Los veraneantes: el alma de Punta Umbría
Gente de aquí y allá
Punta Umbría se puso de moda para veranear con la llegada de los ingleses
José Garduño Vallecillo: Extraordinario arquitecto y magnífico gestor
El otro día me paró por la calle mi gran amigo Gonzalo Leandro Quintero, que fue muchos años director de una entidad bancaria aquí en Punta Umbría. Me presentó a su amigo Antonio Arreciado Borrero y, al decirle mi nombre, me preguntó si yo era el que escribía y me dijo que él lee todo lo que publico y que tenga un recuerdo algún día sobre los veraneantes que, como él, lo pasan tan bien en este paraíso y adoran este lugar. Le prometí que algún día lo haría.
Punta Umbría se puso de moda para veranear con la llegada de los ingleses. Primero fue la gente de Huelva, luego se apuntaron los extremeños, los sevillanos y los madrileños. Se construyeron chalecitos, influenciados por la arquitectura inglesa, sobre pilares para dejar pasar la arena. Pero el estilo variaba un poco, en vez de pilares eran arcos. La planta baja se dejaba diáfana y la vivienda estaba en la planta alta. Era un estilo propio puntaumbrieño. Empezó a llegar gente que amaba a esta playa y a este pueblo como si fuesen suyos y estaban deseando que se acabase el invierno para venirse a pasar aquí al menos tres meses, mientras durasen las vacaciones de los colegios. Generalmente, los trabajadores se iban y dejaban aquí a la familia y ellos volvían cuando podían. Muchos iban y venían en el día en las canoas y, al caer la tarde, se veía la plaza Pérez Pastor atestada de gente esperando a sus familiares. Todavía no había carretera porque esta llegó a Punta Umbría el 18 de julio de 1964 y la canoa era el único medio de transporte.
A final de septiembre los veraneantes se marchaban y se quedaba Punta Umbría triste y desolada, hasta el mes de junio del año siguiente, que empezaban a volver. Poco a poco se fueron construyendo edificios de más altura y cada vez empezó a venir más gente, pero todos con un denominador común, el cariño por Punta Umbría. A los puntaumbrieños les vino muy bien porque alquilaban sus casas y montaron negocios como tiendas de comestibles, ferreterías, zapaterías, bares, restaurantes o discotecas que les permitían trabajar durante todo el verano. Y gracias a todo esto mucha gente del pueblo vivía holgadamente en invierno.
Luego se construyeron muchas viviendas y edificios de altura como el Altair, los Altavista, los Everluz, los Punta Mar y, ya por último, los hoteles Pato Amarillo, Pato Rojo, Barceló y los apartamentos turísticos, con lo que empezaron a llegar “los turistas”, que ya no son “los veraneantes” de toda la vida. Los turistas son otro tipo de visitantes que vienen de todas partes de España y de otros países. Las calles se llenan de muchas personas que llenan los restaurantes y comercios y disfrutan de nuestra playa, que es de una arena fina y dorada, con un agua limpia y transparente que nos brinda el océano Atlántico y que, tal como describía el célebre alemán afincado en Huelva don Guillermo Sundheim, “esta playa es ideal, con su brisa, para curar las enfermedades”. Con estas palabras convenció a los ingleses de las minas de Riotinto para que viniesen a pasar aquí temporadas muy saludables, para lo cual se construyeron aquellos famosos bungalós de madera.
Al final, los nativos, los que vinimos de fuera pero nos quedamos aquí a vivir para siempre, los veraneantes y los turistas, todos convivimos en una gran armonía. Y aunque muchos solo nos vemos de verano en verano, nos alegramos muchísimo cuando nos vemos. Y tengo que decir que muchos de esos “turistas” ya vuelven todos los veranos, por lo que ya forman parte de la familia de “veraneantes”.
Y es que Punta Umbría tiene un clima muy especial. Su temperatura es unos grados más baja que un poco más adentro en tierra firme. Por eso es ideal para pasar los meses de mucho calor y, además de ir a la playa y disfrutar de unas cervecitas con ricas sardinas, las tardes o días nublados se aprovechan para hacer excursiones por el rico patrimonio natural que posee nuestro término municipal: dunas, marismas, enebrales, extenso pinar y, como no, la laguna de El Portil, de una belleza sinigual.
Hay una leyenda negra que se nos atribuye a los que vivimos aquí todo el año y que dice que estamos deseando que se vayan los veraneantes. Eso no es cierto en absoluto. Tal vez, en algún momento de la historia, alguien haya dicho algo parecido en un momento determinado de cansancio. Porque la verdad es que en verano aquí se trabaja mucho. Hay incluso quien lo hace día y noche y descansa muy poco. Pero por lo general todos los habitantes del pueblo están muy contentos con la llegada y estancia aquí de los veraneantes que, como dije en el encabezamiento, son el alma de Punta Umbría.
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