Como a Ponce, la Lotería nos deja, a la mayoría, recitando a Calderón de la Barca: “Y los sueños, sueños son"
Crónicas de otra Huelva
Blanqui-Azul dice perdonar a la Fortuna, pero no “a la tontería que cometí al creerme como un bendito que eso de los sueños tenía influencia en la suerte”
La propina, “complemento gracioso” que motiva polémicas y deseos de suprimirla en todos los tiempos
Resignación
Tras el sorteo, se rompe una ilusión, nada más
“La Lotería de Navidad es el símbolo que encarna el alma de un pueblo que todo lo fía al azar, a lo inesperado, a lo maravilloso, al milagro”. Recordemos esa frase que Ponce Bernal escribió en su artículo de 22 de diciembre de 1927 en referencia a la Lotería; y que ya vimos en estas Crónicas de otra Huelva el 26 de diciembre del año pasado. En otro que ya tendremos ocasión de analizar, prometió no volver a jugar. Pero caía, como caemos todos. ¿Por qué será que cuando acaba el sorteo y vemos que nuestros números no han sido agraciados, pensamos: ya no jugaré más ni malgastaré mi dinero. Y después resulta que volvemos a caer? Será por eso que dijo que la Lotería es el símbolo de nuestra manera de afrontar la vida. Blanqui-Azul siempre promete no volver a jugar. Y no lo cumple.
El artículo que leemos hoy, escrito tras el sorteo de 1930, comienza parafraseando a Calderón de la Barca en “La vida es sueño”, obra de teatro que aborda la libertad del ser humano para configurar su vida sin depender de un supuesto destino, desde la religión, la moral, la filosofía, la educación, el libre albedrío, lo predestinado, las ilusiones, las vanidades... Desde jovencitos, cuando asistíamos a las clases de literatura en el instituto, tenemos grabado el monólogo de Segismundo: “Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son”. Blanqui-Azul bebía de la literatura y de la filosofía para deliberar acerca de la Lotería y hacer razonar a sus lectores sobre el sentido de esta española tradición.
“Adiós ilusión de unos días (…) Hay que continuar trabajando”, dice. Pues eso decimos nosotros después del sorteo de ayer. Hemos de seguir para resolver, como Ponce dice, “el problema del garbanzo”.
“Y los sueños, sueños son”. Así he tenido que pensar cuando el teléfono, apenas he terminado ayer de almorzar, me ha traído la noticia de que, verificado el sorteo “grande” de Navidad, los 15.000.000 de pesetas que constituían el importe del premio primero no había querido el más leve contacto con este 14.263 que en mi cartera guardaba con toda ilusión. Porque, en confianza, lector, yo había soñado no hace muchas noches que esta vez la Fortuna –¡coquetuela que es la pobre!- iba a darme un poco de coba fina y había de terminar por largarme un generoso desprendimiento. Pero no ha habido tal. Han pasado los números de los premios que se cuentan por millones de pesetas… y no hemos acertado. Adiós ilusión de unos días: fuera los sueños de días grandes y las quimeras del alma… La realidad es otra: hay que continuar trabajando y trabajando mucho para hacer frente a este problema de siempre que se llama de la vida y que algunos filósofos de buen humor llaman “del garbanzo”.
Resignación. De los resignados es la vida. ¿Para qué desesperarse? Se ha roto otra ilusión, pero nada más.
El vigésimo, de tipografía magnífica a dos tintas, sobre las que destacan los números negros de este catorce mil, me ha producido viva contrariedad después de saber que, por ahora, la trastada ha sido dejarme sin un mal premio. Yo que lo tenía tan guardadito, saturado de un perfume de ilusión enorme, creyendo nada menos que ese papel había de valerme la tontería de 130.000 duros, contantes y sonantes…
Pero, a pesar de todo, yo perdono la broma de la Fortuna. Por lo que no paso es por la tontería que cometí al creerme como un bendito que eso de los sueños tenía influencia en la suerte. Yo prometo en este momento no tener en cuenta nada de esto; cuando me tiente el cosquilleo de comprar un numerito de lotería visto en el desliz de una pesadilla, lo venceré con el recuerdo de que “los sueños, sueños son”.
BLANQUI-AZUL
Diario de Huelva, 23 de diciembre de 1930
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