La propina, “complemento gracioso” que motiva polémicas y deseos de suprimirla en todos los tiempos

Crónicas de otra Huelva

Artículos como este muestran al Ponce Bernal analista, observador y crítico que provocaba, sin duda, discusiones en los cafés y foros de la Huelva del primer tercio del siglo XX

Ponce Bernal analiza las espantosas estadísticas de las víctimas de los accidentes de tráfico

Un bar antiguo de Huelva.
Un bar antiguo de Huelva. / Archivo Sugrañes
José Ponce Bernal / Felicidad Mendoza Ponce

16 de diciembre 2024 - 05:00

La Introducción

TERRENO PANTANOSO

La idoneidad o no de esta gratificación

Tema recurrente el de la propina, que enfrenta a empresarios y trabajadores en todos los tiempos. Costumbre compartida por algunos países, como el nuestro. Se dice que las propinas se originaron en la Inglaterra del siglo XVI cuando los huéspedes dejaban dinero para los empleados de sus anfitriones. En Estados Unidos, la cultura del tipping (tip es el vocablo que significa propina) se importó desde Europa en el siglo XIX y se fue asentando a lo largo del XX. En 1966 se consolidó definitivamente al promulgar el Congreso la disposición "Tip Credit". Hoy es una práctica, más que obligatoria, religiosa; no solo en bares y restaurantes, sino también en servicios como el taxi, la peluquería o el hotel. El recibo de pago incluye la propina sugerida, que oscila entre el 15 y el 25 por ciento del servicio prestado.

Por asomarnos a otros países, en Suiza, por ejemplo, la propina está regulada por Ley y queda establecido el incremento del 15 por ciento de la cuenta en concepto de tasa de servicio. En Islandia, Finlandia o Dinamarca está incluida en la cuenta. En Noruega y Suecia no es práctica habitual, pero si se deja quiere decir que el servicio ha sido excelente. En China, Japón, por el contrario, es ofensivo dar propina.

En España es voluntario aportar este “complemento gracioso”, como lo denomina Blanqui-Azul en el artículo que mostramos hoy. La discusión sobre la idoneidad o no, la necesidad o no, la legalidad o no de esta gratificación que él expone en 1930 sigue viva en 2024. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, pidió a los madrileños en diciembre de 2022 que pagaran sus propinas para contribuir a que los trabajadores de bares y restaurantes pudieran hacer frente a sus “pequeños sueños”. Exentas de impuestos, ya que no son salario ni cotizan a la Seguridad Social, las propinas permitirían cubrir el pago de “clases extraescolares –decía- y regalos”.

Terreno pantanoso que siempre toca variables sensibles como son el dinero y el trabajo. No hay una Ley que regule este concepto en España. ¿Son o no salario?, ¿el empresario las reparte, tiene obligación de hacerlo y se puede quedar con una parte de ese fondo? Cada empresa puede tener su propio reglamento. Hoy nos surge la duda cuando pagamos con tarjeta: ¿Es mejor dejarla en el platillo?

Hay empresarios que las utilizan para recortar el salario y evitar el pago a la Seguridad Social. En enero de 2023, el Tribunal Superior de Justicia de Canarias dio la razón a una ayudante de camarero que cada semana recibía en concepto de propina entre 150 y 250 euros desde la cuenta personal de su jefe. Ante la periodicidad del ingreso y su elevada cuantía, en referencia a su nómina -que no llegaba a 3,5 euros la hora-, los magistrados concluyeron que este concepto era en realidad un salario disfrazado.

Como apunta Ponce Bernal, los deseos de suprimirla siempre surgen de quien quiere solucionar el asunto subiendo las tarifas.

¡La propina! Aun cuando no se trata de algo exclusivamente español, pues tal costumbre se sigue en otras naciones, la “propina”, complemento gracioso que añade el consumidor a la legal retribución del servicio por él utilizado, ha adquirido entre nosotros una expresión inconfundible verdaderamente nacional, generándose en términos extraordinarios, de tal suerte que rara vez pagamos sin añadir tal complemento.

Desde hace algún tiempo se advierte una marcada tendencia a suprimir la “propina”, indicándose para ello altas razones que atañen a la delicadeza de quienes las recibe: como solución para desterrar tal hábito social, se propone siempre por quienes manifiestan deseos de redimirse de la vejación que aquel supone, el aumento de la tarifa del servicio correspondiente. Logrado éste, se fija el consolado cartelito de: “no se admiten propinas”, y todos contentos. Pero esto no pasa de ser una bella ilusión; tan arraigada se halla la costumbre de dar propina, que acontece que aumentadas las tarifas para suprimirla, se sigue dando. Ejemplo palpitante es lo que ocurre con los carteros a quienes, pese al sello de entrega, se les continúa dando la perra chica, por lo menos.

Y esto seguirá pasando, sin duda, con los obreros del transporte mecánico de Madrid, que no hace mucho tiempo elevaron las tarifas con supresión de la “propi”: mirarán con malos ojos a quienes se la nieguen, a pesar de que, como se consigna en el escrito dirigido a los afiliados en aquella Sociedad, “es un sistema de retribución que rebaja la augusta función del trabajo”.

BLANQUI-AZUL

Diario de Huelva, 10 de abril de 1931

stats