El populismo en tiempos de coronavirus
‘WAR ROOM’
Los populismos simplifican los mensajes al máximo y elaboran un discurso emocional muy accesible, en especial para los colectivos con menores posibilidades para contrastar información
Huelva/Cuando estalló la crisis del coronavirus Donald Trump se mostraba eufórico porque la gente no estaba viajando y el dinero se quedaba en casa. La estrategia manejada por Boris Johnson era dejar que toda la población británica se contaminara para crear inmunidad. Jair Bolsonaro hablaba de neurosis mientras repartía besos y abrazos por Brasil y Andrés López Obrador ha confiado la seguridad de México a sus oraciones y a un trébol de seis hojas.
Uno por uno han tenido que rendirse a la evidencia y tomar medidas para frenar la propagación del coronavirus entre la población de sus países. Pero hasta entonces, los líderes populistas más importantes del mundo habían reaccionado de idéntica manera. Todos ellos han intentado restar la importancia de la pandemia y han ejercido un tipo de liderazgo denominado mesiánico.
¿Qué le ocurre a un líder político para negarse a aceptar la realidad? Emoción por encima de la razón, ahí está la clave. Los populismos simplifican los mensajes al máximo y elaboran un discurso emocional muy accesible, en especial para los colectivos con menores posibilidades para contrastar información y realizar juicios críticos por tener acceso limitado a la cultura. Los más castigados por el actual sistema capitalista, las víctimas de las crisis anteriores y aquellos que han perdido la fe y la esperanza en la clase política democrática, que son además en quienes predominan sistemas de valores extremos, están llamados a engrosar la legión de seguidores de estos líderes populistas que apelan en sus mensajes a las emociones más primitivas e instintivas.
El discurso del negacionismo se enfrenta a todo aquello que hace peligrar los valores y el sistema de creencias convencionales. El profesor José A. Climent, doctor en Psicología del Trabajo de la Universidad de Huelva, explica que “mucho de los desafíos de la civilización actual están por encima de esos pensamientos convencionales. Mientras la ciencia y los sistemas políticos más avanzados buscan respuestas al cambio climático, a los desafíos medioambientales, a la crisis de los combustibles o a problemas sociales de índole global, los populismos construyen un discurso emocional para alinearse con sectores de la población que no piensan de manera compleja ni quieren respuestas complejas”.
Enemigos de la ciencia
Los negacionistas son enemigos de la ciencia. Trump es un declarado escéptico de las vacunas. La cronología de la crisis sanitaria de este excéntrico personaje dio comienzo cuando acusó a los medios de comunicación y al partido Demócrata de difundir mentiras. Tranquilizar a los inversores y reactivar el mercado de valores ha sido su principal interés. Con un “todo va bien” ha intentado construir una nueva realidad con hechos alternativos para preservar sus logros económicos.
Por fin asumió la gravedad de la situación tras conocer un estudio de epidemiólogos del Imperial College de Londres, según el cual, si no se adoptan medidas drásticas, sólo en EEUU podrían morir 2,2 millones de personas.
Entre el 30 de enero (“creemos que lo tenemos bajo control”) hasta el 17 de marzo (“pensaba que era una pandemia mucho antes de que le llamaran pandemia”), un cúmulo de declaraciones inoportunas y fuera de la realidad ha sido la tónica del presidente norteamericano en toda esta crisis, con frases célebres como “algún día será como un milagro y habrá desaparecido” (28 de febrero), “están inflando la situación” (9 de marzo), o “creo que estamos pasando por esto sin problemas” (11 de marzo).
Cuando ya Italia y España habían cerrado fronteras y ordenado el confinamiento de la población, Boris Johnson reconocía que el Covid-19 iba a provocar miles de muertos en el Reino Unido. En lugar de reaccionar como sus vecinos, la estrategia del premier británico pasaba porque la mayoría de la población se contagiara para desarrollar inmunidad frente al virus y evitar así el colapso sanitario y económico. Ante el estupor de gran parte de la población, miles de ciudadanos comunitarios residentes en el Reino Unido decidieron hacer las maletas regresar a sus países de origen.
Tras la contundente reacción de la comunidad científica y de toda la oposición política del país, finalmente Johnson tuvo que reconocer el fracaso de su polémica estrategia y decretar metidas de distanciamiento social, cerrando pubs, cafés, restaurantes y escuelas.
Jair Bolsonaro volvió de un viaje presidencial por Estados Unidos con once miembros de su equipo contagiados, y en lugar de guardar la cuarentena, se presentó en un acto político de apoyo a su gobierno repartiendo selfies y abrazos. Allí declaró que “no podemos entrar en una neurosis como si fuera el fin del mundo” para terminar afirmado: “con toda seguridad hay interés económico para que se llegue a esta histeria”.
Tras la negación llegó la reacción, obligado por las caceroladas que, a ritmo de batucada, llegaban desde San Pablo, Río de Janeiro, Brasilia y otros grandes núcleos urbanos. El país ha terminado cerrando sus fronteras y adoptando medidas para proteger su economía.
En México, el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha sido muy criticado por no imponer medidas drásticas para frenar el contagio. Con la consigna de calma y contención, el presidente no ha abandonado sus baños de masas y ha regalado besos y abrazos por todo el país. En un mitin declaró: "nuestro gran país es de los países con más cultura en el mundo. Por eso resistimos y podemos enfrentar cualquier adversidad. La cultura nos salva ante terremotos, inundaciones y epidemias".
Su escudo protector contra el brote de coronavirus es “la honestidad, no permitir la corrupción, los amuletos y la oración”. Un billete de dos dólares y un trébol de seis hojas son sus “guardaespaldas”.
Líder mesiánico
En tiempos de crisis aparece un tipo de líder, el líder mesiánico, que en circunstancias normales no tienen tanto éxito pero que ahora gana adeptos. “Los liderazgos mesiánicos –afirma Climent- se muestran fuertes, inflexibles, no titubean y no plantean interrogantes. Pedro Sánchez no da respuestas porque la propia ciencia no las tiene, pero estos líderes vienen a tranquilizarnos y nos dicen que no ocurre nada. Una parte de la población respira aliviada con este tipo de mensajes”.
Crisis sanitarias como la del coronavirus entrañan graves riesgos para los sistemas democráticos porque supone el caldo de cultivo propicio para el auge de populismos. “La gente puede estar dispuesta a cambiar libertad por seguridad. No es nuevo. Esto ha ocurrido otras veces a lo largo de la historia”, sentencia Climent.
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