El perdón del Vaticano al fandango
Historias del fandango
Hay que partir del hecho de que el fandango, cuando era música de baile y jarana, fue duramente criticado
La Iglesia lo censuraba severamente y llegó a estar prohibido por las Ordenanzas Reales
La Iglesia y el fandango
Huelva/LA jerarquía eclesiástica se planteó en más de una ocasión considerarlo anatema, que era la sanción más dura que se le podía aplicar. Tratando de frenar tal amenaza, una delegación española fue al Vaticano a mediados del siglo XIX para evitar que el papa dictara tan dura sanción sobre este baile popular. La revista satírica El Fandango lo contaba con humor y gracia, pero con referencia esencial a lo que sucedió. Escribió que los bailarines hicieron una demostración ante el Purpurado Colegio y que finalmente el fandango se libró de la temible condena [1].
Las estrictas reglas de la Iglesia católica
Ya se sabe que desde San Agustín (siglo IV) para acá, el sexo ha sido considerado como el origen del pecado por la jerarquía eclesiástica, que parece entender la moralidad como una condena a toda actitud en la que se perciba el pálpito de lo erótico. Oficialmente, no lo considera contrario a la vida plena, pero en la práctica lo reprime sin más debate. La siguiente noticia es de 1929: una pastoral del obispo de Vitoria censuraba los excesos “sensuales”, la inmoralidad de muchas películas de cine, o bailar agarrados cuando antes se bailaba suelto –el fandango–... [2].
Otra revista El Fandango
El Fandango se llamó también otra revista humorística “dedicada al hermoso sexo masculino”, pícara y provocadora, secuestrada en ocasiones por orden gubernativa, acusada de contenidos pornográficos. Se editaba en Barcelona desde 1891 y de fandangos sólo tenía el nombre [3].
Triunfando en París
Al parecer, la moda de bailar el fandango español fue introducida en la capital francesa por una dama aristocrática, allá por 1850, y “volvió locos a los parisinos”. La dama en cuestión disfrutó primero de la vida y luego se retiró a un convento [4].
Hagamos un somero recorrido por algunos pasajes en los que ver cómo fueron las relaciones entre el cante y la iglesia.
Multas por decir palabrotas
En plena Guerra Civil, el franquismo anunció en Huelva un impuesto del Ayuntamiento contra la blasfemia y las palabrotas, vigilancia y seguimiento que ejercería la Policía Municipal. Lo publicó el diario Odiel (25 de septiembre de 1936). Debieron buscar antecedentes y encontraron que el gobernador civil de Sevilla también había prohibido por decreto la blasfemia en 1885.
Había más antecedentes de la exigente moral católica: ya en 1881 el Ayuntamiento de la capital obligaba a los serenos a decir en alto, cada media hora, la expresión “¡Ave María purísima!”. Que se preguntaba el periodista la razón religiosa de esa voz en medio de la madrugada [5].
La portuguesa Virgen Peregrina de Fátima, una de las tres réplicas que hizo turismo evangelizador recorriendo pueblos y aldeas huelvanas en tiempos de posguerra, en los años 40 y 50, se acercó a la barriada del Chorrito Alto, donde fue recibida con banderitas de colores, hechas con papel cebolla, de las que se pegaban con engrudo, enarboladas por una chiquillería instruida al efecto y ávida de tantas cosas. Después de la procesión hubo merienda para los niños pobres, pobrísimos, de aquel poblado que habitaba extramuros en la falda del Conquero. Y tras la merienda, una fiesta en la que se cantaron sevillanas y fandangos de la tierra, que en El Chorrito había buenos aficionados [6].
El espíritu posconciliar
Queda dicho que el espíritu posconciliar acercó mucho a los fieles en las labores musicales de la Iglesia. Los flamencos organizaron misas en las que se sustituyó el latín por la lengua vernácula de los fieles y a los cantos gregorianos por los folclores locales. ¡Cuántas misas flamencas se crearon desde mediados de los años 60 en adelante! Kiries, Glorias, Credos, Sanctus y Agnus Dei eran cantados por coros y por cantaores de primer nivel con música de distintos palos flamencos. Se conviene que la primera fue la auspiciada por la tertulia de Radio Sevilla, con Antonio Mairena, Naranjito de Triana y Luis Caballero, de cantaores.
Entre las primeras cantadas en la provincia de Huelva, destacamos la de Puebla de Guzmán, en 1974 [7].
En la misa flamenca compuesta por el sacerdote José María Roldán y grabada por la Peña Flamenca de Huelva, el canto de salida se cierra por fandangos de Huelva, con las variantes de Rengel, Paco Isidro, el llamado valiente de Huelva y el cané de Alosno, interpretados respectivamente por Antonio Toscano, Camilo Gómez, Manuel Castilla y el grupo de cante de la Peña. Mayor honor no cabe para la Peña, que fue al Vaticano a presentársela al papa Pablo VI en 1978. También Onofre López compuso una bella Misa rociera para el Coro de la Hermandad del Rocío de Huelva en 1984.
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