La selección cubana de baloncesto y el jamón de Jabugo

Anecdotario de Huelva

La histórica victoria de febrero pasado de Cuba sobre Estados Unidos en baloncesto guarda una clave secreta desvelada ahora desde Huelva

La Ruta del Jabugo: una experiencia turística y gastronómica de proyección mundial

Los asistentes al congreso (onubenses y madrileños) con algunos jugadores cubanos.
Los asistentes al congreso (onubenses y madrileños) con algunos jugadores cubanos.
Miguel López Verdejo

22 de julio 2024 - 05:00

El pasado 26 de febrero, la selección cubana de baloncesto venció a su homóloga estadounidense por 81-67, en un partido de clasificación para la Americup, torneo que enfrentará en 2025 a los mejores combinados del continente americano. Se trata de un resultado histórico para el cuadro antillano, que vuelve a imponerse a los norteños 53 años después de la última victoria.

Los detalles de este partido son los propios de una crónica deportiva que, aparentemente, poco tienen de particular para el lector onubense. Sin embargo, una reciente tertulia con mi padre me ha ofrecido una perspectiva del choque tremendamente curiosa, lo que me anima a compartirla con ustedes.

Y es que mi padre, en paralelo a su discreción, es una persona llena de contrastes: lo mismo toca la guitarra para acompañar unos tientos que se cuelga un bajo eléctrico y monta un conjunto de música cubana (“La cubanía”, oiga, no se lo pierdan), igual relata los detalles de cualquier palo flamenco que pincha un disco de la orquesta de Pérez Prado, y al tiempo que se viste de ruan el Jueves Santo se apunta en una escuela y aprende bailes caribeños.

Pues bien, precisamente con los amigos de esta última actividad, se desplazó a La Habana a finales de febrero para disfrutar de un congreso de salsa. La casualidad quiso que, una vez allí, coincidieran en el hotel con los jugadores de la selección cubana de baloncesto.

Tantas horas de desayunos, almuerzos y cenas juntos, y el carácter afable de unos y otros, hizo que acabaran entablando conversaciones, bromas y anécdotas. No en vano, mi padre recuerda como uno de los hitos de su vida, sin duda, aquellos años de baloncesto en el equipo del Politécnico de La Rábida al cobijo de un personaje con el que Huelva estará en deuda eternamente, Vicente Rodríguez Casado. En torno a su figura, se formó un grupo de amigos que mi padre conservará siempre y cuyos nombres he escuchado en casa recurrentemente desde niño: Paco Fernández Pájaro, Graíño, Juan Padilla, Pedro Gutiérrez Guti, Andrés Parra, Ángel Montaner, Brito… Pero esa es otra historia.

Sobres de jamón de Jabugo

En uno de esos ratos de comunión transatlántica, los choqueros tuvieron a bien sacar unos sobres de jamón envasados al vacío, obviamente de nuestra tierra, para el deleite de los jugadores cubanos, entre los que se encontraban Howard Sant-Roos, que esta temporada ha alcanzado la final de la liga Endesa con el UCAM Murcia, y Yoanki Mencía, perteneciente a la plantilla del Casademont Zaragoza. Con la degustación de este manjar, los baloncestistas cubanos descubrieran un nuevo mundo, y para siempre quedaron enamorados del jamón de Jabugo que todos compartieron en simpática hermandad.

Mi padre con Howard Sant-Roos y su amigo Vicent Gombo.
Mi padre con Howard Sant-Roos y su amigo Vicent Gombo.

Llegó el partido contra Estados Unidos y mi padre quiso ir a verlo. Para ello, se le unieron cuatro amigos del grupo y allá que se fueron. “Señorita, deme las mejores cinco entradas del pabellón, por favor”, espetó a la joven taquillera, sin saber a lo que se exponía con una afirmación así. Sin embargo, para su sorpresa (y alegría, todo sea dicho), cada ticket costó al cambio 2 céntimos de euros. Como lo leen. Una vez dentro, durante el calentamiento, los jugadores cubanos saludaron a nuestros paisanos en la grada y agradecieron enormemente el gesto de acudir a animarles en un partido tan importante.

El choque resultó de una enorme intensidad. Los locales mantuvieron una gran tensión desde el inicio y no perdieron el control del marcador, ante la amenaza de una remontada de la selección norteamericana. Sin embargo, el tiempo pasaba y Cuba se acercaban a la victoria: ya en el último cuarto mantenían una renta de más de diez puntos. En ese momento, mi padre, viendo que el feliz desenlace era más que posible, convenció a sus amigos para entonar el “este partido lo vamos a ganar” (ponga el lector el característico ritmo del enunciado), tan propio en nuestro país pero no de aquellos lares. No se sabe aún si por la mediación milagrosa de la Virgen de la Caridad del Cobre, la acción de algún santero camuflado entre el público o la propia emoción de los aficionados antillanos, que acariciaban con los dedos una victoria para la posteridad, se produjo el contagio inmediato de todo el pabellón, que en pocos segundos reproducía la consigna con la perfección de una escolanía vienesa. No hemos de olvidar que el pueblo cubano ha perdido mucho estas últimas décadas, pero el sentido del ritmo lo mantiene intacto.

Este empujón final afianzó la victoria local, cuyos jugadores no dudaron en abrazarse a sus amigos onubenses tras el partido y afirmar con rotundidad que, sin ningún atisbo de duda, habían ganado aquel encuentro histórico gracias al jamón de Huelva.

No seré yo quien lleve la contraria a mozos de tal envergadura, por lo que contagiados del entusiasmo de este pueblo hermano del nuestro que es el cubano, sellamos con este partido un nuevo y feliz puente hispano-cubano en base al jamón de Huelva, estandarte de nuestra provincia y orgullo del pueblo jabugueño.  

A Rafael López Pavón, mi padre

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