Cantes de faenas del campo

Historias del fandango

Capítulo 9: Buena parte de los cantes de las faenas agrarias se han perdido porque esos trabajos han desaparecido o se han modificado; queda su recreación artística como homenaje a aquellas coplas populares

Capítulo 8: Por tierras americanas

[7] Revista La Esfera. Trillando en una era de Alosno, en 1922.
[7] Revista La Esfera. Trillando en una era de Alosno, en 1922.
Miguel Á. Fernández Borrero

14 de junio 2024 - 07:00

Independientemente de cuáles sean sus orígenes, lo que puede darse por seguro es que el flamenco surgió del pueblo y que tiene una clara raíz dimanante del folclore. Y, para mayor aproximación, sus cantos, sus bailes y su música popular se desarrollaron con profusión en los ámbitos rurales y muchos de ellos en los trabajos del campo, haciéndose arte a partir de las aportaciones de los artistas creadores.

Para hablar de los cantos de faena es oportuno aproximarse al contexto de aquella sociedad española y recordar que entre 1850 y 1870 se dedicaba a las actividades agrarias el 64% de la población; la industria apenas ocupaba a un 17 por ciento, una porcentaje que en Andalucía era incluso menor. Así que las labores camperas fueron siempre escenario cotidiano de los cantes y bailes propios: la siembra, la siega, la trilla en las eras; los trabajos en las huertas, en el viñedo… Y las consiguientes fiestas nocturnas, ya en las horas de asueto, en los cortijos, en las majadas… ponían contrapunto al esfuerzo del día laborando.

Con la evolución hacia una vida más urbana y el acercamiento de parte de esa masa de población a las grandes urbes, esos cantes se han ido convirtiendo, evocadoramente, en artísticos estilos flamencos. Aquellos que en su contexto laboral se expresaban a palo seco, se han respetado en la recreación cantándose del mismo modo, acompañados, si acaso, con los sonidos propios de la era –en el caso de la trilla–: cascabeles o campanillas que reproducen el compás del trote circular de las bestias sobre los cereales y las voces típicas del arreaje. Se cantaba a las bestias para distraerlas de la monotonía de dar vueltas durante horas; la música ejerce una influencia benéfica en los animales, como es bien conocido.

De las faenas agrarias surgirían cantes más o menos acompasados, según las características de la labor: los cantes de besana o labranza, cantes de siembra, cantes de siega, de espigueo, de trilla o trilleras, del pisado de la uva, de la recogida de aceitunas y otros, según faenas y zonas de trabajo. Buena parte de estos cantes se han perdido al haber desaparecido o haberse modificado las faenas a las que ambientaban. La misma letra del himno de Andalucía que compuso Blas Infante está inspirada en los cantes de la siega.

Para ilustrar, fijémonos en un ejemplo del ambiente de las tardes en las huertas de Granada, a mediados del siglo XIX. El diario El Español nos acercaba a una, cuando se daba de mano y las jóvenes participaban en el rato próximo al descanso nocturno [1].

[1] El Espectador, 7 septiembre 1845.
[1] El Espectador, 7 septiembre 1845.

A lo largo de la centuria, la población del país casi se duplicó, pasando de los diez millones y medio de habitantes a comienzos del siglo a cerca de los diecinueve millones a finales. El aumento de la producción agraria permitió abastecer a esa masa de personas.

Intercambios reales

En 1845, la joven reina Isabel II, que no había cumplido aún los quince años, recibió en Pamplona a los príncipes de Francia, y como fiesta de agasajo les invitó a presenciar un espectáculo de bailes nacionales [2].

[2] El Español, 10 septiembre 1845.
[2] El Español, 10 septiembre 1845.

En la devolución de la visita, la corte parisina preparó un gran festejo a la infanta de España. Todo debía ser español; incluso, pensaron adornar los salones al estilo de la Alhambra. Imaginemos a las señoras de Paris tocando las castañuelas, que habían causado furor por aquellos pagos [3].

[3] El Clamor Público, 24 enero 1846.
[3] El Clamor Público, 24 enero 1846.

La revista burlesca ‘El fandango’

En diciembre de 1844 comenzó a publicarse quincenalmente la revista burlesca El fandango, dirigida por el escritor Juan Martínez Villergas, cuyo objetivo, entre chanzas y andanadas, era el de defender al fandango y a los toros como bienes nacionales [4]. “Lo que no tiene duda es que el fandango cuenta muchos años de antigüedad y que sus trabajillo le ha costado llegar hasta nosotros, porque ha tenido enemigos muy formidables que le han perseguido de muerte, ni más ni menos que si fuera una anarquista. Esto prueba que las proscripciones no son una invención de nuestros días”, manifestaba en su presentación. La revista, que duró escasamente un año, sufrió secuestros, multas y condenas judiciales. Su director, Villergas, escribió una letra de fandango, que sería profusamente mencionada por otras publicaciones durante el resto del siglo: “que esta vida es un fandango / y el que no baila es un tonto” [5].

[4] Portada del ejemplar nº 1 de El Fandango, 15 diciembre 1844.
[4] Portada del ejemplar nº 1 de El Fandango, 15 diciembre 1844.
[5] El Fandango, 15 diciembre 1844.
[5] El Fandango, 15 diciembre 1844.

Como música popular sencilla, el fandango fue el cante de muchas barberías y de unos discapacitados, los ciegos, que guitarrillo en ristre pedían limosna cantándolos por las plazas y lugares de tránsito de las ciudades. En alguna ocasión, vemos a una mujer ciega con una niñita pegada a su falda mientras entonaba un fandango [6].

[6] El Espectador, 28 julio 1845.
[6] El Espectador, 28 julio 1845.
[8] Mujeres recogiendo aceitunas, cuadro de Van Gogh.
[8] Mujeres recogiendo aceitunas, cuadro de Van Gogh.

(Esta serie histórica aplaza sus próximos capítulos hasta después del verano)

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