119 razones para apoyar un proyecto

El Centro Terapéutico Naim cumple 25 años de trabajo desinteresado contra las adicciones.

Actividad en el huerto de los residentes de Naim.
Actividad en el huerto de los residentes de Naim.
Enrique Morán

07 de enero 2016 - 01:00

La vida también da segundas oportunidades. Eso lo saben de primera mano, 119 personas que han visto cómo sus existencias daban un giro de 180º. También lo saben aquellos que son testigos de ello y han colaborado para que eso fuera posible.

La Comunidad Terapéutica Naim se encamina a sus bodas de plata que las celebrará este año con el lema Abriendo puertas. El centro, ubicado en el término municipal de Gibraleón, fue pionero en la provincia en el tratamiento de las drogodependencias a nivel de comunidad terapéutica.

El centro es una obra de la parroquia de Punta Umbría y por ende de la Diócesis. En él presta su labor una plantilla de un trabajador social y tres monitores. El resto es personal voluntario. Todo ello está encaminado a dar solución a problemáticas que con el tiempo se han hecho cada vez más complejas. Tanto el director del centro y párroco de Punta, Francisco Echevarría, como el trabajador social Raúl Rodríguez coinciden en que de la adicción a la heroína, que arrasó tantas vidas en los 80, se ha pasado a una poliadicción o politoxicomanía en la que se da esa misma sustancia combinada con cocaína, alcohol y otro tipo de problemas asimismo adictivos como puede ser el juego.

Hace 25 años, "había una gran demanda de este tipo de centros ya que la heroína provocaba un enorme deterioro físico de la persona. Ahora nos encontramos con que la coca no daña tanto el físico como sí la mente", explica Rodríguez.

Atrás quedaron esos primeros pasos en la ayuda de los yonquis: "Nuestro objetivo en esos momentos era que pasaran el síndrome con nosotros y luego les enviábamos al centro de Proyecto Hombre de Málaga", recuerda el también vicario general de la Diócesis. Todo comenzó con chavales de Punta y la Hispanidad; "nos dejaron un piso y nos fuimos informando de todo este tema. Yo por ejemplo, hice un máster de drogodependencia y sida". Así, surgió un programa embrionario con el que se fue dando respuesta "a los casos que nos llegaban".

La obra fue creciendo sin ningún tipo de apoyo institucional y así sigue hasta la fecha. Se plantean un presupuesto anual de 140.000 euros. Sus recursos proceden principalmente de dos colectas que se realizan cada verano en la parroquia de Punta Umbría, aportaciones de Cáritas Parroquial, de las familias de los chavales que están ingresados -conforme a sus posibilidades- y donaciones de particulares. También reciben ayuda en especias, como sucede con el pan o el pescado en la lonja de Punta Umbría. Junto a ello se hace una recogida de alimentos dos veces al año y si sobra algo de todo esto, se distribuye entre otros centros asistenciales. Echevarría comenta que "parece que la crisis nos ha llegado a nosotros pues ahora es cuando la estamos notando" y es que las familias se resienten en sus recursos y no pueden aportar con tanta generosidad como en otros momentos.

Sin prisa pero sin pausa, la comunidad ha ido creciendo. Actualmente cuenta con una capacidad de 30 plazas -para varones- si bien en este momento atiende a 18 chavales en edades comprendidas entre 20 y 45 años.

Los chicos que se comprometen con el proyecto de Naim deben permanecer un año de residencia/rehabilitación. Le siguen dos años de reinserción en los que se va rompiendo el cordón umbilical que les mantiene unidos al centro y se van reincorporando a la sociedad. Echevarría recuerda que entre "el 60% y el 65% de los que han permanecido aquí un año, han terminado de una manera positiva toda su fase de reinserción".

La clave, o la filosofía que se encuentra tras el proyecto de Naim es vivir con ilusión de futuro, "saber que hay un proyecto de vida". Para conseguirlo "ha de pasar por una revisión del pasado: los traumas o las heridas que puedan irse arrastrando. Una vez que se va sanando el pasado, es cuando se puede ir mirando hacia adelante y ese es el momento cuando se puede dar el salto definitivo. Cuando conseguimos que la persona se ilusione y recupere su fe en sí misma es cuando sabemos que se ha producido el gran cambio".

Para dar respuesta a aquellos que al salir no tienen adónde ir, la Diócesis cuenta con el piso de acogida Emaús que sirve de trampolín para su reincorporación: "A los que vemos que tienen posibilidades de estudiar o prepararse, les animamos a ello o si no que logren una salida laboral".

Preguntado por la motivación que impulsa a los chavales a ingresar en el centro, Raúl Rodríguez considera que "todo el que viene lo hace obligado por algo. Los que lo tienen más difícil para salir de la situación en la que se encuentran, son aquellos que tienen familias que los encubren". Quizá influya en eso, el hecho de que la cocaína no provoca ese deterioro físico que es tan característico del heroinómano, aunque advierte que "la heroína está regresando por razones económicas ya que es más barata que la coca". El apoyo familiar para la rehabilitación es sin embargo, uno de los acicates más habituales para que el chaval opte por el ingreso sin olvidar que en algunos casos, también hay problemas judiciales por medio.

Naim emana un ambiente muy especial que se percibe al poco tiempo de estar allí y así lo confiesan sus residentes que se sienten integrados al poco tiempo en la mayoría de los casos. El lugar es prácticamente idílico e invita a la reflexión y la relajación. Eso se compatibiliza con un alto nivel de respeto y disciplina que rige durante toda la jornada. De este modo, todos los residentes dedican las mañanas a los distintos trabajos que permiten que todo el centro impresione por su limpieza y orden. Aparte, hay que cuidar del huerto y la pequeña granja y un sinfín de actividades que surgen de la propia dinámica del centro. Con todo ello se pretende que los jóvenes vivan en un sistema autogestionario. Las tardes se dedican a las terapias que pueden ser grupales o individuales y a actividades educativas. Para ello se cuenta con voluntarios entre los que hay varios psicólogos.

Durante ese año de residencia/rehabilitación, "el primer mes es el de la adaptación a la casa. Una vez que éste ha pasado, ya empieza a notarse el cambio en la persona". A los dos meses ya comienzan las salidas al exterior. Cuando se cumplen los doce meses, éstas son todas las semanas.

Por lo que respecta a las terapias empleadas en la rehabilitación, Francisco Echevarría explica que "mejor hay que hablar de que contamos con un programa estructurado y multiterapéutico" que responde a los diferentes perfiles que se acogen en Naim. De hecho, el centro está a la última en las novedades que van surgiendo en este ámbito de la terapia.

Tanto Echevarría como Rodríguez inciden en el hecho de que cada vez suele ser más habitual la presencia de personas con patología dual. Esto significa que están afectadas por una adicción y por un trastorno mental grave. Todo esto conlleva unas problemáticas muy difíciles de atajar para "las que no estamos preparados".

Preguntado el director del centro sobre si han merecido la pena estos 25 años de trabajo, comenta que "ha merecido la pena porque aquí no se ha buscado una rentabilidad económica sino humana". Echevarría hace referencia de personas que las ves "cómo salen de aquí y rehacen su vida; se ponen a estudiar, montan sus propios negocios, que recuperan o crean sus familias". Algunos mantienen el contacto con Naim y "he bautizado a algunos de sus hijos".

Dada la precariedad económica que sufre en estos momentos el centro, se espera que el 25º aniversario, que tendrá lugar en abril, sea muy austero. Consistirá en una misa de acción de gracias -para el próximo verano- , una exposición y una cena.

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