Los vecinos de El Torrejón, entre el miedo, la incertidumbre y la esperanza tras la operación policial: "Queremos pensar que todo va a cambiar"
Aunque la presencia policial tranquiliza, muchos barajan la posibilidad de "dejar su barrio de toda la vida"
Los establecimientos de la zona también lo notan en las ventas: "Nadie quiere sentarse en la terraza de un bar donde se han escuchado disparos"
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Huelva/La hija pequeña de una de las vecinas del barrio de El Torrejón corría aún en pijama hasta la ventana, que cierran a cal y canto cada noche desde hace un mes y medio. Quería ver de dónde venían los ruidos que rompían con el silencio de las calles, por las que, a pesar de ser hora punta de coles, recados y trabajo, no hay ni un alma. "Mi niña se despertó por la mañana con mucho miedo. Se asomó a la ventana y vio pasar a los policías, que nos dijeron que cerráramos las ventanas. La vecina y yo no tardamos en bajar las persianas de nuevo, hacerles caso y esperar", contaba anónimamente una vecina a Huelva Información.
En uno de los colegios del entorno del barrio era día de excursión, pero "el temporal y todo lo que está ocurriendo han obligado a cancelarla". Cada día es más difícil cumplir con las tareas rutinarias de los mayores, jóvenes y pequeños, pero "no queda otra" que continuar con el día a día.
Muchos de los vecinos y vecinas tienen ya en mente una opción alternativa, aunque no todos pueden ejecutarla. "Económicamente no puedo permitirme marcharme del barrio. Y en el caso de que pudiera, ¿por qué tengo que irme de mi casa?", cuenta otra de ellas.
Las primeras horas de la mañana del martes han vuelto a ser "de pánico". "Esta mañana, un susto terrible. Yo tengo dos niñas, una de once años y otra de uno que está en la guardería. Iba saliendo a las 8:20 de la mañana y había un montón de policías, con la calle cortada, como si hubiera ocurrido un terremoto".
Los que no tienen más remedio salen a la calle, terminan con los recados y vuelven de nuevo a sus hogares. Mientras, familias al completo se asoman con cautela por las ventanas para saber si continúa la calma tensa que reina desde hace ya varias semanas. "¿Y si necesito llevar de madrugada a urgencias a mi hijo?", se preguntaba otra de las madres que iba hasta la puerta del colegio. "La primera vez que pasó, cuando mataron a un hombre, las madres fuimos corriendo al cole y nos abalanzamos sobre nuestros niños".
Aunque la presencia policial tranquiliza, "porque cuando los ves en la calle sabes que no puede pasar nada", afirman que hay un miedo generalizado del que nadie habla y que afecta también a los más mayores, que se han recluido en sus casas. "El hecho de que esté la policía da seguridad, esperanzas de que todo va a cambiar. Aunque la sensación es de incertidumbre porque no sabemos que pasará mañana", añade una de las trabajadoras que volvía a su vivienda después de la jornada.
"Ya no sabes con quien puedes hablar"
La desconfianza también se ha instalado en el barrio, pues aunque muchos viven puerta con puerta desde siempre, "ya no sabes con quién puedes hablar". "Tienes que tener cuidado. No puedes hablar con todo el mundo y tienes que estar siempre alerta, porque no sabes cuál será el siguiente paso de las personas a las que afecta el conflicto", confiesan los vecinos.
Ni la esperanza de que todo acabe pronto ni la presencia policial, que les proporciona "tranquilidad mientras ves a los agentes en la calle", hacen que muchos de ellos vean del barrio "un lugar seguro donde criar a nuestros hijos". "Yo me quiero ir. Creo que no me quedaré en el barrio ni aunque todo se relaje", afirma alguien que ha vivido desde siempre entre sus rincones y plazoletas.
Otros creen que se han normalizado muchas cosas que "nunca han sido normales". "Aquí hay más gente buena que mala y me he criado entre estas calles, pero estamos normalizando cosas que nunca han sido normales", insisten. "No es normal que se disparen, no es normal que haya tiros. Yo me voy de aquí seguro".
"Estamos normalizando cosas que no lo son. No es normal que se disparen, que haya tiros"
También desde los establecimientos colindantes con las zonas en la que han sucedido los conflictos notan que empiezan a no salir las cuentas. "Además del miedo, porque estamos expuestos, notamos que las ventas han caído. Es lógico: quién querría sentarse con su bebé en una terraza, a tomarse tranquilamente una cerveza, cuando semanas antes se han escuchado disparos a unos cuantos metros".
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