Man o Matic, un paseo triunfal de las calles al Museo Provincial

El Museo de Huelva presenta la obra de un grafitero que más de una vez nos ha hecho volver la cara hacia una pintura.

Man o Matic, un paseo triunfal de las calles al Museo Provincial
Man o Matic, un paseo triunfal de las calles al Museo Provincial
Bernardo Romero

15 de abril 2015 - 05:00

A partir de mañana se podrá visitar en el Museo de Huelva la obra de un grafitero que más de una vez os ha hecho volver la cara hacia una pintura, hacia un gesto que ha plasmado sobre un muro o una pared sin más armas que un espray, pero mucho arte. Sobrado arte.

Si eso os ha ocurrido al transitar por entre las paredes semiderruidas de la antigua plaza de abastos o por cualquier otro lugar de esta ciudad, se lo debéis muy probablemente a Man o Matic, un artista hasta ahora anónimo que comenzara hace unos años a llevar a cabo una de las iniciativas más rigurosas y hermosamente plásticas que se han desarrollado en la ciudad de Huelva en las últimas décadas.

Frente a la colección de muñecos de dudosa estabilidad compositiva, afectados de tétanos en su gran mayoría, o frente a las mega estructuras copiadas sin demasiado arte, gusto ni sensibilidad de catálogos de otros y que han venido a sumar estropicios en nuestra ciudad, se nos aparece la obra de Man o Matic en muros y paredes para embellecer y dar otro aire al pasear de los huelvanos por sus abandonadas calles. Todo un genio.

Desconozco si fue este diablo de artista el responsable de la genialidad de pintar monocromo y hermoso uno de esos edificios del solar o aparcamiento en que quedó hace unos años lo que fuera Mercado del Carmen. Tampoco les puedo asegurar que unos rostros infantiles con los que tengo el inmenso placer de encontrarme en la truncada avenida de las Adoratrices cada vez que vuelvo a casa, han surgido de la destreza de este fuera de serie, pero lo que vislumbré, retraté y gocé hace unos días bajando las escaleras del Museo sí que son de Man o Matic, el divino genio de esta ciudad.

Me llamó la atención que por el museo se colara un olor como a taller de chapa y pintura. Elucubrando qué podría estar pasando allí alcancé el descansillo de la primera planta y, por ende, la sala siglo XXI que la Diputación de Huelva, con tanto acierto gestiona en el Museo de Bellas Artes de Huelva -que aún sigue compartiendo piso con el de Arqueología: qué ciudad y qué políticos más interesados por la cultura tenemos, joder-. Una mirada de soslayo hacia el interior de la sala y me encuentro con un gigante cubierto por chorreones de pintura negra y de cuyos labios apenas entreabiertos surge un lamento desgarrador. Silencio. Allí quedé. Absorto, impresionado.

Debería ser un momento de descanso. Sobre el piso y en la solitaria sala, decenas -un centenar al menos diría yo- de botes de aerosol, una escalera de mano, trapos, papeles, más botes de vaya a saber usted qué... Todo un espectáculo presidido por un gigante pintado en la pared que está llamado a ser el protagonista del año en lo que a exposiciones se refiere. No crean que lo digo en broma, esta va a ser la exposición más visitada, con diferencia, del año en esta ciudad. Acudirán al Museo autobuses de estudiantes, abuelos con sus nietos, turistas despistados que atracaron sin saber muy bien por qué en esta ciudad, parejas de enamorados, asociaciones de amas de casa, diletantes con la fisiología del arte de Nietzsche en la memoria y la sociología de lo mismo en una edición de bolsillo y el nombre de Hauser tintado en el lomo. La basca también. Y esto es lo que hará a esta exposición la más importante del año, la basca acudirá en tropel a admirar un arte que gustan y entienden, conquistando un espacio expositivo impropio del aerosol y la capucha de la sudadera. El arte más popular, conquista un museo, ahí es nada. He ahí la gloria derivada del mérito, Man o Matic pinta y transmite, pero además lo hace con la intención renovadora y rompedora con que lo hicieran Miguel Ángel o Massacio hace quinientos años, o como Tanino Liberatore ejecutara los principios renacentistas con una caja de rotuladores en los años setenta para narrar las aventuras de RankXerox, el cyborg amoral y salvaje compañero de la politoxicómana preadolescente Lubna, que gozaríamos a partir de 1980 en España gracias a la revista El Víbora.

Será curioso asistir hoy a la inauguración con las autoridades provinciales presidiendo y hasta interviniendo en el acto inaugural con una vacía sonrisa de circunstancias, pero más recomendable será acercarse por el museo provincial hasta finales de mayo -aunque probablemente la tengan que prolongar algunas fechas más-. SelfieL es el título que Man o Matic ha otorgado a esta genialidad que va a ser, utilizando un lenguaje más cercano, directo y real, el pelotazo del año. Aerosol, trato exquisito de las formas, del cuerpo humano exento no sólo de entornos en el que desarrollar una perspectiva que está en todo caso ahí, en esos dibujos milimétricamente estudiados, sino libres de la necesidad de narrar explícitamente unas historias que por universales el espectador podrá buscar en su propio interior. El artista pinta sobre la pared, deja su grito silencioso y ahora no tan anónimo, para que el paseante se deslice ante él no de forma tan impasible como pudiera parecer. Todos conocen, conocemos, la labor de Man o Matic -una referencia en el dibujo callejero en Europa que ha actuado preferentemente en Huelva, donde suponemos que reside-, ahora la van a llevar a una sala de un museo. Algo se mueve en estos tiempos convulsos y vertiginosos. Cuentan que cuando Miguel Ángel trasladaba su David por las calles de Florencia, la multitud vitoreaba aquella grandiosidad y llamaba Divino al maestro. El traslado de la obra de Man o Matic desde las calles de la ciudad a una sala de exposiciones se ha hecho con una mayor discreción, pero hará gritar a las multitudes, puede que en un solemne silencio: Man o Matic el Divino, el puto amo de las calles y los muros de esta ciudad. Ahora, también de las salas de arte. Porque es un artista, y porque él lo vale. SelfieL será un acontecimiento curioso; llevamos años paseando junto a estas obras de arte, incluso nos hemos permitido joderlas en alguna ocasión, pero ahora y con la boca abierta vamos a poder admirar no ya a un artista, sino a un tiempo por el que sobrevolamos, a veces, hasta sin darnos cuenta.

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