La recuperación de Manuel Chaves Nogales centra el Día de la Lectura
CLÁSICO ANDALUZ 2020
El Centro Andaluz de las Letras organiza un acto en cada provincia en torno a la figura del periodista sevillano, cuyo eje ha sido la alocución ciudadana a cargo de María Isabel Cintas
El Centro Andaluz de las Letras eligió a Manuel Chaves Nogales (Sevilla, 1897-Londres, 1944) como Clásico Andaluz 2020 y el colofón del intenso programa de actividades, exposiciones y publicaciones que se han ido estrenando en el tramo final del año, debido a la pandemia, fue la alocución ciudadana a cargo de su biógrafa María Isabel Cintas. La catedrática de Lengua y Literatura, a cuyo cuidado estuvo la primera edición de la Obra completa tanto narrativa como periodística, acometidas por la Diputación de Sevilla en 1993 y 2001, respectivamente, conversó con la directora del CAL, Eva Díaz Pérez, tras pregonar esta celebración. El acto fue inaugurado por la Secretaria General de Innovación Cultural y Museos de la Consejería de Cultura, Mar Sánchez Estrella, que recordó que el Día de la Lectura celebra cada 16 de diciembre el nacimiento del poeta Rafael Alberti y la fecha del homenaje a Góngora celebrado en el Ateneo de Sevilla en 1927 que daría lugar a la Generación del 27. También explicó que la figura de Chaves Nogales se ha acercado este año a los colegios al editar la Junta de Andalucía un cuaderno didáctico dirigido especialmente al alumnado de Secundaria y Bachillerato que se puede descargar en el portal de Lectura y Bibliotecas Escolares de la Consejería de Educación.
Pero el epicentro de la jornada, según aseveró Sánchez Estrella, "es el bellísimo texto de Cintas, Libros que se enredan en la vida, donde su principal estudiosa retrata la vida y obra de Chaves Nogales y cómo la lectura de sus libros marcó su existencia". El texto completo, leído en los actos celebrados en toda Andalucía, puede descargarse de la web del CAL y en él Cintas encadena personajes de las obras del sevillano comenzando por Sole, la pareja del maestro y bailaor Juan Martínez, y por el aún niño Juan Belmonte, que nace en la calle Feria y se asoma con miedo llevando en las manos un pedazo de chocolate y un canto de pan moreno. "Pero quien se enfrenta a calles como ésta, no fracasará en la vida. La calle es la escuela", proclamó haciéndose eco de las reflexiones de Chaves en su magistral biografía del matador de toros.
En la conversación que mantuvieron, Díaz Pérez revisó las investigaciones pioneras de Cintas que resultaron decisivas para el rescate contemporáneo del periodista. "En realidad cuando empecé a valorar la posibilidad de introducirme en el mundo de Manuel Chaves Nogales, a instancias de mi director de tesis Rogelio Reyes, no sabía nada de él y lo primero que hice fue leer los dos únicos libros que estaban a mi alcance, Juan Belmonte y La ciudad, que había reeditado la Universidad de Sevilla", evocó Cintas. "Me asombró su extraordinaria sensibilidad y a partir de ahí busqué en librerías de viejo todo lo que había publicado en vida, guiándome por la lista de títulos que aportaba Josefina Carabias en su célebre epílogo para la edición de Alianza: El maestro Juan Martínez, Lo que ha quedado del imperio de los zares... Pero la mayor parte de su producción estaba en periódicos, y arrancó entonces una labor de investigación por hemerotecas de todo el mundo, porque hablamos de finales de los años 80 cuando aún no existía Google, cuyos resultados fui publicando en esas ediciones de la Diputación de Sevilla. Por tanto, desde finales de los años 80 nunca he abandonado la búsqueda de Chaves Nogales, ha sido un trabajo de muchas décadas, con obvias interrupciones, y que no se agota. Este año he publicado un trabajo sobre las colaboraciones periodísticas de Salvador de Madariaga en los periódicos de Chaves Nogales y en los próximos meses verá la luz mi investigación sobre la figura de su padre Chaves Rey, el cronista de Sevilla, una figura interesantísima para conocer la Andalucía del XIX y las raíces de Chaves Nogales".
La conversación también abordó algunos de los lugares vinculados con Chaves Nogales en su ciudad natal: la calle Dueñas, 11 donde nació; la calle Feria donde vio la luz Juan Belmonte y esa casa de las Sirenas de la Alameda de Hércules donde el futuro torero jugaría de niño; el salón Variedades ubicado entre Trajano y Amor de Dios donde estuvo la antigua cárcel de la Guerra Civil descrita en A sangre y fuego; la calle Sierpes donde el joven Belmonte se paraba ante las tertulias que se formaban a las puertas de los cafés; la calle García de Vinuesa, 30, donde tuvo su sede El liberal, el primer diario donde Chaves estampó su firma, y el Altozano, donde estuvo el foco de la tauromaquia trianera y hoy se alza la estatua de Belmonte.
Cintas repasó también la biografía de ese periodista que concibió la vida como una aventura "porque decidió ir a la búsqueda de la noticia subiéndose en aviones precarios y vuelos terribles", y que contó en los años 20 las consecuencias de la revolución bolchevique y el ascenso de los totalitarismos que conducirían a la Segunda Guerra Mundial. "Había muchas lagunas en la vida de Chaves, sobre todo desde que la familia se separa en París en 1940 y él se marcha a Londres, donde muere en 1944. Para completar esos huecos fueron esenciales para mí los testimonios de tres de sus hijos: Pablo, Juncal y Pilar, la mayor y única superviviente. También guardo un recuerdo esencial de Cora Blyth. Era la viuda de Luis Gabriel Portillo, un profesor universitario de Salamanca que tuvo que exiliarse en Londres porque se le ocurrió hacerse socialista en 1936, y que acabó trabajando en la agencia de noticias que Chaves Nogales abrió en Fleet Street y se convirtió en uno de sus mejores amigos. Cora me enseñó el edificio donde habían vivido juntos en Bloomsbury y aún lloraba al recordar que Chaves le había confiado su gato para que lo sacara a pasear y lo perdió en ese Londres bombardeado". Cora Blyth, madre del ex ministro de Margaret Thatcher y hoy periodista Michael Portillo, le confirmó a Cintas lo que ya intuía: que Chaves Nogales era un trabajador nato, muy exigente consigo mismo y con los demás, un hombre que continuaba escribiendo a máquina cuando se ordenaba bajar a los refugios antiaéreos y que tristemente, al igual que le ocurrió a Zweig, no vivió lo suficiente para ver la derrota del nazismo.
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