Hinojos celebra a Cristo Resucitado
Patrimonio artístico de Huelva
La Procesión de los Abrazos conmemora la Resurrección en la localidad condal, donde destaca, entre un rico patrimonio artístico, la excelente tabla ‘La incredulidad de Santo Tomás’
Como en tantos pueblos de nuestra provincia, Hinojos celebra esplendorosamente el Domingo de Resurrección, con la Procesión de los Abrazos, es decir, el encuentro de las imágenes de la Virgen de la Soledad y María Magdalena y con Cristo Resucitado, aportando su propia singularidad, como es la Tirada de los cazadores a Judas. Pero hoy nos fijamos en un cuadro de una de las apariciones del Resucitado, que forma parte de su rico patrimonio artístico.
La iglesia parroquial de Hinojos
La parroquial de Hinojos es un interesantísimo ejemplo de la arquitectura mudéjar sevillana del siglo XV, y que puede darnos una idea de cómo serían los templos de la Tierra Llana onubense antes de la generalización de las torres campanarios.
Presenta planta de tres naves, cubiertas con armadura mudéjar de madera, que descansan sobre arcos apuntados doblados y pilares cruciformes, en ladrillo visto. Al exterior, llama la atención la antigua torre que alberga la capilla mayor, fortificada por medio de almenas y merlones piramidales, dando un aspecto peculiar, entre castillo almohade e iglesia. La portada más notable es la del sur, que da a la plaza: de cálida bicromía por su ladrillo agramilado, forma un arco apuntado y abocinado con la última arquivolta en puntas de diamante en piedra.
El patrimonio artístico
Afortunadamente, conserva un rico patrimonio artístico, como el retablo mayor, de Joaquín Cano (1767), el de la Virgen de los Ángeles, de Jerónimo Velázquez (1638), y el del Rosario, con pinturas de Pacheco; así como las imágenes renacentistas de San Sebastián, de la Virgen Gracia y el Cristo de la Expiración, y las figuras barrocas del círculo de Roldán, el Cristo a la Columna y el San José. De los cuadros, destacamos el de la Incredulidad de Santo Tomás, que comentamos seguidamente.
La tabla
La espléndida tabla de la Incredulidad de Santo Tomás, atribuida a Alejo Fernández (h. 1475-1545), con intervención de su taller, representa el momento en que Cristo Resucitado se aparece al octavo día a los apóstoles, reunidos en el Cenáculo, y acepta el reto que le fue lanzado por el Dídimo el día de la resurrección: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos, y no meto la mano en su costado, no lo creo” (Jn 20, 25). A los ocho días, Cristo aparece en el cenáculo, y se dirige a Tomás, que asombrado cae de rodillas, y le dice: “Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente. Contestó Tomás: ¡Señor mío y Dios mío!” (Jn 20, 27-28).
Alejo Fernández ha situado el acontecimiento, no en el interior del Cenáculo sino en el exterior de una gran arquitectura abierta, abovedada, decorada con casetones, que descansa sobre doble cornisa de gola recta, y columnas pareadas sobre podio, de mármol jaspeado y capiteles metálicos corintios. Apoya el efecto de perspectiva en las líneas del enlosado, en la colocación de los personajes secundarios a diversa altura, y en la gradación tonal de la atmósfera que envuelve los edificios y las montañas de fondo.
La figura de Cristo aparece, según la iconografía propia del Resucitado, con el torso en su mitad derecha desnudo y cubierto con un amplio manto dorado con vueltas rojas. Su mano izquierda sostiene la cruz salvadora, mientras que la derecha atrae la mano de Tomás hacia la abertura del costado. Tomás, de rodillas, reconoce a Jesús vivo y glorioso, y proclama su fe en el hombre Dios. A la derecha, los apóstoles contemplan sorprendidos la lección del Maestro: “Dichosos los que sin haber visto han creído” (Jn 20, 29).
La tabla no figura en el inventario parroquial de 1580, pues procede de la capilla de la Heredad de Torrecuadros, que era de los PP. Dominicos de Sevilla. Podría haber sido la tabla central de un retablo del convento de San Pablo de Sevilla.
La tabla fue restaurada en 2002 por Rocío Campos de Alvear y María José Robina Ramírez, con el patrocinio de la Delegación Provincial de la Consejería de Cultura. Figuró en la exposición Ave verum Corpus, 2004.
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