“Esto es como un cáncer: denuncia, lo hemos cogido a tiempo y te vas a curar”
Estela San José | Magistrada del Juzgado de lo Penal 3 de Huelva
El órgano que dirige juzga los asuntos de violencia de género | Cerrará el año duplicando las sentencias de 2016: ya ha dictado 527 y queda más de un mes para que acabe 2018
Huelva/Los envites de la vida y de la profesión han otorgado a Estela San José una valentía, una fortaleza y un arrojo que esculpen una personalidad arrolladora y «políticamente incorrecta» que rezuma por cada poro de su piel. El cóctel se conjuga con la sensibilidad a flor de piel de aquellos que llevan años siendo conscientes de la tremenda herida social que es la violencia machista.
-¿Estamos combatiendo en condiciones la violencia de género?
-Si no hacemos autocrítica, no evolucionamos. Yo lo hago mal, tú lo haces mal, todos mal. Uno de los casos que me hizo venirme de Lugo a Huelva fue el de Lola. Le había abierto diligencias previas de oficio siete días antes. Llegaban los partes médicos y sabía que su marido le pegaba. La llamaba a declarar a ella y a su familia y ella que no, que «Pepón me quiere». Y Pepón la mató y yo tuve que hacer ese levantamiento de cadáver. Lloré como he llorado en pocas ocasiones. Ver a aquella mujer completamente llena de cuchilladas, embarazada de seis meses… Solo pensaba: «Si me hubieras hecho caso».
-Le marcó profundamente.
-Recuerdo aquel febrero en los montes gallegos haciendo el levantamiento y llorando de impotencia, de rabia, de qué está pasando, qué ocurre que los servicios sociales no actúan, que tenían siete hijos; qué ocurre que el colegio no alerta a la Policía en el caso, por ejemplo, de un niño de siete años que le dice a una compañera de clase: «Te voy a hacer lo mismo que a Marta del Castillo». La lucha de la violencia de género no es penal.
-Pero la gente se sigue ajotando a la ley, a la Justicia.
-Si por la ley fuera, no habría homicidios en este mundo. El Código de Amurabi decía «no matarás», y Los diez mandamientos, y el Corán. ¿Ley penal para qué? Lo que yo no quiero es que lleguen aquí.
Nuevos perfiles
"Ellos son cada vez más violentos y ellas más sumisas, ha habido una inversión de los principios”
-¿Cuál es la clave entonces?
-La educación. Solo así se explica que cada vez sean más violentos ellos y más sumisas ellas. Ha habido una inversión de los principios. Lo que antes considerábamos lo bueno ahora es malo. Ves series de televisión, por ejemplo, y te das cuenta de que algo falla cuando el que a todos nos gusta es el narco, el malote, el homicida… y sin embargo el tonto es el policía, el que cumple la ley. La educación y los medios de comunicación son muy importantes en esta lucha.
-Cuando el caso está en sus manos ya no tiene solución.
-Ninguna. Aquí se acabó. La educación es lo más importante. Estoy segura de que tienes algún gesto de tu madre y de tu padre. Se perpetúan, como los modelos de afecto y de trato. Si un niño crece pensando que determinadas conductas son normales, las va a reproducir. Esas conductas se dan como los males. Los niños también son víctimas de la violencia, hay que dejarlo claro, y son una fuente de información de lo que ocurre en casa.
-¿Por dónde empezamos?
-Hay que dejar de llamar a las víctimas “víctimas” y llamarlas “supervivientes”. Hay que dejar de ser más papistas que el Papa y enfrentarnos a una reforma profunda de la ley.
-Que conlleve medios.
-Por supuesto. Una norma sin contenido presupuestario no sirve para nada. Es frustrante trabajar con estos medios.
-¿Qué porcentaje de la carga de trabajo del Penal 3 corresponde a la violencia machista?
-Ahora mismo te diría que el 90%. Hemos tenido una exención de otros asuntos durante un año porque vimos que se cuadriplicaba el número de procedimientos de violencia. Mis compañeros del resto de Penales, que son maravillosos y a los que la sociedad debe agradecerles muchísimo en esta lucha, han asumido más trabajo para que yo me pueda dedicar a la violencia. También las funcionarias de este juzgado, que son todo un ejemplo de entrega y compromiso.
-Y, aún así, las pilas de expedientes se siguen amontonando.
-Este año ya vamos por la sentencia 527 en este Penal. El año pasado la 527 la puse el 27 de diciembre. Pero en 2016 terminé con 362 sentencias. Todavía entonces no tenía la violencia de género. Este año ya llevamos más de un mes de adelanto. Es una barbaridad. 2017 lo cerramos con 539 y este año lo vamos a superar con mucho. Duplicaremos las de 2016, seguro.
-¿El motivo es que hay más violencia machista?
