uno de sus puertos. ¿No es extraordinario? Y en el centro de la ciudad, junto a la ciudad moderna. ¿No es maravilloso poder contrastar tres mil años de historia con sólo dar un pequeño salto? Seamos imaginativos y creativos y no pongamos trabas a lo que es una suerte. Lo he visto en muchos lugares del mundo. Y habría que hacerlo así con todos los elementos que surjan en estos años. Hoy hay tecnología suficiente para conservar y disfrutar de los restos del pasado, que no todas las grandes ciudades pueden exhibir, porque no tienen Historia. He visto en un lugar de compra onubense restos romanos bajo un suelo de cristal. Y me pareció maravilloso ¿Qué problema hay? Esto es un bien para el que visita la ciudad y un orgullo para el que vive en el lugar donde antes fue Tartesos. Y no lo digo desde el entusiasmo y la poesía, sino objetivamente, con valor económico. El patrimonio y su disfrute es también un producto que debe valorarse. Hay que salpicar la ciudad de Historia y así tendremos más elementos de visita y permanencia.
-Uno de sus sueños es el de convertir en un gran museo el Castillo de Doña Blanca de Cádiz para que pueda valorarse su trascendencia histórica. ¿Qué nos sugeriría a los onubenses que hiciéramos para poner en valor nuestro pasado?
-Llevo hablando de crear un Parque Arqueológico y Cultural desde 1984, al poco de comenzar las excavaciones. Hablamos de historias universales y no locales, que se explican en todo el mundo. Los fenicios y Tartesos son historias que ennoblecen, dan prestigio y también turismo cultural, siempre que se haga bien, con sentido común y profesionalidad, y no una mamarrachada. Estamos en Huelva y hablamos de Tartesos, del núcleo tartésico más importante. ¿Hay que ocultarlo o exhibirlo? El que lo oculta es un ignorante. Y no creo que Huelva quiera ocultar su gran Historia. Mi consejo es exhibirlo. Huelva ha tenido un extraordinario Servicio de Arqueología en la Diputación Provincial, posee una Universidad con gente preparada. Además, gente entusiasmada como los que han organizado la presentación de mi libro en la ciudad, y supongo que hay gente orgullosa de su Historia. ¿Qué más se puede pedir? Sencillamente, sentido común a los que gobiernan (que seguramente lo tienen, no tengo la menor duda) para crear una gran ruta de visita tartésica. Elementos, hay: Seminario-La Orden, Cabezo de San Pedro, La Joya, el Museo Arqueológico, los restos exhumados de las zonas bajas, como las del puerto fenicio, y un largo etcétera en el mundo romano. Un recorrido extraordinario de una GRAN HISTORIA, con mayúsculas. ¿Cuesta tanto? Hay que darlo a conocer al mundo. Si no lo haces, otro, con menos, lo hará. Elige.
-¿Cree que estamos perdiendo, o que hemos perdido, la oportunidad de reivindicar ese pasado, de darlo a conocer?
-Es evidente que en parte si. Hay mucho excavado oculto por edificios o por aparcamientos. Eso está perdido. Es una batalla perdida, pero otras pueden ganarse: las que están en lucha y las venideras. El caso, por ejemplo, de La Joya o del puerto fenicio y el templo. ¿Qué habría que hacer? Ganar. Ese debe ser el objetivo de todos. Reivindicar el pasado es un objetivo en un país que se considera culto y civilizado. Y llevarlo al turismo cultural de calidad es un objetivo con implicaciones económicas, si se es inteligente y se ofrecen elementos. Huelva tiene que estar en esta tarea, porque sencillamente Tartesos, es decir, lo que fue y lo que permanece en los textos, está aquí. Aún pueden hacerse muchas cosas. Siempre he tenido el deseo de ver un hermanamiento de dos entidades históricas que hicieron posible cambios importantes para Occidente y constituir el origen de la cultura occidental: Huelva, como representante de Tartesos, y Castillo de Doña Blanca, como representante explícita de los fenicios. Creo que es algo que ayudaría a fortalecer lazos de investigación, difusión y conservación de los restos arqueológicos, además de ocupar un lugar importante en el mundo de la Historia Antigua. El lugar que merecen.
El muro fenicio, un “símbolo” y un gran desconocido
En 1978, durante la realización de unas obras en una finca privada en el Cabezo de San Pedro, apareció un potente muro, de unos diez metros de largo, que había sido construido mediante técnicas orientales. El profesor Ruiz Mata fue el encargado de realizar una excavación que vino a situar el hallazgo como el primer exponente conocido y visible de una construcción fenicia en la Península Ibérica. Los propietarios del suelo decidieron su conservación, “y ahí podemos verlo”, explica el catedrático, que destaca además el valor y la importancia histórica y arqueológica de todo el Cabezo de San Pedro como un “punto de visión de la ciudad y una explicación del paisaje”. Ruiz Mata defiende que la perspectiva que ofrecería San Pedro como mirador es un valor “para el que no conoce la ciudad y su historia, e incluso para muchos onubenses”, y apuesta por crear “un punto simbólico junto al muro”, ya que “crear un símbolo es esencial”.
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