Rocío, fuente de fraternidad

Tribuna de opinión

Aquel Simpecado de terciopelo verde, sencillo desde el punto de vista material, que se gestó en un ámbito doméstico, bajo la dirección de su madre, la bisabuela paterna, Isabel Romero Rivero, y que estuvo muchos años localizado en la habitación principal del hogar familiar de la calle La Fuente

Simpecado en un altar. / M.G.
Santiago Padilla Díaz de la Serna

10 de noviembre 2024 - 05:00

Almonte/El Rocío ha sido, es y será una fuente inagotable de fraternidad. Lo estamos viendo estos días en la tragedia de Valencia. Lo vivimos en esos Vivas encendidos que le dedicamos y compartimos El amor a la Virgen y a su Hijo, nos mueve a ello. Momentos que se reproducen de continuo en la aldea y fuera de ella, en cualquier día del año donde se respire un poco de Rocío. Pero, hay momentos especiales y extraordinarios que refuerzan esas señas de identidad, y que rebasan los umbrales de lo inmediato, como el que vivimos este viernes en la localidad de Rociana del Condado. Un pueblo unido al de Almonte por motivos de su vecindad y por la devoción compartida a la Reina de las Marismas.

La razón fue, la entrega del Simpecado primitivo de la Hermandad. Aquel que pisó las arenas en la mítica Romería de 1919. En la que se coronó la historia rociera con una diadema de oro a la Blanca Paloma. Y en la que pudieron conocerse mis abuelos paternos, como ya escribí en otra columna de este querido diario (“La emoción de aquellos días”). José María, el primer Hermano Mayor de la Hermandad que se incorporaba a la nómina de filiales aquel año y, Juana, una joven almonteña, hija póstuma, descendiente de una familia muy devota de la Virgen y muy comprometida con la Parroquia de la Asunción de Almonte.

Esa implicación total de la familia Padilla en la vida de la nueva hermandad quedó materializada con el nombramiento de sus hermanas como Camaristas del Simpecado, Isabel y Emilia, y poco después, cuando su hijo primogénito, Manuel Padilla Espina, fue el hermano mayor en la Romería de 1930, a la corta edad de ocho años, para disfrute de toda la familia, siendo su padre el que volviera a ejercerlo de forma efectiva.

Aquel Simpecado de terciopelo verde, sencillo desde el punto de vista material, que se gestó en un ámbito doméstico, bajo la dirección de su madre, la bisabuela paterna, Isabel Romero Rivero, y que estuvo muchos años localizado en la habitación principal del hogar familiar de la calle La Fuente (entonces las hermandades no tenían sede propia), vino por circunstancias largas de explicar en 1935 a Almonte, el mismo año que la Hermandad estrenó un nuevo Simpecado, más valioso desde el punto de vista artístico, y antes de que se promoviera el actual en 1985. Después vino la Guerra Civil y la larga postguerra con su tupido manto de silencio y de olvido de tantas cosas.

En 1994, el que fuera Hermano Mayor e historiador de la Hermandad, José María Acosta Montenegro, q.e.p.d., al contar los primeros setenta y cinco años de su historia, afirmaba que le fue entregado a la familia, cuando esta se trasladó a vivir a Almonte, una vez fallecido el patriarca, Manuel Padilla Barrera ese mismo año. Entonces, esta obra y la gran exposición “Regina Roris” en el Santuario del Rocío, lo sacó de nuevo a la luz, despertando renovadas inquietudes.

Anteayer esta pieza histórico-artística volvía a Rociana del Condado por el mismo camino que hizo hace noventa años, casi, desde Almonte, entre la emoción apenas contenida, de los que la traíamos y de los que la han recibido. Lo que fue una pieza con un aprecio relativo al inicio, ha tomado el valor incalculable del tiempo, unido a su importante significado testimonial en la historia de una hermandad, que ya es centenaria. Un logro de todos, pero especialmente de la Junta actual presidida por Manuel Pichardo, que coincide providencialmente con una de las instituciones vivas de la Hermandad, Rufino Sagasta, como Hermano Mayor, al frente de la misma. No en vano, su perseverancia y buen hacer han propiciado este momento de fraternidad y de reencuentro de esta pieza patrimonial al pueblo donde se soñó, se gestó y se confeccionó, provocando un instante de fraternidad inolvidable para todos los que hemos sido testigos.

Y así, los que la recibimos en prenda de la devoción heredada de nuestros mayores, hemos hecho entrega formal y material de ella para las generaciones presentes y venideras de Rociana del Condado y para la historia de la devoción rociera, que recupera un gran referente. Con unción, con devoción, con nostalgia y recuerdos emocionados, con sentido de responsabilidad y con la convicción de que pueda ser un instrumento al servicio de un bien mayor; del culto, de la honra y de la difusión del amor a la Virgen del Rocío en Rociana del Condado.

Entre vítores y vivas, uniendo aún más los lazos fraternos de dos pueblos, quedó entronizado en la Parroquia de San Bartolomé, donde ayer Sábado se ha celebrado precisamente la Sabatina dedicada a sus difuntos A los que recordamos especialmente este día.

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