-Sí. Crece y cada vez se da en edades más tempranas, cada vez de forma más virulenta, cada vez se acude más a las redes sociales para ejercerla.
-Las nuevas tecnologías son otro aliado del maltratador.
-La violencia de género es instrumental y el agresor la utiliza para conseguir el objetivo. No se empieza con la agresión física. Es rarísimo que esta sea la primera muestra de violencia. Si el maltratador, con amenazas e insultos, consigue su objetivo, para ahí. Cuando ya no le basta esa esfera privada, pasa a la pública y utiliza las redes sociales. Es un método de control absoluto, amparado en «no tienes confianza en mí, déjame acceder a tu Facebook», «es que no me quieres»… Es un método para marcar el territorio. Y cuando desapareces de la vida de este señor, esa red social le va a permitir controlarte. Si no es directamente, lo hace a través de los amigos en común.
El control en Internet
"La violencia crece y se da en edades más tempranas, de forma más virulenta y se acude a las redes sociales para ejercerla”
-¿Puede detectar una mujer que va a ser víctima del terrorismo machista?
-Es difícil. El trasfondo de la violencia de género es el machismo puro y duro. No todo machista es maltratador, pero todo maltratador sí es machista. Buscar un sesgo es muy difícil, pero la mujer tiene que reaccionar desde el primer síntoma, mucho antes de poner la denuncia. Hay comportamientos y actitudes que te tienen que poner ya sobre alerta. Por ejemplo, cuando en la discusión de pareja el insulto es muy frecuente y además te coloca en una posición de inferioridad, malo. Cuando un maltratador insulta a otro hombre lo llama «cabrón» o «hijo de puta», pero no le dice «no vales para nada, eres una mierda, eres una inútil, si no fuera por mí te morías de asco». Es una violencia que está utilizada para someterte, para cosificarte. El maltratador tiene su casa, su coche, su trabajo, su mujer. Y tú eres mi propiedad, y como mi propiedad te tienes que comportar. La muerte de una víctima de la violencia de género es el fracaso del maltratador. Han perdido el objeto al que someter, por eso muchos se suicidan.
-Víctima puede ser cualquiera.
-La idea que se tiene de que la violencia de género es algo residual, de clases bajas, de extranjeros, poco tiene que ver con la realidad. Conozco a víctimas notarias, registradoras de la propiedad, abogadas del Estado. Y conozco a agresores que son el novio perfecto, el yerno perfecto, el hermano perfecto. Inmaculados. Pero luego en casa son monstruos. Víctimas podemos ser todas, yo la primera. Me he visto a mí misma tolerando determinadas situaciones en el ámbito público y en el privado que luego, cuando llegas a casa, te queda el resquemor de decir: ¿de verdad me ha pasado esto, de verdad no he podido reaccionar? Y no te hablo del piropo, que es otro debate, sino de ataques mucho más sutiles.
-¿Por ejemplo?
-He vivido situaciones, judicialmente hablando, en las que he pensado: «Si me llamara Manolo y tuviera bigote no me pasaba esto». Hablo de las formas de tratarte los acusados y los testigos. He llegado a recibir insultos en sala. Recuerdo un señor que cuando salía me dijo: «Eres una zorra». Mis compañeros de los otros penales no hubieran recibido ese insulto.
-Solo por ser mujer.
-A veces ha coincidido que en sala la fiscal era mujer, su abogada y la de la acusación eran mujeres y cuando me ha visto a mí ha dicho: “Ya estoy condenado”. Hay maltratadores que han coqueteado conmigo en el juicio. Y pienso: «¡Mi bigote, es que me hace falta un bigote!». Te duele en el alma. Y cuando el que lleva a cabo esa conducta no es el acusado, es todavía peor. Hay condescendencia, machismo paternalista.
En carne propia
"He vivido situaciones en las que he pensado: «Si me llamara Manolo y tuviera bigote no me pasaba esto»"
-¿Qué ingrediente añadiría a la receta contra el maltrato?
-Hay que trabajar mucho en la reeducación del maltratador. Porque da efecto. En el momento que consigamos un solo caso habrá merecido la pena. Pero también hay que trabajar en la reeducación de la superviviente, en saber empoderarla. Porque hay mujeres que son víctimas sucesivas de distintos hombres. Pero no hay dinero.
-¿Hay conciencia de la gravedad del problema?
-Los que trabajamos en violencia de género creemos en esta lucha. Pero no es lo mismo ser sensible al fenómeno que estar concienciado. Si vemos que a nadie se le ocurre turnar un procedimiento de divorcio a un juzgado de Instrucción, mi pregunta es: ¿por qué un delito de explotación sexual no se da a un juzgado de violencia de género?
-¿Sabe la respuesta?
