A ver... ¿quién vende mejor la burra?

Tribuna MKS Huelva

Cualquier comportamiento que pretenda, de forma consciente o subconsciente, una contraprestación, ya sea explícita o implícita, es una forma de venta

El poder de la gratitud para tu éxito profesional y cuatro formas de agradecimiento

Imagen de archivo de una burra.
Imagen de archivo de una burra. / M. G.
Ramón Fernández Beviá - Director de Huelva Buenas Noticias

05 de septiembre 2024 - 19:34

Huelva/La venta es consustancial con la actividad humana, no solo con la que afecta a la economía o las empresas. Por eso deberíamos elevar el marketing como campo de análisis en lo cotidiano, ampliando el concepto y otorgándole a la iniciativa comercial una dimensión mucho mayor. Si me apuran, ese salto que debería desembocar en una mentalidad común marketiniana casi le da un sentido más filantrópico a la idea de ‘vender’, por la finalidad de avanzar en el bienestar humano.

Porque, al fin y al cabo, identificar necesidades, diseñar un producto o servicio y hacerlo disponible a un precio justo –equilibrado- para que puedan ser satisfechas aquellas no deja de ser una forma de contribuir a ese bienestar social.

Entiendo que puede haber quien lea esto y discrepe pensando que dichas afirmaciones son un alarde de ‘buenismo’. Pero a mi juicio, y en general, es así, o debe ser así. Y el implacable juez que es el tiempo discrimina sin ninguna duda, de modo que al final quién haga uso -llamémosle- correcto de esa caja de herramientas que es el marketing obtendrá un adecuado resultado para sí y contribuirá con ese buen hacer a un ejercicio de responsabilidad social.

Pero volvamos a lo que decíamos de la venta ‘básica’. Cada día, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, el acto de ‘vender’ es una constante. Vendemos, por ejemplo, nuestra imagen, con la contrapartida de percibir de los demás agrado o complacencia hacia nosotros.

Cualquier comportamiento que pretenda, de forma consciente o subconsciente, una contraprestación, ya sea explícita o implícita, es una forma de venta. A través de este comportamiento satisfacemos necesidades de nuestros allegados o simplemente interlocutores. Y percibimos una retribución, el pago de un ‘precio’, pudiendo este ser de muy distinta naturaleza, según la persona, la situación o el momento.

Y en este ‘mercado’ que es nuestra vida (que no se lea en términos peyorativos, por favor), puede parecer que hay mejores y peores ‘vendedores’. La psicología y las personalidades mandan en este sentido y determinan las situaciones que se dan. Pero nunca se debería tirar la toalla diciendo o pensando “yo no valgo para la venta”.

Conseguir la aprobación de los demás, o la admiración como profesional, o un respeto especial, como ejemplos, no dejan de ser contraprestaciones que recibimos por los ‘servicios’ que ofrecemos, aunque sintamos que lo hacemos sin ‘ánimo de lucro’.

Creo que no es ilícito analizarnos, u observar nuestro comportamiento, en términos de marketing, en la línea de lo apuntado en los párrafos anteriores. Y en ese sentido habría que dejar a un lado ideas que subyacen en expresiones como la de ¿quién vende mejor la burra? Estas devalúan el concepto de vender en particular y el de marketing en general. No cabe esa pregunta porque no deberíamos vender de forma consciente un mal producto o un mal servicio.

Por ello la mejora continua personal debería ser un objetivo permanente en el recorrido vital. Expresiones como “este ya no cambia, y con la edad que tiene menos”, o “es así y no va a cambiar”, u otras parecidas, son muy dañinas. El conformismo que conllevan está en la antítesis de lo que debería ser la acción de marketing en nuestras vidas, tanto para nosotros como para contribuir a la mejora de los demás o abandonarnos, o abandonarlos, en la resignación.

Opino que hay dos instrumentos básicos para ‘armarnos’ en la batalla diaria de mejorar. La empatía, esa capacidad que tenemos que desarrollar de interpretar, de ver a través de los ojos y la mente de otros, es una clave de la vida social, y de la propia supervivencia.

Y en segundo término la argamasa que permite convivir y avanzar, la confianza. Como cualquier atributo o dimensión, en esta la ley de atracción opera de forma inexorable. Si doy confianza generaré confianza, retornaré confianza. Y si hago lo contrario, atenazado por el miedo que domina la cultura de nuestra sociedad, pues eso, mi entorno se caracterizará por la desconfianza, lo que será fatal para alcanzar ese objetivo de la felicidad que a todos nos caracteriza.

Estos dos instrumentos son la clave en el honesto mercado de nuestra vida. Usémoslos.

Ramón Fernández Beviá, director de Huelva Información.
Ramón Fernández Beviá, director de Huelva Información. / M. G.
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