Manuel Flores Caballero - Presidente del Patronato de la Fundación Juan Manuel Flores Jimeno

La provincia de Huelva, un paraíso de la naturaleza

Tribuna de opinión

Desde el punto de vista económico, no existe para un país mejor inversión que las comunicaciones

Tren AVE en uno de los andenes de la estación de Santa Justa, en Sevilla. / MJ López

08 de julio 2024 - 03:00

Huelva/LA provincia de Huelva, con más de 120 kilómetros de playas de finas y blancas arenas, con sus más 3.600 horas de sol al año, y caracterizada –tal y como ya resaltó en su día Sorolla– por su gran luminosidad, es un verdadero Edén.

Hace más de 42 años, el Ayuntamiento de Cartaya me encargó un estudio sobre la viabilidad económica para la promoción turística de El Portil, trabajo que entregué puntualmente en 1982, bajo el título El Portil. Un paraíso natural para su promoción.

Ciertamente que me había servido como fundamento –para el planteamiento de este encargo– la experiencia personal que tuve en mis viajes a Londres (buscando documentación para la elaboración de mi tesis doctoral), donde pude comprobar la enorme publicidad que había en las oficinas de la Rio Tinto Zinc Co. (Rio Tinto inglesa) de los vuelos turísticos programados durante todo el año desde Londres a Faro, para jugar al golf los fines de semana en el Algarve.

Era palpable que estos vuelos directos ponían al turista a poco más de dos horas de avión el viaje desde Londres a Faro. Cuando personalmente venía tardando, vía Huelva – Sevilla – Madrid – Londres, más de quince horas.

Aunque yo ya conocía el tráfico de los aeropuertos de Barcelona y de Mallorca, evidentemente, tras esta experiencia, de inmediato me puse a estudiar el tráfico internacional del aeropuerto de Faro, que tras su última ampliación ya tenía más de nueve millones de turistas al año. Tanto es así que, situándome en la ría de Formosa, pude observar cómo aparecía un punto en el cielo, y antes de que se vieran los rasgos de un avión, aparecía detrás otro nuevo punto, y así sucesivamente. El número de vuelos diarios era descomunal.

Recuerdo que, unos años más tarde, una noche conversaba con el entonces cónsul de Portugal en Huelva, hombre culto, agradable conversador, y con una clara visión sobre la creación y fomento de la riqueza. Él me decía que Portugal tenía muy claro que para salir de su estancamiento tenía que invertir en las infraestructuras y en las comunicaciones. Por ello, se planteaban comunicar por autopistas el norte con el sur, acometer un ambicioso plan de puertos marítimos y deportivos, con sus correspondientes atraques, y un amplio plan de aeropuertos internacionales.  

Es evidente que, desde el punto de vista económico, no existe para un país mejor inversión que las comunicaciones, tanto en un aeropuerto internacional, ubicado en las costas –lo más próxima posible a sus playas–, como la conexión por alta velocidad (con Madrid, en nuestro caso). Esa es la realidad de la demanda internacional que provoca el turismo a gran escala. 

El secreto del turismo internacional no es otro que, ofrecer vuelos rápidos, poniendo las largas distancias entre los aeropuertos, en el periodo más corto de tiempo posible. Argumentos que sirven, igualmente, para las comunicaciones del interior, en nuestro caso, el AVE de Madrid-Huelva.

Tanto es así que, últimamente, ante el propio efecto de la saturación, todos los medios resaltan –como noticia– que las localidades receptoras desean urgentemente limitar el número de turistas en sus poblaciones. Pero estas reclamaciones no solo suceden en Londres o en Venecia, sino que, a nivel nacional, este fenómeno se presenta en localidades como Mallorca, Menorca, Ibiza, Barcelona, Málaga, e incluso hasta en el mismo Sevilla.

Es más, este último fenómeno de la masificación no nos es ajeno a los habitantes de este encantador Edén, sino que ya desde tiempos remotos la propia población onubense se divide en dos grandes corrientes de opinión, sobre esta gloria de la naturaleza. Por una parte, los que desean seguir disfrutando de ella, tal y como se encuentra; y por la otra, los partidarios del fomento de la creación de la riqueza que el turismo internacional origina.

Ya una inglesita que veraneó en la década de los años cuarenta en las casas de los ingleses de la RTC en Punta Umbría, en un bello relato, vaticinó que llegaría el día que se construiría una carretera y se perdería este Edén o paraíso terrenal, refiriéndose a una excursión que los ingleses realizaban todos los años a El Portil.

Sin duda, llegará el día en el que tengamos un Gobierno con más visión e inteligencia que los que hasta ahora hemos conocido, para que se puedan plantear cómo impulsar turísticamente este paraíso natural.

Lo que nos permite tener esperanza y fomentar una ilusión colectiva para todos los onubenses es la creencia en esta realidad y nos convenzamos que es un gran proyecto, al que debemos unirnos como una piña para que cuando se realice, que sin dudas se hará, se pueda desarrollar con el mayor de los aciertos.

Las inversiones económicas no son el problema, dado que tanto la llegada del AVE como la de un aeropuerto con vuelos internacionales, están más que justificadas. La relación entre la inversión y la rentabilidad es más que óptima: posiblemente sea una de las más altas en viabilidad. Amén del beneficio que produciría para la exportación de los frutos rojos, y muchos más productos. E incluso para el movimiento de las materias primas para la industria.

Tal y como sostenía Schumpeter (economista austriaco), todo gran proyecto suele iniciarlo un empresario pionero. Y en este caso lo hubo. José Mafe, hombre conocedor de los espacios aéreos –en la provincia– reservados por los norteamericanos y la OTAN, e, igualmente, de la existencia de unos pasillos aéreos por donde se permite el paso de los vuelos. Él lo abordó con sus propios medios, compró la finca del Pintado, en el término de Gibraleón, el lugar idóneo y posiblemente el único para un futuro aeropuerto, en la que construyó una magnífica pista con su hangar. Tras su fallecimiento en su propia avioneta, Huelva perdió un gran hombre volcado en su proyecto y como consecuencia de su fallecimiento el desarrollo de este hermoso proyecto.

Sin duda, los grandes proyectos requieren gobiernos capaces de ejecutarlos. La necesidad de disponer en el Puerto de Huelva de un complejo industrial que hubiera supuesto, por aquellos años, un verdadero complejo minero-metalúrgico y que hubiera originado una revolución agrícola, fue desarrollada en 1867, y publicada en 1870, por el ingeniero de minas Ignacio Gómez de Salazar (presidente de la Comisión de visita a las Minas de Rio Tinto de 1867), dentro de una encarnizada lucha entre liberales (defensores de que el Estado privatizara vendiendo todas las fuentes de riqueza) y los conservadores (amantes de que las fuentes de riqueza las mantuviera y explotara directamente el Estado) y por el contrario, no se acometió hasta que, con el gobierno de los tecnócratas se impulsaron los Polos de Promoción y los de Desarrollo industrial en la década de los sesenta del pasado siglo (prácticamente casi 100 años más tarde). Iniciándose, en nuestro caso, con el conocido Polo de Promoción Industrial de Huelva, aprobado por decreto de 30 de enero de 1964.

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