Un grupo de voluntarios ingleses lucha contra el abandono del Cementerio Británico de Huelva
Segunda Guerra Mundial en Huelva: los héroes que sí existieron
Una delegación británica honrará el próximo 19 de abril las tumbas de dos pilotos de la RAF caídos sobre Gibraleón en 1942
Una cadena y un candado cierran una puerta oxidada y desvencijada. No es más que una muestra de lo que espera tras cruzarla. “Esto es terrible”, “vaya vergüenza”, y algún comentario más irreproducible. El cementerio británico de Huelva sonroja. El estado de abandono en el que se encuentra es evidente.
Al rescate llegó este viernes una docena de británicos residentes en el Algarve. No es la BEF, pero bien podría asumir su papel simbólico. El objetivo no es otro que tener el cementerio en un estado mínimo de visita el próximo 19 de abril cuando una delegación de Australia y Reino Unido honrarán las tumbas de dos pilotos de la RAF caídos sobre Gibraleón en 1942. Chris Wright, medalla del Imperio Británico, y su esposa Christine lideran la iniciativa. Un viaje notable que ha involucrado al embajador de Australia en Madrid, así como a los agregados de Defensa de Australia y el Reino Unido; el obispo Carlos López Lozano de la iglesia anglicana española, que tiene la responsabilidad general del cementerio, así como la historiadora Marie Hobson en Nueva Gales del Sur (Australia), donde nació y se graduó como profesor el sargento Avern. Todos ellos contaron con la ayuda en Huelva de Gladys Méndez Naylor, profesora de la UHU y cuyo bisabuelo fue extrabajador de la Rio Tinto Company y está enterrado en el mismo cementerio, y que los acompañó en las tareas de limpieza.
La historia sacada del olvido en un reportaje en este diario encontró la respuesta en un explorador aficionado onubense, Jorge Valero, que tras leerlo decidió además presentarse en el cementerio para ayudar y conocer a los ingleses. En sus manos portaba Huelva en la Segunda Guerra Mundial, la obra de Jesús Ramírez Copeiro del Villar que narra entre otras historias la del Bristol Beaufighter. Su reto es localizar el punto exacto donde cayó el spitfire accidentado en Fuente la Corcha que ilustra la portada del libro.
El desembarco fue pacífico y bien organizado. Desbrozadoras, pistolas de chorros a presión, productos de limpieza, sacos de basura, buen ánimo y mucha paciencia. En algo más de dos horas el acceso hasta las lápidas de los dos pilotos dejó de ser una selva para convertirse en un solar algo más presentable.
El camposanto es propiedad de la iglesia anglicana española, quien no ejerce unas labores mínimas de conservación. El Ayuntamiento tiene en proyecto asumir su cuidado, limpieza y puesta en valor. El concejal de Turismo, Francisco Baluffo, aclara que “nuestra intención es recuperar un espacio singular de nuestro Legado Británico para integrarlo en la oferta de la capital”. Para ello, “en la segunda fase del plan turístico de Grandes Ciudades queremos afrontar su restauración”. La propiedad del cementerio tiene una propuesta sobre la mesa por la que el Consistorio afrontará su limpieza integral dos veces al año (primavera y otoño) además de una rehabilitación profunda.
El primer paso para lograrlo lo dio este grupo ingleses que decidieron no olvidar la memoria de los allí enterrados y honrar a los jóvenes que dieron su vida en 1942. Por el honor, la libertad y la verdad sacrificó su gloriosa juventud reza el epitafio de la tumba del sargento Philip Bernard Crossan, operador inalámbrico y observador de la RAF que perdió la vida cuando su Bristol Beaufighter se estrelló cerca de Gibraleón el 19 de abril de 1942. Lo acompañaba y a su lado sigue desde entonces en su descanso bajo la tierra onubense el también sargento Geoffrey Lennox Avern, piloto de la Real Fuerza Aérea Australiana. Tenían 21 y 27 años respectivamente. Murieron instantáneamente en el accidente y desde entonces reposan en Huelva. En la pared detrás de sus tumbas de guerra de la Commonwealth hay una placa que conmemora al marinero de primera Percy Longthorpe, quien falleció el 14 de diciembre de 1918 a los 24 años tras una explosión en el HMS Adventure, que estaba siendo reparado en el muelles locales.
Merecen un mejor descanso que la triste imagen de los matorrales del cementerio inglés.
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