Mairenistas contra el ‘cante bonito’

Historias del Fandango

El desprecio del mairenismo por los artistas del ‘cante bonito’ tuvo consecuencias muy importantes para éstos. Marchena se reveló hasta el punto de convocar un festival de cante payo

Pepe Marchena, Manolo Caracol y Juanito Valderrama. FOTO: AION SUR
Miguel Ángel Fernández Borrero

17 de abril 2022 - 04:00

DESDE su constructo histórico y esencial del cante jondo basado en una supremacía étnica, el mairenismo despreció a los artistas que practicaban el ‘cante bonito’ y que no eran gitanos. E ignoró la obra de los que más fama y seguimiento popular habían tenido, haciendo invisibles a figuras tan potentes y aclamadas durante décadas como Pepe Marchena o Juan Valderrama. Apoyado por un grupo de estudiosos, intelectuales, artistas y periodistas, creó su verdad flamenca imponiendo un modelo que exacerbaba las diferencias. Actitud, sin embargo, que poco o nada tenía que ver con la de generaciones anteriores, por lo que se puede afirmar que el mairenismo no fue ideológicamente heredero de nada precedente, sino un movimiento ex novo, porque los grandes artistas gitanos de las primeras décadas del siglo XX no hicieron bandera de etnicidad con tal denuedo ni dejaron de reconocer a las grandes figuras ‘payas’. ¿Quién con un sentido ponderado del flamenco despreciaría el magisterio fundamental de Antonio Chacón? Manuel Torre, por ejemplo, decía de Pepe Marchena “¡Cómo canta este ángel caído del cielo!”. La Niña de los Peines tampoco hizo distingos raciales más allá de la mera observación diferencial del cante de los gitanos. Pero la batalla que presentó el mairenismo al cante no gitano, desde que se otorgara a Antonio Mairena la Llave de Oro del cante, en 1962, fue contumaz.

Un concurso de cante payo

¡Cómo estaría de harto del mairenismo Pepe Marchena que en el verano de 1969 se le ocurrió organizar el I Festival de Cante Flamenco Payo! Así expresaba su protesta contra el menosprecio del que estaba siendo objeto. Él, que no admitía sectarismos en el cante, tomó partido reivindicándose esta vez como cantaor payo. Se infiere que, más allá de sacudirse el desdén del gitanismo imperante -que también-, Marchena trataba de mantener su nombre y su prestigio por encima de cualquiera otra corriente, un intento de auto ensalzarse como mito referencial permanente del flamenco. (No tengo constancia de que este festival llegara finalmente a celebrarse).

ABC Sevilla, 28.08.1969.

En la extensa entrevista concedida a Juan Luis Manfredi en ABC de Sevilla, en 1972, Marchena fue tajante y rotundo en esta idea.

ABC Sevilla, 12.12.1972

Desde su larga experiencia como artista, tenía la evidencia de que el cante preferido por los públicos era el fandango, palo del que fue pregonero mayor por los escenarios durante casi medio siglo.

ABC Sevilla, 12.12.1972.

En sus primeras grabaciones, el Marchena discípulo de Rafael Pareja, que tan bien conocía el compás y los aires de Huelva, era el jilguero que mejor los decía, como puede comprobarse en su discografía.

Valderrama y Mairena

El otro gran adalid de estos cantes, Juan Valderrama, también padeció la acción del mairenismo. En su libro de memorias “Mi España querida”, en un epígrafe titulado “Condenado por los flamencólogos” (a los que Marchena despreciaba), cuenta cómo su antología de cantes “Retablo flamenco” (RCA, 1961) no obtuvo el menor reconocimiento. “A todo el que no fuera gitano…, aunque hubiera hecho la soleá y la seguiriya mejor que nadie, se le negaba el pan y la sal. No existía… Decían que ellos eran los puros y los demás habíamos estropeado el cante… Ellos decían que eran mairenistas, que no había más cante que el de Antonio Mairena y nos despreciaban profundamente. No existíamos para ellos, no habíamos hecho nada, no éramos nadie… A efectos del cante, dejamos de existir ”. Mairena y Valderrama, sin embargo, no eran enemigos. Actuando ambos en París (Mairena en la compañía de Antonio el bailarín, en la que Valderrama lo había colocado tiempo atrás), el de los Alcores iba todos los días a verlo cantar. Pero años más tarde, el mairenismo los desplazó totalmente. Caracol, Pepe Marchena, Valderrama…, ninguno fue llamado nunca para un festival.

Antonio y Juan actuaron juntos una vez en Mairena del Alcor. No había un enfrentamiento personal entre ambos, pero era público y evidente lo anómalo de la situación. Así que un día, en el bar de Pepe Pinto, con una veintena de artistas presentes, surgió la propuesta de un mano a mano.

Del libro “Juanito Valderrama. Mi España querida”, de Antonio Burgos.

Tras vender sus propiedades inmobiliarias en Madrid y trasladarse a vivir al Aljarafe sevillano a principios de los 80, cumpliendo la ilusión que siempre tuvo, se topó con la realidad de que el mairenismo lo hizo transparente. Literalmente. Lo ignoraron los medios, los ayuntamientos, los festivales…No lo contrataban. Esa marginación se mantuvo desde los años sesenta hasta su muerte. Valderrama la sufrió con mucha tristeza. Nos lo contó con amargura, a Onofre López y a mí en su casa de Espartinas, ya en el año 2000, sintiendo la necesidad de desahogarse. Sus últimos años transcurrieron con la profunda decepción de que no se le reconociera ni se valorara como merecían su actitud y sus conocimientos como cantaor.

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