Ponce cree que el problema de la mendicidad en Huelva hace indispensable aunar los esfuerzos de los poderes públicos y de las sociedades benéficas
Crónicas de otra Huelva
La caridad bien organizada evita “esos cuadros dolorosos que en ninguna ciudad de importancia se presencian y menos en aquellas que aspiran a catalogarse como poblaciones de turismo”

Mendicidad
Más coordinación y más políticas públicas
Seguimos este lunes con el problema planteado en el artículo de la semana pasada y que no provocó reacción de los poderes públicos, pero sí la de la Asociación Amigos del Niño, que dirigía su amigo Amós Sabrás, quien envió una nota a la redacción impresionado por la mísera situación de esa madre, de quien lamentaban que de haber solicitado ayuda se le hubiera proporcionado de manera inmediata: ropa, alimentos y escuela para sus hijos. El que presentamos hoy lo escribió días más tarde.
Aborda el problema de la mendicidad en Huelva, a través del caso de un joven que pide limosna mientras es explotado por su madre, lo cual ilustra la complejidad del fenómeno de la mendicidad. Critica la falta de coordinación entre las distintas instituciones benéficas en la ciudad, que actúan de manera independiente y no logran abordar de manera integral el problema de la pobreza. Subraya la necesidad de una caridad más organizada que incluya una atención adecuada a los pobres, especialmente a aquellos que no se muestran en público, pero que sufren en silencio. Además, Ponce menciona que, en una ciudad de turismo como Huelva (atención a la afirmación), la presencia de mendigos podría tener un impacto negativo en la percepción de los visitantes. Concluye pidiendo una ampliación de la campaña gubernamental para lograr una solución integral y efectiva al problema.
Aunque el artículo es de 1929 y refleja una preocupación específica de su época, varios de los temas que aborda siguen siendo relevantes hoy en día, aunque con matices distintos. La pobreza y la mendicidad siguen siendo cuestiones sociales actuales. A lo largo de los años, los gobiernos y las ciudades han implementado políticas de asistencia social y programas de bienestar, pero la falta de una solución integral a las desigualdades económicas sigue siendo un tema relevante. En muchas ciudades, las iniciativas para gestionar la mendicidad y la pobreza siguen siendo debatidas, aunque ahora con enfoques más centrados en la inclusión social y la asistencia integral. Hoy en día, hay un mayor enfoque en tratar la pobreza no como un problema que debe solucionarse a través de la caridad, sino como un derecho humano que debe ser abordado mediante políticas públicas efectivas. La asistencia no debe reducirse a una acción benévola esporádica, sino a un sistema organizado que brinde dignidad, acceso a servicios y oportunidades para las personas en situación de pobreza. El concepto de "caridad" ha dado paso a un enfoque de derechos humanos y bienestar social.
Menciona Blanqui-Azul el sufrimiento del "pobre vergonzante", aquella persona que sufre en silencio, lejos de la vista pública. Hoy, el concepto de invisibilidad social sigue siendo muy relevante. Aunque hay esfuerzos por visibilizar la pobreza y las situaciones extremas de vulnerabilidad, muchas veces los más desfavorecidos siguen siendo invisibles para la sociedad. Esta invisibilidad no solo se refiere a la falta de visibilidad en la vía pública, sino también al estigma que sufren muchas personas que padecen pobreza oculta, como las que enfrentan dificultades emocionales o de salud mental. En definitiva, problemas de ayer y, tristemente, de hoy.
Según nos informan, la policía, cumpliendo órdenes del Gobernador civil, que responde a una campaña que ahora se inicia, va a proceder a la detención de los menos que imploran la caridad pública, ingresándolos en el Hospicio. Conocemos “el caso” de un pobre “manquito” que implora la caridad pública a la puerta de un edificio de la calle Sagasta, y al cual explota su madre de un modo despiadado. Bien estaría este infeliz muchacho en el Hospicio y la desnaturalizada mujer en la cárcel. El caso plantea con mayor amplitud de lo que a primera vista se deduce de la noticia el complejo problema de la mendicidad.
En Huelva, como en otras muchas ciudades españolas, funcionan infinitas instituciones de carácter benéfico que desarrollan una obra humanitaria en extremo. La caridad se ejerce aquí sin sensibles limitaciones acudiendo en auxilio del desvalido que vemos en las calles y del pobre vergonzante que, recluido en lo que por cruel manía calificamos de hogar, que quiere decir todas esas cosas de las que carece, sufre miserias y privaciones silenciosamente.
No obstante, todas esas instituciones, que actúan separadamente son insuficientes para evitar numerosos cuadros de color, unos que no llegan a nosotros y no pocos, que como el del niño manquito se ofrecen a nuestra contemplación en la vida pública. Creemos que es imputable a la falta de coordinación que a nuestro juicio, debiera existir para ejercer la caridad ordenadamente, para auxiliar por igual a quienes saben demandar el socorro y a aquellos otros que ocultan su miseria, como si su desgracia fuera un crimen, tal vez más necesitados de ayuda.
Tenemos que hacer aquí una excepción: la de la sociedad de “Amigos del Niño”, que con alto sentido de la realidad pretendió en su día llegar a esa necesaria coordinación con sus similares, sin que el éxito coronase sus plausibles aspiraciones.
Para que la campaña que ahora va a iniciar la autoridad civil llegue a tener el alcance debido, sería indispensable aunar, como pretendió Amigos del Niño y como decimos nosotros ahora, la actuación de todos aquellos que se esfuerzan por encauzar la caridad, en todas esas Conferencias y Sociedades benéficas que proceden por separado y con una independencia absoluta que daña al concepto de la obra. Por ello no basta con que una autoridad celosa recoja de la vía pública al menor, ni que se prohíba la mendicidad a quienes no cuentan con la correspondiente autorización.
Hemos llegado al referirnos a este último extremo, a plantear precisamente la cuestión que deseamos a estas columnas. En Huelva, aun suponiendo que solo implorasen la caridad pública quienes tienen permiso para ello, hay infinitos pobres que ofrecen a cada momento cuadros dolorosos, visiones tristísimas. Esto en todas las poblaciones es lamentable, pero en una ciudad de turismo tiene más alcance por el concepto que el viajero forma de ella.
El ciego, el paralítico, el privado de condiciones para el trabajo no debe estar expuesto a la contemplación del transeúnte para alcanzar su conmiseración y obtener su limosna. La caridad bien organizada podría en sus asilos atender cumplidamente todas esas miserias humanas sin necesidad de ofrecerse esos cuadros dolorosos que en ninguna ciudad de importancia se presencian y menos en aquellas que aspiran a catalogarse como poblaciones de turismo.
He aquí por qué la obra que nos dicen va a emprender el Gobierno civil requiere tan vez mayor alcance de lo que parece. Y existen múltiples circunstancias que abogan por la ampliación que pedimos y que la realidad impone.
BLANQUI.
Diario de Huelva, 23 de marzo de 1929
También te puede interesar
Lo último
Contenido ofrecido por Fundación Cibervoluntarios
Contenido ofrecido por heineken