-La de siempre: no hay dinero. Hemos hecho una parcelación tan absoluta del concepto de violencia de género a efectos de instrucción de delitos que hemos dejado fuera cualquier forma de violencia que se ejerce por parte de un hombre sobre una mujer por el mero hecho de serlo. Que es su definición básica. Los especialistas optamos por la ampliación de competencias. Pero claro, necesitaríamos más medios. Porque a mí me añaden ahora los delitos de explotación sexual o mutilación genital y me cojo una baja por depresión. No puedo más. Esa es la reticencia que tenemos a decir «señores políticos, queremos luchar pero no somos Juana de Arco». Vocación de mártir no tengo ni de santa tampoco. Tengo vocación de juez.
-¿La denuncia falsa es un mito?
-Rotundamente sí. Estoy convencida de que donde realmente se producen denuncias falsas es en el tema de seguros y accidentes de tráfico. No todo hombre por ser hombre es malo ni toda mujer, por ser mujer, es buena. Puede haber algún caso aislado de una mujer que haya denunciado falsamente a su pareja, pero es algo puntual que no se puede elevar a categoría de fenómeno. Mira, la famosa obtención de los papeles cuando la víctima es extranjera no es automática. No tienen ningún tipo de beneficio. Es algo en lo que la gente está completamente equivocada. Empieza un procedimiento sumamente farragoso. Hay que ser muy fuerte durante la interposición de la denuncia y durante todo el procedimiento para seguir adelante.
-Muchas se acaban echando atrás.
-Sí. Hay temporadas en las que dices, madre mía, otro 416, otro «me acojo a mi derecho a no declarar». ¿Cómo podemos otorgar un derecho para proteger una paz, la familiar, que ya ha sido atacada? Hay compañeros que dicen que no darle ese derecho a elegir es tratarla de tonta. No, no. No dar el derecho a elegir es poner el énfasis en que un delito de violencia de género no es un delito privado, es un delito público donde todos tenemos la obligación de denunciar. No afecta a una persona. Si el consentimiento en las lesiones normales no exime de pena, ¿me puede alguien explicar por qué el consentimiento de la víctima en la violencia de género sí que exime de pena al autor?
-Seguimos tratando el asunto como el problema de otros.
-Eso es, de una casa, de una familia. Déjala que ella decida. No, no, no y no. Porque, ¿ese consentimiento de lesiones es libre o está dentro de lo que se llama indefensión aprendida? La víctima cree que no hay salida. Si el hombre que le prometió amor, ternura, cuidarla, apoyarla, ampararla e ir con ella a su lado le hace esto, qué no va a hacer el resto que no la quiere, que no la conoce. La Ley de Enjuiciamiento Criminal dice que todos tenemos la obligación de denunciar un delito. Y hay un delito en el Código Penal que es la omisión de perseguir delitos.
-¿Sirve la denuncia del entorno de la víctima? O si ella no la refrenda se queda en agua de borrajas.
-He condenado por el testimonio de terceros, a pesar de que ella se ha acogido a su derecho a no declarar. Y además, las víctimas -en tres casos así que tengo en mente del último año- han salido muy reforzadas porque han comprobado que no estaban solas y que cuando a ellas les faltaba la fuerza, había alguien para decirles: «No te preocupes, yo tiro por ti». Esto es un problema de salud pública.
-Muere una mujer en este país cada semana por culpa del terrorismo machista.
-¿Te imaginas qué hubiera pasado si mataran a un futbolista cada semana? ¿O a un político?
-Un mensaje final en este 25-N.
-Hay esperanza, se puede salir de esto. No todo secuestro termina con la muerte del rehén. Que denuncien. Esto es como cuando te diagnostican un cáncer: vas a tener que someterte a diez sesiones de quimioterapia, pero lo hemos cogido a tiempo y te vas a curar.
De Sahagún y Lugo al paraíso de la luz de Huelva
Estela San José (Valladolid, 1973) estudió Derecho en su ciudad natal. Aprobó las oposiciones a la judicatura. Su primer destino fue Sahagún (León) y de allí se marchó a Lugo en 2005, donde estuvo durante diez años al frente del Juzgado de Instrucción 3, con competencias en violencia machista. Se convirtió en el azote de la corrupción gallega. Cuando su padre enfermó le prometió que “nos iríamos al sur”. Y en cuanto salió el concurso, con su padre ya fallecido, “me traje a mi madre”. Llegó a Huelva el 30 de abril de 2015 y se puso al frente del Juzgado de lo Penal 3. “Una de las cosas que más me gusta de Huelva es la gente, me he sentido tan acogida..., y esta luz, este buen entendimiento de lo que es la vida, los valores, lo solidaria que es la gente es espectacular”. Le gusta montar a caballo y El Rocío. Se considera “flamenca”. El primer concierto de su vida fue de La Niña de la Puebla. Esta tierra es para ella “un paraíso, soy más de Huelva que un choco”.
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