Una visión del acto médico
Los facultativos debemos, a la hora de la valoración del paciente, hacerlo desde un nivel de horizontalidad –sin superioridades absurdas– y actuar, para diagnosticar, practicando la escucha, para, una vez alcanzada una conclusión, explicar de forma asequible y veraz lo que corresponda
El internista en Huelva, el gran médico que no trata la enfermedad, sino "al paciente que tiene la enfermedad"
Huelva/Aseguraba el doctor G. Marañón que “sólo hay un camino para llegar al fondo de la ciencia, la templada senda del humanismo”. El Humanismo sabemos que es una corriente centrada en el conocimiento del ser humano y la exaltación de sus valores. Ante eso, el médico debe poner su arte al servicio del enfermo, buscando el beneficio del mismo.
Sin embargo, debemos ser conscientes de que hoy día el ámbito sanitario está derivando de lo antropocéntrico a lo etnocéntrico. Es por ello que debemos resaltar la obligación del médico en buscar la excelencia desde sus cimientos vocacionales que le llevan al cumplimiento de su misión principal que le permita alcanzar el adagio latino “salus aegroti lex suprema” (“La salud del enfermo es la ley suprema”), sin olvidarnos de que la medicina es hija de su tiempo. En la actualidad, pues, la tecnología es un complemento positivo, siempre que no traspase los límites de la dignidad humana.
Manifestado esto, en mi opinión, debe quedarles claro a los profesionales que no debemos dar preferencia a la tecnificación sobre la palabra, como tampoco darle el protagonismo, en el acto asistencial, al ordenador.
Y es que este acto asistencial tiene una dependencia rotunda de distintos tipos de factores vinculados al paciente, el médico y el entorno, que van desde la especialización y formación, junto a la personalidad del médico, como a la situación personal del paciente, su actitud, expectativas, creencias... Sin olvidar: presión asistencial, recursos, tiempo, burocracia, política sanitaria, judicialización…
Por tanto, los profesionales debemos, a la hora de la valoración del paciente, hacerlo desde un nivel de horizontalidad –sin superioridades absurdas– y actuar, para diagnosticar, practicando la escucha, para, una vez alcanzada una conclusión, tras los procedimientos pertinentes, explicar de forma asequible y veraz lo que corresponda, siendo conscientes de que existe una diferencia no desdeñable “entre lo que el paciente entiende y lo que el médico considera que ha transmitido”.
La pregunta inmediata sería: ¿cómo evitar el riesgo de confusión?. Ciertamente, pienso que sería necesario simplificar los mensajes; aportar los datos verdaderamente útiles; utilizar la comunicación no verbal y descriptiva, pero, especialmente, confirmar que nos hemos hecho entender.
En resumen, valorar lo emocional y humano en un rango superior a lo técnico e impersonal, preguntando, escuchando, observando y concretando.
No olvidemos que, por ejemplo, hoy día la despersonalización que supone la mirada a la pantalla del ordenador en la consulta, obstruye la transmisión de información, rebaja el lenguaje no verbal y, en consecuencia, la percepción de emociones y sentimientos, así como la segura evidencia de que un mismo mensaje difiere en función del modo y la capacidad de comunicación que se tenga. Por ello, tanto la mirada del profesional, su postura y su actitud de escucha, no olvidemos la incertidumbre que agobia al paciente, refuerzan la empatía.
Debemos, sin duda alguna, con nuestra actitud ser como catalizadores que nos permitan siempre tomar decisiones más beneficiosas para nuestros pacientes… porque no olvidemos nunca que “tratamos enfermos, no enfermedades”.
Naturalmente, comprendo que con los niveles de demanda existente, los recursos disponibles y las directrices políticas con sustento ideológico casi exclusivo, puede parecer un marco teórico ideal. Sin embargo, puedo afirmar que sólo he planteado elementos casi exclusivos de la relación médico-paciente, punto básico del vínculo de confianza imprescindible para el éxito del acto clínico que es lo fundamental. Los elementos estructurales necesarios para completar la humanización sanitaria podremos exponerlos otro día aunque nunca se debería prescindir de la vertiente humana en la relación entre los pacientes y sanitarios porque, insisto, no olvidemos que antes que enfermos, los pacientes son personas.
Temas relacionados
No hay comentarios