Psicología y Salud: ¿Por qué nos cuesta tanto perdonarnos?
Todo está en ti
Solemos ser más benevolentes con los demás que con nosotros mismos y lo cierto es que el perdón hacia uno mismo es fundamental para alcanzar el bienestar emocional
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¿Por qué nos cuesta tanto perdonarnos y, en cambio, perdonamos más fácilmente a los demás? Normalmente, cuando hablamos de perdón, siempre pensamos en concedérselo a otros, ya que sentimos que nos han hecho daño o nos han decepcionado. Muchas veces, la actitud que tomamos es aceptar las disculpas que nos ofrecen o simplemente seguir adelante sin ellas.
Sin embargo, es cierto que solemos ser más benevolentes con los demás que con nosotros mismos. ¿Por qué nos cuesta tanto ser compasivos y comprensivos a la hora de aceptar que nos equivocamos? El perdón hacia uno mismo es fundamental para alcanzar el bienestar emocional, ya que nos permite dejar de lado la culpa, reducir el estrés y, en consecuencia, mejorar nuestra salud mental, lo que nos ayuda a vivir en paz.
El problema, además del concepto que tenemos del error, radica en que cuando nos equivocamos, tendemos a verlo como un fracaso o una condena, en lugar de una simple experiencia. Especialmente cuando lo percibimos como algo vergonzoso o negativo, comenzamos a castigarnos, a hablarnos mal y a quedarnos estancados en la culpa. En esos momentos, decidimos que no somos merecedores de nuestro propio perdón porque creemos que somos "malas personas que no lo merecen".
No obstante, el perdón hacia uno mismo no es más que tomar conciencia y comprender que nuestra percepción del error está distorsionada. Muchas veces, sobrevaloramos nuestras equivocaciones, pensando en cómo "deberíamos haber actuado" o "qué deberíamos haber dicho" en una situación concreta. Casi siempre, estos pensamientos están relacionados con hechos del pasado y con emociones estancadas, como la ira, la vergüenza, el dolor o el miedo.
Por ello, debemos empezar a tratarnos y a perdonarnos del mismo modo en que lo hacemos con las personas que más queremos cuando ellas se equivocan. Aprender a aceptar nuestros errores nos ayuda a silenciar esa crítica interna que, en muchas ocasiones, nos impide estar en paz.
Las tres principales barreras para el perdón son:
- La evitación: Se trata de una estrategia que utilizamos para no sentir el dolor cuando nos equivocamos. Muchas veces, lo hacemos proyectando la culpa en los demás o fingiendo que realmente no ha sucedido nada. Sin embargo, esta negación solo provoca que nos quedemos estancados y no podamos avanzar.
- Además, algunas creencias religiosas, malinterpretadas, han reforzado la idea de que equivocarse implica un castigo: "Si haces algo malo, mereces ser castigado." A esto se suman las creencias familiares sobre el "qué dirán", que nos llevan a pensar: "No hagas nada que pueda dar que hablar, porque eso no está bien visto."
- La culpa y la vergüenza: Para mí, estas son las emociones más aplastantes, ya que nos impiden amarnos a nosotros mismos. Si no nos queremos, ¿cómo vamos a querer a los demás? La vergüenza, en particular, es una emoción muy paralizante que nos hace sentir mal con nosotros mismos y nos lleva a creer que, si cometimos un error, eso significa que "somos un error".
- Si nuestro crítico interior —esa voz implacable que nos castiga y nos recuerda constantemente que no merecemos el perdón— es demasiado fuerte, nos costará mucho salir de ese bucle de pensamientos negativos.
El camino hacia el perdón de uno mismo
Aprender a perdonarnos es un gran desafío, pero también el mejor proyecto de vida. Si uno está en paz consigo mismo, puede estarlo con los demás. Y, aún más, si aprendemos a amarnos y perdonarnos, también podremos hacerlo con los demás. Incluso, cuando uno se siente en paz, lo que sucede fuera deja de afectarle tanto.
Algunas estrategias que pueden ayudarnos a fomentar este perdón son:
- Asumir la responsabilidad de nuestros errores y evitar culpar a los demás o poner excusas.
- Practicar la autocompasión: Ser bondadosos con nosotros mismos y reconocer que equivocarnos no nos convierte en personas malas o indignas de amor.
- Silenciar la voz crítica interna, ese "pequeño diablo" en nuestra mente que se pasa el día juzgándonos. A ese bichito hay que callarlo.
- Reconocer nuestras emociones, aunque no nos gusten, ya que son esenciales para poder trascenderlas. Sentimientos como la ira, la culpa, el miedo, la vergüenza y el dolor necesitan ser aceptados para ser superados.
- Cambiar nuestra perspectiva: En muchas ocasiones, nos enfocamos solo en nuestros fracasos y pasamos por alto todo lo que hacemos bien. Es importante valorar también nuestros logros.
Otras herramientas que pueden ser útiles incluyen:
- Escribirte una carta sobre las cosas que aún no te has perdonado, para liberar esas emociones reprimidas.
- Hacer una lista comenzando con "Me perdono por...", imaginando que le cuentas a un amigo aquello por lo que te castigas. Reflexiona sobre cómo ese amigo te respondería con palabras más amables.
- Expresar el malestar a través de actividades creativas, como la pintura, la cocina, el arte, la música o la danza. Cualquier forma de expresión que te haga sentir bien es válida.
Por último, sé paciente contigo mismo, al igual que lo eres con los demás. Recuerda que las emociones son señales que nos guían hacia nuestras necesidades no satisfechas.
"El perdón es comprender que, en su momento, hiciste lo mejor que pudiste con el nivel de conciencia que tenías en esa situación."
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