La verdad social de Trump
Tribuna de opinión
El populismo de Trump se ha impuesto a la tradición norteamericana
Crónica de una onubense desde Washington DC
Washington/Los estadounidenses votaron con el bolsillo. Y confiaron en un hombre de negocios que les contó que quería arreglar el país. Y, claro, con el bolsillo vota, sobre todo, la clase trabajadora.
Donald Trump, nieto de un inmigrante alemán, trabajó durante estos cuatro años en su revancha y lo hizo bajo una estrategia basada en su verdad social; convencer a la gente de que tiene razón, y de que la razón está en lo más elemental de la pirámide de Maslow, la supervivencia y la seguridad. América primero.
El populismo de Trump se ha impuesto a la tradición política norteamericana. Paradójicamente ha construido su narrativa en las primeras palabras de la Constitución de los Estados Unidos: ‘We the people’, pero a la que da la espalda en su estrategia sobre el cuestionamiento de la eficacia de la democracia. Porque es muy interesante observar cómo ha capitalizado el descontento de la clase trabajadora cuando el gobierno de Biden ha sido, sin estridencias, un gobierno prosindicalista. Trump ha construido una narrativa basada en entender la frustración de la sociedad norteamericana que ha sufrido la subida del coste de la vida en un 20%, y ha fabricado la receta de la bajada de impuestos como solución. Cuando ya conocemos por la experiencia económica neoliberal de las últimas décadas que la bajada de impuestos impulsa la inflación, pero la clase trabajadora piensa en su corto-medio plazo, en poder comprar fruta y llenar el depósito de gasolina.
Pero no sólo han votado con el bolsillo, también con el miedo, que es el sentimiento más visceral del ser humano, por el que primero se pone en alerta. Trump ha fabricado el marco de que la inmigración tiene gran parte de la culpa de casi todo: se quedan nuestros trabajos, se benefician de nuestros servicios públicos… vaya, lo de “la paguita” de la extrema derecha en España; que como ya sabemos no sólo es una absoluta falsedad, sino que la realidad y los datos demuestran todo lo contrario. La inmigración genera riqueza, estimula el crecimiento económico y contribuye al producto interior bruto.
Pero es que Trump es una estrella, un líder antisistema que se ha hecho multimillonario en este sistema que él denuncia, una contradicción que ha penetrado en una sociedad descontenta, a la que el partido demócrata no ha sabido entender ni escuchar. Y para colmo, muchas mujeres han preferido no ayudar a Kamala Harris, desmontando la brecha de género que parecía tener la llave en esas encuestas tan ajustadas previa al ‘Election Day’.
A Trump le ha salido bien la jugada de su “verdad social”, el nombre de su red social donde ha conquistado a sus electores, sin necesidad alguna de los medios de comunicación, a excepción de Fox News, y con el inestimable apoyo de Elon Musk y su red social X. Ha convencido a gran parte de la sociedad norteamericana de que la democracia tal y como la conocemos no es útil, y de que él tiene las herramientas para arreglar este “desastre”. Un “desastre” construido a base de desinformación, mensajes apocalípticos, xenofobia y un liderazgo sin filtros, arrogante y con mucho carisma. La Casa Blanca vuelve a abrir sus puertas al único presidente convicto, porque sí, la Constitución estadounidense no contempla la prohibición de ser presidente a un condenado por la justicia.
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