"El Carnaval es un medio de expresión excepcional"
david monthiel. escritor
La editorial El Paseo lanza 'Carne de Carnaval', una mezcla de novela negra y distopía con toda la mitología que hay en torno a la fiesta en Cádiz
El Falla ha terminado siendo el Teatro Bankin Falla. Las comparsas cotizan y se han transformado en empresas socioculturales. Las agrupaciones ensayan con seguratas en la puerta, para evitar filtraciones. Y hay una Corporación de alargada sombra que lo controla todo y a todos en nombre del buen hacer y del arte. Carne de Carnaval (El Paseo Editorial) no es sólo una ficción en torno a la fiesta -"lo peor que se puede hacer", según sus propios personajes-, sino también una distopía. Pequeñita, pero distopía.
David Monthiel (Cadiz, 1976) mezcla imposibles y realidad en el título que el sello que dirige David González Romero puso a la venta el pasado lunes y que, siguiendo las normas del etiquetaje, se sitúa dentro de la novela negra. Hay un asesinato, desde luego: el cadáver aparece en la misma playa gaditana de la Caleta y las pesquisas se resuelven durante todo el invierno, eclosionando en pleno Carnaval. Su protagonista, Rafael Bechiarelli, es un guarda de seguridad con título oficial de detective, que regresa a Cádiz, a regañadientes, después de deambular por el mundo. Su relación con la ciudad, y con el propio Carnaval, es ambivalente: sus fallos e inercias le resultan insufribles pero siente una conexión magnética con ambos: "Más que de Cadi-Cadi, como dice algún personaje, Bechiarelli es de Eriteia -explica David Monthiel-. Sufre muchísimo esa capacidad que tiene Cádiz para ser, a la vez, la más moderna y la más cateta".
Carne de Carnaval recoge toda la mitología posible que hay en torno a la fiesta. "Aunque los nombres que aparecen en el libro no responden a ningún perfil en concreto -aclara su autor-, sí que se inspiran en arquetipos. Incluso yo aparezco, como el tipo que ha escrito La Gran Novela del Carnaval de Cádiz, un guiño con el que también jugamos en la edición".
Monthiel apunta que nunca ha salido en carnaval, pero que estudió en el colegio Valcárcel de la capital gaditana, "con Bernardo, Juan Carapapa, gente de la comparsa de Bienvenido...". Era inevitable verse implicado. "Digamos que hice un seguimiento exhaustivo del Carnaval en los 80-90, momento en el que empecé a tocar cosas de fuera, como todos -cuenta-. Y entonces un día, un poco por actualizarme, empecé a preguntarme qué habría pasado desde entonces. Y me topé con La Milagrosa, y con La Niña de mis Ojos, de Martínez Ares".
Las letras que aparecen en la novela también son suyas -"qué menos"-: dos pasodobles y algunas coplas. Hubo también un romancero que terminó saliendo del conjunto final. El mismo libro sigue la estructura de presentación, pasodobles, cuplés y popurrí: "Incluso al final, a modo de patrocinadores, aparece una lista de los bares y peñas que salen en la historia, para la conviá".
"Aunque para muchos pueda ser un género menor, realmente pienso que el Carnaval es un medio de expresión excepcional -continúa-. Tan potente, de hecho, que es colonizador de otros carnavales. Ojalá tuviera más mujeres". Precisamente en el carácter patrimonial de la fiesta está su salvación y su condena: "En mi distopía, la visión es un poco exagerada, pero es una opinión que comparten todos aquellos con los que he hablado del tema, en una lista que va de Pepe Petthengui a Jorge Drexler, o el mismo estudio En la calle nos vemos, de Abel Aljende y Carmen Guerrero: la cada vez mayor profesionalización del Carnaval, que es algo que va a suceder, que está sucediendo". "El concurso -se reafirma- se beneficia desde luego de saber qué se canta. Pero parece que cualquier medida que tienda a oficializar, controlar, etiquetar, va contra la propia naturaleza de la fiesta". La crítica a la profesionalización, a ese "mercado duro" del Carnaval aparece en la novela de la mano de la figura del Capillita y de la Corporación: "Habría que fundar -dice Bechiarelli- una corriente de honestidad carnavalesca llamada Io".
Carnaval, música y precariedad. ¿Para cuándo ese hermanamiento con Nueva Orleáns? "En la novela digo que podría tocarse Tipitina en el pregón infantil, o El Vaporcito con dejes de jazz-. Pero es que por tener similitudes, ellos tuvieron el Katrina y nosotros, el Maremoto de 1755. Es un sur al que se le endosan muchos pecados del sur, como a éste, y en el que entienden la música como una identificación, donde son muchos los que saben tocar y cantar".
En Carne de Carnaval, Cruceros is Babylon y las inmobiliarias lucen el nombre de BAAL. Los temas del vacío demográfico, la especulación inmobiliaria y los coqueteos con la gentrificación conforman la verdadera plataforma de la historia: "Creo que el de la gentrificación es un fenómeno que lleva tiempo dándose en esta ciudad, pero muy poco a poco, a un nivel bajo -desarrolla-. Hay que preguntarse por qué se han ido 1.500 personas de Cádiz, con una pérdida de población sobre todo joven. Yo he resistido aquí, sigo viviendo en el que fue mi barrio, y te digo que resistir aquí tiene un precio muy grande".
"Esta novela -apunta el escritor en los agradecimientos del libro-, no se hubiera escrito sin el paro estacional, la crisis y la adaptación a una vida precaria pero feliz".
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