Tres décadas sin Buñuel

México reabrió la casa del cineasta que paseó por toda su filmografía su obsesión religiosa y su visión surrealista.

Luis Buñuel (1900-1983).
Samuel Regueira (Efe)

30 de julio 2013 - 05:00

Arriesgado, extraordinario, desquiciado, rompedor... son algunos de los calificativos que definen el cine de Luis Buñuel, el realizador más español y más internacional, un genio reconocido, adorado e imitado, cuya muerte hace ayer 30 años dejó un hueco imposible de llenar. Considerado el padre del surrealismo en el cine y responsable de algunas de las imágenes más impactantes vistas en una pantalla, Luis Buñuel Portolés nació en la localidad aragonesa de Calanda en 1900 y recibió una estricta educación jesuita que puso la semilla de una obsesión por la religión que se paseó por toda su filmografía.

En 1917 se instaló en la Residencia de Estudiantes, donde conocería a artistas como Salvador Dalí o Federico García Lorca, que serían sus grandes amigos y compañeros de primeros proyectos artísticos. Se licenció en Filosofía y Letras en Madrid y se trasladó a París, donde se inscribió en la Academia de Cine y comenzó a trabajar como director artístico y crítico cinematográfico. De toda esa experiencia saldría un guión escrito con Dalí para su primer corto, El marista de la ballesta, que acabaría llamándose Un chien andalou (Un perro andaluz, 1929). Pocos debuts en el cine han sido tan contundentes. Un corto que supone una de las cotas más altas del surrealismo y construido a partir de los sueños de Buñuel y Dalí.

Una explosiva mezcla de escenas con numerosas referencias a escritores de la época y que contiene una de las imágenes cinematográficas que más rechazo ha generado, la del ojo de una mujer rasgado por una navaja sostenida por la mano de Buñuel y que en realidad era el de una vaca, convenientemente depilado y maquillado. Durante su estreno en Francia, Buñuel se mantuvo escondido tras la pantalla con piedras en los bolsillos, ante el miedo a ser atacado por los confundidos espectadores, lo que no le impidió mantener su estilo provocador en su siguiente película, L'age d'or (La edad de oro, 1930). Fue su primera crítica contra la Iglesia y provocó una fuerte reacción de grupos de la extrema derecha en Francia, donde fue prohibida, un castigo que no se levantó hasta 1981.

Con ese filme cerró su primera etapa francesa para rodar en España el tremendo documental Las Hurdes (1933), que el gobierno de la Segunda República prohibiría dada la pobre imagen que ofrecía del país. Durante la Guerra Civil se trasladó brevemente a París antes de exiliarse a Estados Unidos, donde trabajó en el MOMA de Nueva York para después ser contratado por la Warner como director de doblaje.

Y en 1946 recalaría en México, dando comienzo a su etapa profesional más fructífera con películas como El (1953), su particular homenaje a Alfred Hitchcock, y una versión de Cumbres borrascosas ambientada en el México del XIX titulada Abismos de pasión (1954).

Buñuel regresó a España a petición de Franco, y en ese periodo dirigió Viridiana (1961), protagonizado por Fernando Rey, Silvia Pinal y Francisco Rabal, a la que tuvo que cambiar el final por la censura, pero supo disfrazar la mayor parte de su "amoralidad", que pasó inadvertida hasta su estreno en Cannes, donde ganó la Palma de Oro. Una profunda reflexión sobre la represión de la sexualidad y sobre la iglesia católica que constituye una de las cumbres formales de su cine, prohibida en España y denunciada con vehemencia por el Vaticano. A continuación Buñuel rodó otra cima de su cine, El ángel exterminador (1962), una impresionante fábula sobre la que tuvo completo control creativo, una historia desasosegante de un grupo de gente que no podía abandonar una fiesta.

En su última etapa en Francia, el director firmó películas como, Belle de jour (1967) y Tristana (1970), en la que adaptó a Benito Pérez Galdós y antes se había despedido de Silvia Pinal con la inconclusa Simón del desierto (1965).

Después abordaría la obra que le concedería su único Oscar: Le charme discret de la burgeoisie (El discreto encanto de la burguesía, 1972), con la que se convirtió en el primer director español en recibir un Oscar de la Academia a la mejor película de habla no inglesa, aunque el galardón recayó en Francia, país productor de la cinta. Volvió a repetir nominación en la misma categoría, esta vez por España, con Cet obscur objet du desir (Ese oscuro objeto de deseo, 1977), pero sin suerte. Y en ambas ocasiones optó al Oscar como mejor guionista junto a su inseparable Jean-Claude Carriére. Fue su último trabajo, otro escándalo, protagonizado por Fernando Rey, su alter ego en la pantalla, acompañado por unas jovencísimas Carole Bouquet y Angela Molina.

Moriría cinco años después, el 29 de julio de 1983, en su querido México -que ayer inició los actos centrales en su homenaje- dejando tras de sí una de las trayectorias más impactantes y transgresoras de la historia del cine.

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